Abrí los ojos y me encontré en mi casa de cuando vivía sola con mamá, sin su marido e hijas. Tenía mi pollera preferida, unas medias de princesas largas, mi remera de unicornio rosa y las sandalias que solo usaba para ocasiones especiales. Estábamos preparándonos para ir a al cumpleaños de una compañera mía del jardín de infantes. Yo solo tenía seis años. Ella se encontraba sentada en el escritorio junto a su computadora mirando fotos guardadas en CDs. Pasé corriendo con un vaso con Coca Cola, y como las sandalias me quedaban grandes, sin queres volqué el líquido en uno de los CDs. Ella me gritó muy fuerte y me pegó, como lo hacían en las películas. Ella siempre me decía que eso lo fingían, que no pasaba en la vida real, pero terminó ocurriendo, y me moría de miedo. Me escondí en el placard cantando una canción que había aprendido hacía poco hasta que se calmó. No supe hasta luego de un par de años que esos CDs contenían fotos de nuestra vida con papá en España, y por eso la entendí y perdone.
La segunda vez que me golpeó fue cuando salí de casa con mis amigos a los diez años, sin su permiso. La realidad era muy distinta, ella me había asentido con la cabeza mientras que hablaba por teléfono cuando se lo pregunté. Luego de un par de minutos y no me vio se desesperó y llamó a todas las mamás del curso, haciéndome quedar pésimo con mis amigos. Cuando por fin llegué a casa ella me estaba esperando sentada en el sillón. Apenas entré me agarró de la oreja y me tiró hasta mi habitación. Comenzó a gritarme y pegarme cachetazos en las mejillas. Yo lloraba del miedo que le tenía. Cada ve que se enojaba se transformaba en una persona muy distinta a la mama dulce que me cantaba canciones para que me pudiera dormir. Luego de ese día las cosas nunca volvieron a ser las mismas. ¿Recuerdan que les dije que mi mamá no aceptaba otra calificación que no fuera 9,5 o 10? Bueno, comenzaron los exámenes difíciles, y cada vez que traía un ocho a casa yo sabia como iba a terminar la situación. Cada día perdía un poco más la confianza en mi mamá, yo entendí que es muy difícil criar a una hija sin un marido. Para colmo a veces caía en un poso depresivo, y hasta hubo veces en las que se quedaba inconsciente por tomarse muchas pastillas y yo tenía que llamar a la ambulancia de urgencias. Por esos motivos siempre la perdonaba y trataba de esforzarme cada vez más para darle todos los gustos. Sin embargo, por más que me mostraba fuerte frente a ella, todas las noches lloraba. Lloraba sin parar, tratando de buscar algún motivo para despertar al día siguiente.
Un día, hace un par de años, mi madre se había peleado con uno de los ex novios que tuvo antes de conocer a John. Sus peleas eran sinónimo de tirarme la bronca a mi y hacharme todas las culpas de sus problemas. Ese día me dijo que cocinara yo, pero le dije que no sabía prender la hornalla. La verdad es que siempre le tuve miedo al fuego, por eso le pedí que la prendiera ella. Entonces enloqueció, me golpeó, me dijo que era una inútil e inservible y cosas por el estilo. Como estaba cansada de escucharla, mascullé que era una enferma, pero como la suerte nunca está a mi favor ella lo escucho. Como era de imaginar me pegó más fuerte aún, me dijo un montón de cosas, me amenazó con mandarme con mi papá a España y me sacó mi celular. Lo revisó y encontró una conversación en la que hablaba mal de ella con Emily. Esas semanas fueron las peores de mi vida. Yo rezaba esperando que se vaya al trabajo lo más posible para no tener que enfrentarla, fingía estar dormida para no verla, pero a ella no le importaba y me daba patadas, cada vez que la veía temblaba del miedo. Me decía que yo no era digna de ser su hija, que maldita la hora que me había tenido. Lo peor fue cuando me dijo que mi abuela nos tendría que haber dejado en España, esperando que alguien nos matara por las deudas de mi papá. Sacaba todas las fotos mías de la casa y las metía en una bolsa. No me dejaba comunicarme con nadie, me hacía no contestar las llamadas. Creo que la situación más dolorosa fue cuando arrancó el árbol de Navidad de su maceta y me golpeó con él. Tenía astillas clavadas en las manos y rasguños que sangraban mucho. Quería escapar de ahí ya mismo, pero mi tía Spencer y su familia estaban de viaje, no tenía ningún lugar a donde ir. Solo me quedaba una opción, la peor de todas. Una tarde que ella estaba en el trabajo no lo soporté más, y me llevé las manos al cuello. Apreté con mucha fuerza, pero era en vano. Mi cerebro y mi corazón se negaban a dejarme morir. Pensé en lo mucho que me faltaba vivir, así que dejé pasar el impulso, dormí un rato y soporte nuevamente a mi mama cuando regresó. Nunca me había arrepentido de no haber seguido, hasta hoy.
Todo eso había sido la peor pesadilla del mundo. Las imágenes volaban en mi cerebro, atormentandome. Siempre trataba de olvidar esos momentos horribles. Desde que mi madre se había casado con John me trataba solamente bien, hasta hace un par de días. Nadie la conocía como era realmente, yo sola. Podía fingir muy bien ser una mujer tranquila y adorable, aunque por dentro fuera una miserable y horrorosa mujer. Siempre tuve bien en claro algo, hay que saber diferenciar los problemas personales de la gente que nos rodea, no podemos hacharle la culpa del sufrimiento que tenemos a los demás. Si quieren una manera de descargarse hagan kick boxing o salgan a correr gritando, no lo sé, pero nunca se aprovechen de los que tienen cerca. Mi madre me había utilizado como bolsa de papas cada vez que enloquecía. Me dije a mí misma que nunca iba a tocar a mis hijos de esa manera, y tampoco se lo iba a permitir a ella.
Miré el algo edificio en el que me estaba hospedando esta vez. Respire hondo y me di cuenta de que me costaba el hecho solamente de vivir, de seguir en este mundo tan cruel rodeado de gente tóxica. Es por eso que saque el celular para mandar un par de mensajes de despedida.
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Problemas atípicos de una adolescente
Teen FictionUna vida difícil, una familia desunida, un amor no correspondido y más cosas llegarán a enloquecer a Allison a tal punto de preguntarse por qué aún sigue con nosotros. Los días se vuelven complicados, sin distinguir ningún rumbo a donde ir. Pero sie...