No sabía dónde ir. Podría dirigirme a la casa de la Tía Spencer, pero ella seguramente iba a terminar confesando que yo estaba allí. Quedarme en lo de Tessa era imposible, dado que su casa era un departamento pequeño, y su madre, la mejor amiga de la mía, le iba a contar.
Tuve una idea brillante. ¿Qué tal si iba a aquel famoso hotel carísimo 5 estrellas? Podía pagarlo con mi extensión de la tarjeta, después de todo ellos se habían buscado que me vaya de la casa.
Instalarme en una de las mejores suites siempre había sido mi sueño. Aquello parecía un apartamento de lo grande que era, cama matrimonial, como tres televisores, una ventana con vista al mar (sí, me había ido a las afueras de la ciudad) En fin, el sueño de toda persona que vacacionaba. Además, el hotel contaba con piletas climatizadas, jacuzzis, zaunas y con un spa genial. El combo perfecto para olvidarme de mis problemas. El tema seria que cuando la factura de los gastos llegase a mi padrastro, iban a saber dónde estoy. Así que tenía que tener una estrategia. Cada dos semanas tenía que ir cambiando de hotel, o lugar donde paraba. Obviamente siempre podrían cancelarme la tarjeta o sacarme todo el dinero, pero esos son detalles minúsculos.
Mi primer compra fue una bikini nueva y unas havaianas, al diablo, vamos a fundir esa tarjeta.
Pasé varios días disfrutando del servicio al cuarto, los enormes y deliciosos desayunos, los masajes y tratamientos. No me preocupaba en lo más mínimo que mi padrastro le agarrase un infarto al ver el resumen.
Mi madre, Ian, Tessa y hasta Emily me habían llamado. Estaba cansada de mi ringtone que sonaba cada dos segundos, así que apagué el teléfono y lo guardé en la caja fuerte. No iba a tocarlo por varios días. Que carajo me importaba que pensaran que estaba muerta. A pesar de todos los gustos que me estaba dando, es así como me sentía, muerta.
Ya había pasado por tres hoteles. Llevaba un mes sin ver a nadie. Con respecto a las clases le mande un mensaje a Aria pidiendo que se acercase a la escuela a comunicarse que me habían quedado secuelas de la internación y que era peligroso ir a un ambiente cerrado donde estaban expuestos miles de adolescentes, quienes seguramente se contagiarían. Dijeron que no tenían problema en que no vaya, me mandaban todos los días las actividades por mail, yo las resolvía y las mandaba. El único problema sería cuando tuviera que acercarme obligatoriamente a rendir los exámenes finales. No sé si algún día iba a estar preparada para volver a verle la cara a todos esos imbeciles.
Un día más en el Hilton Hotel. Me desperté en mi enorme y cómoda cama y me dirigí al espejo gigante que había en el baño. Me miré detenidamente. La realidad es que nunca me había fijado mucho en mi imagen. Mido 1,65 m, la verdad es que soy bastante delgada y no es por presumir pero no me falta nada, excepto un poco de culo. Lo que más llamaba la atención de mi eran mis ojos celestes, tan claros como las nubes. Era lo único que había heredado de mi papá, además de su poco sentido del humor. Miré mi cabello, era morocho, como cualquier otro. Me puse a pensar en eso. Yo era como todas las demás adolescentes, me sentía una mancha más en un tigre, pero eso tenía que cambiar. Debía llamar la atención, identificarme del resto. Que me reconozcan no por ser la menos popular, si no por haber hecho algo que realmente sea digno de recordar. Lo primero que se me vino a la mente fue un tatuaje. Sí, me iba a tatuar.
Nadie se iba a imaginar que una chica como yo terminó en un local, con una aguja clavándome la piel mientras inyectaba tinta en mi muñeca. Decidí tatuarme un plano del mundo, porque eso era lo que quería recordarme a mí misma todos los días, viajar todo lo que pudiera, dejando atrás mi pasado y creando nuevos momentos en las mejores ciudades del mundo.
Aún seguía en pie el viaje que iba a haber con Ian. Muchas veces, en pleno ataque de histeria, había querido llamar a la empresa de viajes y cancelarlo. Pero me di cuenta que podía hacerlo igual, sin él. Mi vida había estado en sus manos y no le importó. Así que para nada me voy a preocupar en él.
Si me miraban ahora era una persona completamente distinta a la que era hace unos meses. Mis ojos siempre se encontraban teñidos en bronca y rencor, mi mirada se había vuelto oscura, con cara de pocos amigos, había adelgazado, pero eso no me preocupaba mucho. Tenía un tatuaje, me había alisado el pelo completamente, haciendo que mis ondas naturales desaparecieran. Cambié de look drásticamente, de pantalones holgados con sweaters enormes había pasado a jeans y pantalones tiro alto, con tops de todo tipo de colores y una campera de cuero negra que nunca podía faltar. Lo que no había cambiado eran mis zapatillas Adidas Superstar. Que antes no supiera maquillarme es una completa ironía, ya que vivo todo el día con la cara pintada, con sombras oscuras y mucha máscara en las pestañas, con labiales intensos. Parecía una persona completamente distinta. Si mi yo anterior no había funcionado, entonces al diablo con ella y hola a la nueva Allison. Una chica oscura, con muchos secretos y dispuesta a meterse en una gran cantidad de problemas. Una vez dejé mi corazón en manos de los demás y lo destrozaron, dos veces no iba a suceder. Ese es el motivo por el cual era mucho más fría que en el pasado, dejando que nadie se me acerque.
Estos pueden ser los motivos por los cuales, cuando llegué al Instituto todos quedaron boquiabiertos. Lo más probable es que recordaran mi fracaso amoroso, pero estoy segura que nadie se esperaba ver a Allison Collins de esa manera. La dulce chica traga libros se había convertido en su propia pesadilla, a lo que siempre había querido luchar. Que ironía.
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Problemas atípicos de una adolescente
Novela JuvenilUna vida difícil, una familia desunida, un amor no correspondido y más cosas llegarán a enloquecer a Allison a tal punto de preguntarse por qué aún sigue con nosotros. Los días se vuelven complicados, sin distinguir ningún rumbo a donde ir. Pero sie...