************
- ¿Qué demonios ha sido eso? – preguntó Tatiana al escuchar un ruido.
- No lo sé, tú sólo bésame – Francisco tomó el rostro de la chica para unir nuevamente sus labios.
- No me siento bien haciéndole esto. Tenemos que decirle.
- Lo sé. Prometo que mañana se lo diremos juntos – tomó sus manos.
- ¿Oíste eso? Pareciera que alguien estuviera ahí.
- Déjame ver. Quédate aquí – dijo saliendo de la habitación de la casa de Tatiana.
- ¿Frank? ¿Frank? – preguntó al oír un disparo. – Francisco contéstame. ¡Ay por Dios! – se quedó inmóvil al ver a Arturo parado en el pasillo y a su hermano muerto en el piso. – ¿Qué carajo hiciste?
- No te muevas – advirtió Arturo.
- Arturo, por favor, baja el arma.
- No.
- ¡Baja la maldita arma!
- Lo siento – disparó.
************
- ¿Doctor? – el cliente trajo a Arturo de vuelta a la realidad.
- Perdone, estaba pensando. ¿Qué me decía?
- Pues, mi hijo mató a alguien y necesito que le reduzca la condena.
Desde afuera, Samantha al fin había tocado el timbre. Andrea, al notar que Arturo no tenía intenciones de encargarse de abrir, ella fue hacia la puerta, encontrándose con una Natalia joven de ojos claros inmensamente parecidos a los de su hijo.
- ¿Hola? – sonrió Andrea.
- Hola. ¿Esta es la casa de Arturo Di Gennaro? – preguntó insegura.
- Si, querida. ¿Tienes cita? ¿Qué se te ofrece?
Y sin pensarlo tan siquiera un milisegundo, Samantha entró sin pedir permiso o preguntar. Siguió la voz que había escuchado solamente una vez mediante una llamada mientras que Andrea intentaba detenerla.
La puerta del estudio se abrió, dejando a la luz a una pelinegra asustada y apenada. Arturo se levantó lentamente de su silla, quedándose perplejo al ver el gran parecido que tenía a Natalia.
- Disculpa, ¿quién eres tú? – preguntó el abogado.
- Necesito hablarle. Yo lo llamé hoy.
- ¿Violeta? Habíamos quedado en que nos veríamos mañana.
- Lo sé, pero lo mío no es un asunto legal.
- Entonces no puedo ayudarte. En fin, ¿en qué estábamos?
- ¡Yo creo que usted es el único que puede ayudarme! – exclamó acercándose y golpeando su escritorio.
- ¿Perdón? – miró confundido.
- Por favor, escúcheme. Es muy importante – lo miró fijamente con los ojos cristalizados.
- Bien. Nos vemos mañana – le dijo a su cliente estrechando su mano con la de él. – Lo siento. Ahora bien, – miró a Samantha – ¿qué mierda quieres tú? Ni siquiera te conozco.
- Tiene razón. Ni siquiera yo lo conozco la verdad, pero sé que mi padre me dijo que hablara con usted.
- ¿Tu padre? ¿Quién es tu padre?
- Lo cierto es que... No soy Violeta. Mi nombre es... Samantha Zacarías Stracciatella.
- ¿Tu madre es... Natalia Stracciatella? – tragó grueso.
ESTÁS LEYENDO
Condenados por el amor |COMPLETA|
Roman pour AdolescentsHoy estan enamorados y al día siguiente repentinamente estan condenados a estar solos. Únete a la condena de Natalia, Sebastián y todos los que rodean su mundo, enamorándote de cada una de las historias que se esconden detrás de los personajes de es...