Ámame u ódiame

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Volviendo una vez más a su vida rutinaria, Natalia y su familia regresaron a Italia una semana después, como estaba planeado. Desde entonces, Samantha había estado buscando a través de Internet algún curso o escuela de fotografía, pero aún no podía decidir dónde deseaba estudiar; sus pensamientos mantenían la imagen de Louis, ese chico de ojos cafés y cabello castaño que conoció en Londres.

Algunos días después de haberse reinstalado en su humilde morada, el timbre se hizo escuchar en los alrededores, haciendo que Natalia se dirigiera hasta la puerta.

- ¿Andrea?

- Hola, Natalia – sonrió.

- Pero, ¿qué demonios?

- Es bueno tenerte de vuelta.

- Oye, no puedes venir así como así – salió y cerró la puerta.

- ¿Por qué? ¿Escondes un muerto ahí? – rio.

- Por supuesto que no, pero... Las cosas son diferentes.

- Lo sé. Oye, lamento lo de tu padre, no me sentía bien para ir a su funeral. Creí que no era correcto.

- No te preocupes, ya pasó.

- Quiero hablarte, ¿podemos ir a algún lugar?

- ¿Qué tal si caminamos?

- Eso es aún mejor.

- Bien. Hagámoslo – dijo tomando su brazo.

- Arturo me dijo que fuiste a Inglaterra.

- Francisco, querrá decir.

- No. Arturo. Él miente.

- ¿De qué habla?

- Déjame adivinar. Te contó la conmovedora historia de que fue a buscar a su hermano drogadicto.

- Si. ¿No es así? – se detuvo a mirarla fijamente.

- Verás, Natalia. Hace tiempo, éramos una familia grandiosa hasta que Arturo comenzó a tener comportamientos agresivos – suspiró. Mi esposo y yo decidimos llevarlo a un especialista, quien le recetó algunos medicamentos y sugirió que inscribiéramos a nuestro hijo en algún deporte donde pudiera drenar toda su violencia.

- Entiendo – tragó grueso.

- Lo que pensábamos que era bueno, se convirtió en nuestra perdición.

- ¿Por qué?

- Pues, Arturo tenía a esta chica llamada... No puedo recordarlo. Ah si, Tatiana.

- ¿Tatiana?

- Si, cuando él la conoció, decidió abandonar el boxeo y dedicarle todo el tiempo del mundo ya que ella se convirtió en su vida. Pero... Un día... Él descubrió que ella... También estaba con su hermano.

- ¡Dios mío! – cubrió su boca con ambas manos.

- Así es. No mencionó nada, pero estaba muy extraño durante la cena. Me contó que leyó en el celular de Francisco que se encontraría con Tatiana, por lo que los siguió con una pistola que guardaba su padre en caso de emergencia. Cuando los encontró... Él...

- Disparó – apretó los labios.

- Si. La culpa que sentía era terrible y se disparó en la pierna para sentir el dolor que merecía sentir, según él. Lo que quiero decir es que ninguno de mis hijos estuvo en las drogas jamás, mi esposo salió a buscar a nuestro hijo agresivo. Cuando Arturo sintió que alguien venía, también le disparó; estuvo años yendo a un psicólogo y él nos explicó que era normal que se hiciera pasar por la persona que era su hermano o como él le llamaba, el gemelo bueno.

Condenados por el amor |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora