Capítulo diez.

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ELIAS.

—¿Estás seguro de que este lugar es discreto? ―preguntó River―. ¿Es alguien que conoces desde hace tiempo?
―Suenas como si estuviéramos visitando un burdel o algo así ―le dije―. Es una posada con desayuno. ―Fallé deliberadamente en mencionar que no era amigo de los dueños, y que la gente de West Bend puede no exactamente estar particularmente feliz de ver a uno de los hermanos Saint aparecer, arrastrando con él una estrella de cine exigiendo permanecer de incógnito. Ese no es el tipo de problema que tienes con gente que pensaba que eras la escoria de la tierra.
No es que conociera a la gente que maneja la posada de todos modos.
No personalmente.
Eso no quiere decir que no tengamos historia, una historia sórdida. Pero no sabía qué más hacer con River. Todo lo que podía pensar era en el aspecto que cruzaría inevitablemente su rostro cuando la llevara a mi casa.
No, gracias. Seguro no era un masoquista. Y seguro no estaba trayéndola a casa.
Ni a mi casa.
Ni la de mi madre.
Ni la de mi hermano.
―¿Estás seguro de que no deberías haber llamado primero? ―preguntó, dándome esta mirada extraña.
―Estoy seguro de que está bien ―dije. No lo estaba.
River se reunió conmigo en mi lado del vehículo. Su mano se acercó a mi camisa, donde estaba el cuello, sus dedos recorrieron la línea. La forma en que lo hizo, la forma en que se detuvo allí, me recordó una escena de una película antigua, la forma en que una mujer ajusta la corbata de un hombre.
―Bueno ―dijo―. Supongo que esto es un adiós. ―De puntillas, rozó sus labios suavemente en un lado de mi rostro.
―Te acompañaré dentro ―le dije―. Jesús, soy un caballero.
Se echó a reír, totalmente un sonido que carecía de cualquier tipo de pretexto. Su dedo se apartó de mi pecho, y se mordió la parte inferior de su labio. Pude ver su lengua por el borde, y de hecho me dieron ganas de ser quien lo mordiera.
―De alguna manera dudo eso ―dijo.
―¿Que soy un caballero? ―pregunté, mi ceño fruncido. De repente, estaba ofendido de que no pensara en mí de esa manera. Me encontré preguntándome qué demonios tenía que hacer para demostrar que era, de hecho, un caballero.
River asintió, una sonrisa en las comisuras de su boca.
―Elias Saint, dudo que jamás pudieras ser un caballero.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa blanca de rancho, dejándome preguntándome si era un insulto o un cumplido.
Y me dejó observándola.
Tenía la sensación de que no era el primer hombre que se sentía así.

***

En la puerta principal de la casa del rancho, River llamó. Me coloqué detrás de ella, sintiendo como si estuviera en la escuela intermedia de nuevo, el hijo sucio de un minero de carbón, un no buen chico de un no muy buen hogar. Sabía que June Barton poseía este lugar ahora, y la familia de June no era así. No la conocía, pero sabía eso.
Ella no me conocía, tampoco. No personalmente. Contaba con eso. La última cosa que quería, con River de pie aquí, era que June se diera cuenta de quién era yo.
Una mujer se acercó a la puerta, vestida con un delantal sobre su camiseta y vaqueros. El delantal no hacía mucho en ocultar su embarazo; de hecho, parecía acentuar su creciente estómago.
―Hola ―dijo―. Soy June. ¿Son los Robinsons? No los esperaba, pensé que habían cancelado su reserva. ―Miró hacia atrás y hacia adelante entre River y yo.
―No ―dijo rió y me miró por un momento y pensé que estaba a punto de dar vuelta y huir. ¿Qué demonios iba a hacer en West Bend de todos modos? Pero entonces respondió―: No somos los Robinsons. En realidad, solo quería ver si tenía algo disponible.
June miró hacia atrás y adelante entre los dos otra vez. Hizo una pausa por un momento, sus ojos se estrecharon, y por un segundo tuve el miedo irracional de que me reconoció.
Pero el momento pasó, y June abrió la puerta, haciéndonos señas para que entráramos. En el interior, la casa de rancho se encontraba pintada en blanco y azul, los suelos de madera reluciente. Era un lugar agradable, y me alegré de que este fuera el lugar donde vivía June ahora. Me alegré de que mi familia no fuera responsable de la destrucción de toda su vida.
Estaba feliz de que tuviera esto, a pesar de que no la conocía. Era muy joven en ese entonces, cuando todo sucedió.
Un niño, no estaba seguro de qué edad, un par de años, tal vez, venía dando tumbos por la habitación en pies inestables y June lo levantó en sus brazos.
―¿Qué estás haciendo, Stan? ―preguntó―. ¿Tu padre te perdió la pista?
―No, estoy justo detrás de él ―gritó una voz, y un hombre dobló la esquina, vestido con vaqueros azules desteñidos y una camiseta, con brazos cubiertos de tatuajes. Inmediatamente reconocí uno de los tatuajes como la marca de identificación de un francotirador del Cuerpo de Marines. Estaba bastante seguro de que era Cade. Era joven, cuando todosucedió, solo un niño, pero conocí de Cade más adelante, por su reputación. Sabía que había sido herido en la Marina, conseguido una estrella de plata.
Tenía la esperanza de que no supiera quién demonios era.
―Buenas tardes ―dijo Cade―. ¿Todos ustedes visitan West Bend?
―Yo lo hago ―dijo River―. Él ha venido a...
La interrumpí. ―Solo una visita. ―River me dio una mirada extraña.
―Sabes, te ves tan familiar ―dijo June―. Apuesto a que te pasa esto todo el tiempo, pero te ves como la chica de las películas, la que está en todas esas comedias románticas, ¿sabes de quién estoy hablando, Cade?
Cade puso los ojos en blanco.
―Sí ―dijo―. Sé mucho de comedias románticas.
―Está casada con la estrella de rock, Viper Gabriel. O se va a casar o algo así ―dijo June―. River, eso es. Algo con River. Está en la punta de la lengua. El embarazo me vuelve estúpida últimamente, no recuerdo nada.
River rió. ―¿Puedes guardar un secreto? ―preguntó.
June se inclinó hacia delante.
―Claro.
―Totalmente la conocí una vez ―dijo.
―¿Sí? ―preguntó June―. ¿Eres de California o algo?
River negó con la cabeza.
―No ―dijo―. Pero he viajado por ahí. ―Le entregó a June una tarjeta de crédito y la identificación. Me pregunté si tenían su nombre real en ellas, o si eran falsificaciones.
June llevó su tarjeta a su computadora, hablando todo el tiempo.
―¿Era buena? Parece que lo es.
River sonrió.
―Creo que lo era ―dijo―. Aunque algunas personas parecen tener sentimientos encontrados acerca de ella.
Me aclaré la garganta para cubrir mi risa, y River me miró. June no pareció darse cuenta.
―Tengo camas King Size y una habitación más pequeña con una pequeña ―dijo June―. ¿Está bien la King Size?
―Si se puede, me gustaría alquilar la casa.
June se detuvo, con la tarjeta de River en la mano, a medio movimiento.
―¿Toda la casa?
―Si tienes otros huéspedes, por supuesto, que lo entiendo ―dijo River―. No quiero que muevas nada. Pero si no es así, me gustaría simplemente alquilar todas las habitaciones que de otro modo alquilarías.
La frente de June se frunció y podía sentir los ojos de Cade en la parte posterior de mi cabeza. Tenían que estar pensando que habíamos robado una tarjeta de crédito o algo.
June miró a River durante un largo minuto.
―Son cinco dormitorios ―dijo.
River asintió, pareciendo completamente a gusto bajo el escrutinio. ―Es perfecto ―dijo.
June finalmente apartó su mirada y asintió.
―Creo que la próxima semana entera estaba libre a excepción de la de los Robinson ―dijo―. La temporada de invierno está aquí, así que las cosas son lentas en este momento. ¿Cuánto tiempo te quedas?
―Probablemente voy a estar aquí unos días, depende de las cosas.
June hizo click en un par de cosas en su computadora, y luego levantó la vista hacia nosotros.
―Creo que toda la casa estaría bien entonces.
―Bien ―dijo River―. Eso está arreglado. ¿Hay algún lugar donde pueda alquilar un auto?
―¿No llegaron los dos conduciendo en...? ―preguntó June, luego se detuvo, distraída―. Me olvidé de pedir incluso tu nombre.
La boca de River se abrió y salté antes de que pudiera decir nada.
―E ―dije―. Los amigos me llaman E.
No era cierto. Jodidamente nadie me llamó E.
―Bueno, te voy a dar un recorrido por el lugar, y Cade aquí te puede ayudar con tus maletas si necesitas ayuda ―dijo June.
―No hay maletas ―dijo River. June lideró, y le seguí por el pasillo.
Después de que June nos había dado la gira y nos dejó en una de las habitaciones más grandes, River se volvió hacia mí.
―Bueno, E ―dijo sonriendo―, gracias por el paseo.
Se quedó allí, a centímetros de distancia de mí, y me tomó todo lo que tenía para no besarla. Me dije que era una complicación que no necesitaba. Su situación no era simple, y tampoco lo era la mía. Tenía bastantes complicaciones de las que ocuparme, complicaciones que estaba en camino de enfrentar. Así que me di la vuelta en la otra dirección, lejos de esos ojos brillantes y hermosos labios.
―Nos vemos, River. ―Miré por encima de mi hombro mientras me iba, y me estaba sonriendo.
Me hizo un guiño.
―Nos vemos, Elias.

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