Capítulo veintisiete.

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ELIAS.

—Has estado aquí deprimido por las últimas dos semanas ―dijo Silas―. Mostrándote en el bar y la mierda. Ya ni siquiera jodidamente bebes, solo asustas a la gente con tu depresión de mierda.
―Jódete ―le dije―. Eres un maldito gorila. Espantar a la gente es algo bueno.
―¿Incluso me contarás qué mierda te dijo? ―preguntó―. Eres tan malditamente críptico sobre el tema. No dices nada al respecto. Incluso debo enterarme que te dejó por uno de esos sitios de chismes.
―No hay nada que decir ―le dije―. Fue como dijiste que sería.
―Bueno, a la mierda esa perra, entonces ―dijo Silas―. Quiero decir, no me gustaría mirar tu feo rostro, pero aun así, que se joda.
―Ya no quiero hablar jodidamente de eso ―le dije―. ¿Últimamente has ido con mamá? ¿Tienes más teorías conspirativas sobre lo que sucede en esta ciudad?
―Todavía mantengo que esa mierda no fue un accidente ―dijo Silas―. Pero lo ignoraré. Si mamá golpeó al cretino en la cabeza con una roca, bien por ella. Se lo merecía.
―Me alegra saber que finalmente eres razonable ―le dije―. Ahora haz que mamá sea razonable.
―¿Sobre qué?
―No sé ―le dije―. Le hicieron una oferta sobre la tierra. No me muestra los papeles. Le dije que necesita consultarlo con un abogado, para ver si es un trato justo.
―De eso estoy hablando ―dijo Silas―. ¿Él muere, y ella recibe una oferta sobre la propiedad?
Suspiré.
―No están relacionados, idiota ―dije―. Ese promotor inmobiliario está intentando comprar muchas propiedades por aquí, alguna empresa minera o algo así. ¿No lees la mierda que sacan los avisos y esas cosas?
―Joder, no.
―¿Quieres ir con mamá este fin de semana? ―pregunté―. A ver si logras que entre en razón, que al menos considere lo que le ofrecen por la propiedad. Me preocupa que pierda la oportunidad de sacar provecho de ese horrible lugar pudiendo conseguir algo, y entonces no tendrá nada. Estoy seguro que no tiene nada.
Una mirada oscura cruzó por el rostro de Silas.
―No puedo este fin de semana ―dijo.
―¿Qué?¿Tienes algo mejor que hacer? ―pregunté―. Ni siquiera trates de mentirme, ya le pregunté a Roger y dijo que no trabajas esta semana.
―Simplemente no puedo ―dijo Silas―. Ocúpate de tus propios malditos asuntos, ¿de acuerdo?
―Está bien ―dije, poniéndome de pie para irme―. Pero también mira si jodidamente puedes hacerla entrar en razón. Iré a verla esta tarde. Eres su jodido favorito. Soy un mal policía. Juega al buen policía.
―Hablaré con ella cuando regrese ―dijo Silas.
―Bien.
No tenía idea qué mierda tenía Silas en marcha, pero fuera lo que fuese, no podía ser bueno. Parecía trabajar demasiado, más aún las últimas dos semanas. La piel debajo de sus ojos estaba oscura, y lucía como si no hubiese dormido en una semana.
Mejor que no sean sus teoras conspirativas las que lo mantienen despierto, pensé.
Por supuesto, dudaba que yo luciera mejor. Verlo era como mirar un espejo.
En lugar de dormir, me encontré vigilando a River como si fuera un acosador de celebridades. Al principio, había tratado de ignorar todo lo que pasó entre nosotros, pretendiendo que nunca sucedió. Pero luego me fui a casa, a mi nueva casa, el lugar que había alquilado, y todo el maldito silencio me afectó.
Debería haberme quedado con mi mamá, pero la idea de volver a ese horrible lugar era jodidamente deprimente, así que alquilé un lugar. Y entonces, con demasiado tiempo en mis manos, no dejé de pensar en River, pensando en qué estaría haciendo ahora, qué estaría usando, su aroma... su sabor cuando puse mi boca entre sus piernas.
No podía sacarla de mi maldita cabeza. Se había instalado allí, y no me dejaría ir.
Estaba en un estudio de cine, alguna comedia romántica acerca de una chica de pueblo y un chico famoso. Irónico, eso. Small Town Love era el título de la misma. Su estudio de cine había emitido una declaración: vino a West Bend a realizar una investigación detallada para su película.
Jodidamente detallada.
Me pregunté si eso es realmente lo que pasó, entre ella y yo. Investigación.

RIVER.

Brandon tomó mi mano, cubriéndola con la suya.
―¿Por qué no vienes esta noche? ―dijo―. Puedes llorar en mi hombro. Retiré mi mano como si me hubiese electrocutado.
―Realmente no busco nada más que amistad ―dije. Brandon, mi coestrella, parecía bastante agradable al principio, todo simpático después que regresé de West Bend y estaba simplemente molesta por tener que estar en el estudio. No me ofendo, había dicho con una sonrisa, cuando le dije que no tenía deseos de estar aquí.
Recientemente se divorció, y dijo que entendía el sentimiento. Sentada en su remolque en este momento, sin embargo, percibía una rara sensación.
Lamentaba ir a su remolque para repasar las líneas, y me arrepentía de haberle hablado de Elias. Brandon se rió.
―No sugería más que una amistad ―dijo―. Pero los amigos aún pueden joder, ¿no?
―Gracias, pero no ―le dije girando para irme―. En realidad, estoy bien con mis líneas. Podemos leer en el estudio.
Sonrió.
― ¿Qué? ¿Ahora solo te gustan los hombres con una pierna? ―dijo, alcanzando mi muñeca. Trate de liberarla de su agarre, pero apretó con fuerza.
―Suelta mi muñeca.
―Vamos, River ―dijo―, no seas tan perra. Viper tenía razón. Dijo que eras frígida.
―No digas una maldita mierda sobre mí. ―Le di una bofetada con la mano libre, y su expresión cambió a una de rabia.
Me empujó contra la pared, y lo único que pude oír fue la sangre bombeando en mis oídos, mi respiración entrecortada.
―Vete a la mierda, Brandon ―escupí las palabras―. ¡Aléjate de mí, carajo!
Brandon manoseó mi pecho, y traté de empujarlo, pero sujetó mis brazos sobre mi cabeza.
―Tal vez el problema es que necesitas a un verdadero hombre para calentarte ―dijo, llegando entre mis piernas.
Luché, tratando de mover su mano lejos con mi pierna, pero empujó sus dedos dentro de mis bragas.
―Definitivamente frígida ―dijo―. Pero puedo hacer que te mojes.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, y grité, pero cubrió mi boca con la suya, forzando su lengua hacia dentro.
―También te gusta un poco duro ―susurró―. Eso es lo que dijo Viper.
Alguien llamó a la puerta, y se abrió de golpe.
―Roger  dijo  que  River  estaba  aquí  leyendo  las  líneas  con...  ―Se detuvo retrocediendo―. ¡Oh, lamento interrumpir!
Grité, esta vez a todo pulmón, y Brandon miró atónito por un momento, dejándome ir.
La miembro del equipo, alguien a quien no conocía, se quedó ahí, mirando, inmóvil. Pero su presencia fue suficiente.
Le di un rodillazo a Brandon en las bolas tan fuerte como pude. Entonces tomé lo más cercano a mí, un jarrón de flores sobre una mesa, y se lo tiré a la cabeza.
Se agachó.
―Perra ―gritó, doblado mientras se abalanzó sobre mí, sin soltar sus bolas―, espero que estés jodidamente contenta que no me golpeó.
Los ojos de la miembro del equipo estaban muy abiertos, pero tomó mi mano y me sacó por la puerta.
―Él fue quien jodidamente me atacó. ―Mis palabras salieron en jadeos, mi respiración entrecortada. No podía obtener suficiente aire.
Sostuve su mano, sintiéndome mareada.
―No quiero estar aquí ―dije, antes de colapsar sobre el pavimento.

ELIAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora