Capítulo ocho.

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ELIAS.

La forma en que esta chica está mirando hacia mí, sus labios se abrieron ligeramente, ese rubor de sus mejillas que la hace toda de color rosa, como si acabara de correr o algo... No podía putamente pensar en otra cosa, excepto estar dentro de ella. No me moví de donde estaba de pie en el marco de la puerta, no la toque. Pero sentí su piel cerca de mí.
― ¿Siguiéndome? ―preguntó. Su voz era suave.
―Quiero saber lo que realmente estabas viendo en el estacionamiento ―le dije―. Si no era mi pierna, ¿qué era?
Exhaló con fuerza, y no sabía si estaba enojada o no. Hasta que respondió.
―Tu culo.
―¿Discúlpame? ―La escuché, pero quería oírselo decir de nuevo. Sentí esta emoción recorrerme, y juro por Dios, toda la sangre en mi cuerpo fue directamente a mi polla.
―Tu... ―Tomó aire, puntuando la palabra―. Trasero. Te estaba mirando el culo mientras estabas caminando delante de mí.
Me sentí sonreír. No pude evitarlo.
―¿Qué? ―preguntó. Tenía los labios tan malditamente irresistibles que no podía pensar con claridad.
―¿Así que eres una especie de estrella de realitys o qué? ―Abrí la boca y esa fue la pregunta que salió. No era la pregunta que quería hacer. La pregunta que quería hacer era el de si se iba a casar.
River suspiró ruidosamente esta vez.
―No ―dijo ella―. Pero mi boda iba a ser televisada. En vivo. Anoche. Con Viper Gabriel.
―Mierda. ―Viper Gabriel―. ¿Estás saliendo con Viper Gabriel? ―Ahora la reconocí. La había visto en la portada de revistas.
Mierda. Ella no sólo era un poco famosa. Era realmente jodidamente famosa.
Y me decía que había estado viendo mi culo.
―Lo estaba ―dijo.
―¿Estabas qué? ―Estaba confundido. Estaba preocupado con el hecho de que no era capaz de hacer que la sangre fluyera hacia atrás en la dirección correcta, hacia mi cerebro.
―Me iba a casar ―explicó―. Pasado tenso. Hasta que entré y lo vi con mi hermana.
―Mierda ―digo, sacudiendo la cabeza. No podía imaginar por qué un tipo que estaba con ella querría poner su polla en cualquier otro lugar, sino en su interior.
River se encogió de hombros.
―Así que ya sabes por qué estoy donde estoy ―dijo―. ¿Entonces por qué estás aquí?
No sé por qué hice lo que hice a continuación. No había querido a nadie en mucho tiempo y mucho menos a alguien como ella, alguien tan fuera de mi alcance.
La besé. Duro. Sus labios se abrieron mientras mi boca se apretaba contra la suya y la mía encontraba su lengua. Besándola encendió una especie de fuego dentro de mí.
La empujé contra la pared cercana, demasiado duro, pensé. Tuve que decírmelo para reducir la velocidad, pero River gemía y me ponía jodidamente loco. Agarré un puñado de cabello de la base de su cuello y la atraje hacia mí.
―¿Recuerdas cuando solías besarme de esa manera?
River saltó y giró la cabeza al oír el sonido de la voz que entró por el momento entre nosotros. La pareja mayor mirándonos tenían que estar en sus ochenta. El hombre nos miró y guiñó un ojo antes de hablar.
―¿Solía? ―preguntó―. Te besé así esta mañana.
―Ah, ya sé que lo hiciste, cariño ―dijo, acariciándole a su marido el brazo con el suéter―. Estoy hablando con una pared de este tipo, no contra la pared en tu casa. ―Ella bajó la voz, adoptó un tono conspirativo―. Solía ser mucho más salvaje. Una exhibicionista.
―Puedo cambiar eso si llevas mis pastillas contigo ―dijo.
River ahogó una risita y se aclaró la garganta.
―Disculpe ―dijo River, tomando mi mano entre las suyas y sacándome de la tienda y de regreso hacia el coche. Cuando llegó al coche, se detuvo, la espalda contra la puerta del lado del pasajero, con las manos en mi cintura. Se rió mientras me tocaba, sus palmas en el pecho, alisando la tela de mi camisa. El gesto se sentía familiar y desconocido, todo al mismo tiempo. Era una extraña mezcla―.No sabía que teníamos público ahí atrás ―dijo.
La besé de nuevo, necesitándola contra mí. Tan pronto como la toqué, estaba duro otra vez y por un minuto estaba convencido de que iba a pensar que era una especie de pervertido obsesionado con el sexo. Pero arqueó la espalda, y podía sentir su presión en mi dureza, en vez de tomar distancia.
No puedo creer que alguien como ella me quiere.
Luego se echó hacia atrás. Pude probar sus labios sobre los míos, incluso después de que se apartó.
―Probablemente deberíamos salir de aquí antes de que tengamos una audiencia aún más grande ―susurró.
Me aclaré la garganta de nuevo, llegué detrás de ella para la manija de la puerta del coche, a propósito, no se alejó de ella. Mi mano estaba de nuevo contra su culo y el movimiento tiró de ella hacia mí.
―¿Todavía estás segura que quieres venir conmigo? ―pregunté. La pregunta de inmediato me hizo pensar en el sexo y me pude imaginar estar dentro de ella.
Ven conmigo.
Cuando respondió, su voz era entrecortada.
―Sí.

ELIAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora