Honestamente

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Agotamiento, cansancio, deseos de relajar el cuerpo y la mente, esas cosas invadían los pensamientos de Natalia. Al atardecer, después de buscar los resultados de las pruebas de ADN en el hospital, finalmente sus pies entraron en territorio propio; en casa. Caminó a paso lento hasta su habitación con el objetivo de encontrar a Javier, lo cual no consiguió hasta dirigirse hacia la habitación de Samantha. Allí se detuvo en el marco de la puerta mientras escuchaba con atención el cuento que le leía; al mismo tiempo, contemplaba los ojos cerrados de su tierna niña.

- ¿Sueños feos de nuevo? - sonrió Natalia cuando Javier dejó de leer.

- Así es. Dragones que atacan castillos esta vez - rieron ambos. - ¿Qué tal tu día? - se levantó para darle un pequeño beso en sus labios.

- Agotador. Vendí la casa.

- ¿La mansión?

- Si.

- Entonces estás contenta, supongo.

- Un poco - una sonrisa de lado se pintó en su rostro.

- Cielo, es normal que lo extrañes o que te sientas mal por hacer todo esto. Se te va a pasar - acariciaba su brazo.

- Hay algo que quiero hablar contigo. ¿Podemos ir a la cocina?

- Por supuesto - juntos tomaron rumbo a la cocina. - Bueno, tú dirás.

- Javier, recuerdas las tontas pruebas de sangre que insistí en hacernos.

- Claro, ¿buscaste los resultados?

- Si - respondió cabizbaja.

- ¿Pasó algo malo, Natalia? - se acercó tomando sus manos.

- Es que... Es difícil. Todo está bien, pero honestamente, no eran para verificar si estábamos sanos. Lo cierto es que mandé a hacer unas pruebas de ADN.

- ¿Por qué? ¿No confías en mí? - levantó su rostro colocando el índice debajo de su mentón.

- ¡No! Quiero decir, si. Es sólo que... ¿Recuerdas la noche de mi despedida de soltera? Pues... - tragó grueso. - Esa noche... Estuve con Arturo... Y con estar, me refiero a...

- No digas más - la interrumpió. - Comprendo. Ya lo sabía.

- ¿Qué? - abrió los ojos como luna llena.

- No estaba del todo seguro, pero cuando Julieta me dijo que habías llegado tarde esa noche al hotel, sólo esa opción vino a mi cabeza. Entonces decidí esperar a que me lo dijeras - sus ojos se llenaron de lágrimas. - De hecho, no creí que aceptaras casarte conmigo, pero cuando lo hiciste quise pensar que las cosas eran distintas. Sin embargo, - levantó el dedo índice señalándola - también sé que nunca has dejado de amar a Arturo.

- Javier, yo...

- No. Escúchame. Si vas a pedirme perdón, no es necesario. Sólo quiero decirte que amé a esos niños desde que estaban en tu vientre; cuando los vi, supe que no eran míos, es decir, siempre decían que se parecían a ti. Tuve una esperanza al saber que eran gemelos, pensé: son como Julieta y yo, hasta que los observé detalladamente.

- ¿Por qué no dijiste nada?

- Porque, como ya dije, los amo y voy a cuidarlos al menos hasta que sean mayores de edad. Si tú me pides que me vaya, lo haré. Pero no me pidas que no los vea o que me olvide de ellos porque, honestamente, será una misión imposible, Natalia.

Condenados por el amor |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora