Capítulo dieciséis.

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RIVER.

La luz de la mañana entró por las ventanas, iluminando todo dentro de su fresco resplandor. Deslicé mis dedos a través del pecho de Elias, observándole subir y caer a medida que respirada profundamente, muerto para el mundo. Le eché un vistazo al reloj en el escritorio, siete de la mañana. No podía recordar la última vez que había estado despierta tan temprano cuando no me había ido de fiesta toda la noche o de viaje con la banda de Viper hace un par de años.
Me deslicé fuera de la cama y caminé silenciosamente a través del piso hacia el baño, tratando de ser tan silenciosa como podía cuando abrí el agua para cepillar mis dientes.
Cuando salí, Elias estaba despierto.
―Lo siento ―dije, repentinamente sintiéndome auto consciente, de pie allí desnuda frente a él―. Traté de hacerlo en silencio. No quise despertarte.
―Está bien ―respondió―. Normalmente no duermo tanto en absoluto, de hecho. ―Lo  observé colocarse su pierna y levantarse, escuchándola hacer lugar hasta acomodarse en su lugar. Caminó pasándome por un lado hacia el baño, su polla dura, y me dio una nalgada suavemente a medida que me pasó―. Pero verte desnuda me está despertando ahora.
Cuando salió del baño, se quitó su prótesis de nuevo y se acostó a mi lado en la cama, halando mi cabeza hacia su pecho. No dijo nada, pero podía escuchar su corazón latiendo, rápido, bajo mi oreja.
―¿Cómo la perdiste? ―pregunté.
―DEI, Dispositivo Explosivo Improvisado ―contestó―. Soy... era un UDAE. ―Hizo una pausa, me miró antes de explicar―. Unidad de desactivación de artefactos explosivos. Desactivamos bombas. Desactivábamos, quiero decir. Solía desactivar bombas. Obviamente, desactivé una con mi pierna. Así no es como se supone que lo hagas. ―Se rió, entonces  aclaró su garganta―. Lo siento. Humor negro.
Rodé sobre mi costado, apoyé mi mano ligeramente sobre su pecho.
―¿A dónde fuiste desplegado?
―Afganistán ―replicó.
―¿Ya  no  estás  en  UDAE?  ―pregunté.  Para  alguien  que  no  estaba  en  el  ejército,  ciertamente se veía como uno. Pensé en eso cuando lo vi por primera vez, con el corte de cabello corto, los tatuajes y todo su comportamiento.
Negó.
―Medicamente retirado ―dijo. Sus palabras tenían un cierto disgusto.
―¿No quieres estar retirado? ―cuestioné.
―Maldita  sea,  no  ―comentó―.  Podía  hacer  mi  trabajo  perfectamente  bien  con  la  pierna. Quería ser enviado nuevamente.
―Así que, ¿qué sucedió?
Elias puso sus ojos en blanco.
―Retirado por estrés post traumático, lo cual es mentira ―respondió.
―¿Porque no lo tienes?
―Claro  que  no,  joder,  no  lo  tengo  ―comentó―.  Simplemente  así  lo  llaman  ellos.  Me  retiraron medicamente en lugar de ser dado de baja administrativamente por un patrón repetitivo de insubordinación. ―Enfatizó la última frase y puso sus ojos en blanco, pero continuó  hablando―.  Estaba  en  guardia  limitada  debido  a  mi  pierna.  No  podía  lidiar  con  todos los malditos papeleos que me fueron asignados. Causó más jodidos problemas que cuando estaba en UDAE. Terminé discutiendo con mi teniente, este idiota que nunca había sido enviado, salido del cable jamás.
―¿Salido del cable?
―Así  que,  ¿tienes  una  base  o  un  campamento  cuando  eres  enviado,  cierto?  ―interrogó―. El perímetro es el cable. Soldados que se quedan dentro como él, se quedan dentro durante el despliegue. No entienden cómo opera el mundo real, joder.
―¿Te  sacaron  porque  discutiste  con  tu  teniente?  ―pregunté―.  Esa  parece  una  respuesta bastante dura.
Elias se encogió de hombros.
―Supongo que fue un poco más que simplemente discutir. Lo golpeé en el rostro. Fui  al mástil del capitán por ello. ―Debe  haber  visto  la  mirada  de  confusión  en  mi  rostro,  porque explicó―. Eso es cuando tienes que ir al hombre viejo, el oficial al mando, él decide tu castigo, te baja el rango y esa clase de mierda.
―Así que él te sacó ―dije.
Elias negó.
―No ―declaró―. Eso tiene que ir por los procesos legales. Él me bajo el rango y tuve  que renunciar a mi sueldo, pero no me acusaron de ataque. Debí serlo, pero me dieron un descanso o lo que sea. El capitán dijo que pensaba que yo necesitaba ver un psiquiatra o algo.
―¿Ayudó? ―cuestioné.
―No  estoy  dañado  ―dijo―.  Solo  porque  perdí  mi  pierna  no  significa  que  no  puedo  encargarme de mi propia mierda.
―Obviamente ―contesté. Salió sonando más sarcástico de lo que fue mi intención.
―¿Qué se supone que significa eso?
Me encogí de hombros.
―Nada ―declaré―. Simplemente pareces el tipo de hombres que no confía en nadie.
Entrecerró sus ojos pero no dijo nada. Deliberativamente dejé afuera lo que iba a decir, que era que esa terapia de ira no parecía la peor idea del mundo para alguien que se irritaba tan fácilmente.
―Realmente no es lo mío, confiar en las personas ―dijo.
―Oh, vaya.
Estuvo en silencio por un rato, pero podía ver los engranajes moviéndose en su cabeza.
―Sí  me  pongo  irritable  ―comentó―.  En  el  estacionamiento  de  la  tienda,  no  fue  mi  intención tratarte así por mirar mi pierna.
―No te preocupes ―respondí―. Supuse que es un punto susceptible.
―No  lo  es,  sin  embargo  ―contestó―.  No  en  realidad.  No  me  molesta,  quiero  decir.  Soy más afortunado que muchos de los otros chicos. Es sólo una pierna, de todas formas. Soy malditamente biónico y demás ahora.
Deslicé mi mano por su duro abdomen, luego más abajo, observando su polla responder a mi toque.
―Puede que también sea biónico aquí ―dije, mi intento por aligerar el humor.
Sonrió, haciendo que las esquinas de sus ojos azules se arrugaran. No sabía que estaba cargando exactamente con él, pero se veía como que el peso del mundo estaba sobre sus hombros, hasta que sonreía. Entonces era como si todo se derritiera alejándose.
―¿Quieres  que  te  muestre  algo  biónico?  ―interrogó,  su  voz  baja.  Envolví  mi  mano  alrededor de la base de su polla, la sentí endurecerse bajo mi toque.
―¿Es  esa  una  promesa?  ―pregunté.  Corrí  mi  mano  ligeramente  hacia  arriba  por  su  polla y debajo de nuevo, froté mi pulgar sobre la gota de líquido preseminal que ya brillaba en la cabeza.
―Ven acá y te mostraré ―dijo. Me haló contra sí, su dureza presionándose contra mí y me besó. Cuando deslizó su mano entre mis piernas, me hizo jadear.
―Supongo que te gusta lo biónico.
―Solo  un  poco  ―respondí.  Estaba  empezando  a  pensar  que  me  gustaba  mucho  más  que un poco.

ELIAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora