O N C E

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―Tienes cabello de Maruchan con sangre ― no tengo ni la mínima idea de lo que es una Maruchan

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―Tienes cabello de Maruchan con sangre ― no tengo ni la mínima idea de lo que es una Maruchan.

―Gracias ―le digo, mientras pincho con el tenedor mi último vegetal.

―No era un piropo, era una crítica ―responde el chico que tengo a mi izquierda.

¿Qué se supone que tengo que decir ahora? Mejor aguardo mis palabras, ya me canse de discutir con este hombre.

―Ahora estás enojada ―concluye.

―No estoy enojada ―protesto ―sólo estoy cansada.

―¿De qué? ¿De dormir como si no hubiera un mañana?

―No.

―¿Entonces de qué?

―Supongo que ya te han dicho que eres muy cotilla ¿no? ―estoy siendo muy borde pero me irrita que no pare de hacer preguntas cuando estoy comiendo.

―¿Te vas a comer el filete o seguirás mirándole como si fuera la peor comida del mundo?

―No me lo voy a comer, aún no estoy lista para esto ―en realidad sigo planteándome la opción de dejar de ser vegana por el resto de mi vida.

―Hablas como si para comer pescado fuera necesario tener un doctorado en ello; ya que no te lo vas a comer ¿me regalas tu filete? ―levanta y desciende sus cejas.

―Sí, supongo ―respondo con miedo a que me tome el pelo de nuevo.

―Gracias ―susurra mientras toma mi plato y lo coloca encima del suyo que ya está vacío; sujeta su tenedor y empieza a comerse el dichoso filete.

En serio, que hoy ha sido un día muy extraño. Nunca nadie se había comido mis sobras ni siquiera mis gatitos.

Todos en la mesa están platicando con alguien de a lado y me alegro de que al parecer todos se la lleven bien. Me siento como una persona normal que pasa desapercibida y eso es genial, que puede comer en un restaurante sin tener que estar vigilada.

―La comida no se desperdicia, niña ―advierte, y siento como si yo fuera una chiquilla y él un padre que regaña a su hija.

―No tienes que sermonearme ―replico.

―Claro, como tú lo tienes todo crees que los demás también; tú no sabes lo que es tener hambre y no tener recursos para comer, tú no sabes lo que es ver a tu familia contenerse el hambre por falta de plata. Así que te pido que si ya no quieres que te sermonee ya no desperdicies la comida, y si lo haces no quiero verlo —alza la voz.

Creo que guardar silencio es la mejor opción que tengo en este instante. Además tiene razón.

Mariel pide la cuenta y no me permite pagar.

―Me gusta tu cabello de zanahoria ―confiesa el chico malo mientras comienza a peinarlo en una trenza ―lamento si te hable mal hace un rato ―susurra cerca de mi oído con un tono más tranquilo.

―Tienes razón ―carraspeo, no estoy acostumbrada a esto en absoluto ―respecto a la comida y eso, yo también lo lamento.

―Tu trenza está lista.

―Gracias ―digo mientras toco mi cabello ya peinado y choco con su mano en la punta de mi cabello, me siento como si alguien me hubiera captado in fraganti y retiro asustada mi mano en cuanto antes, nunca he tenido contacto de piel a piel con un hombre así que todo esto me espanta.

―¿Cómo te llamas? ―interrogo intentando quitarle esta telaraña de incomodidad al asunto.

―No finjas que te importo cuando has dejado claro que te doy asco ―la silla en la cual está sentado da un fuerte chirrido y se levanta a presuroso hacia la puerta.

Genial ¿ahora qué hice mal?

Al cabo de unos minutos el camarero vuelve con la tarjeta de Mariel y se la entrega, todos los presentes en la mesa se levantan y salen por donde entramos, escucho unas risas por aquí y comentarios por allá. Y me doy cuenta una vez más que el mundo no gira a mí alrededor ya que todos tienen su vida y sus ocupaciones, supongo que a veces exagero las cosas y me hago la importante lo cual no es correcto.

Camino sola de camino a casa y siento un poco de arena colarse por mis tenis. Mariel estaba parloteando con un chico así que me aferro a mí misma y continuo caminado con la cabeza gacha por la playa.

―¡Hey tú! Julie ―una voz que nunca había escuchado recita mi nombre. Busco con la mirada al autor de aquel grito y se acerca un muchacho al que no había visto antes por aquí o en la cafetería.

―Tú sabes mi nombre ―declaro y esto me pone los pelos de punta ya que nadie sabía mi nombre a excepción de Mariel, Sebastián y Lia.

―Sí, sé mucho sobre ti ―confiesa y debo decir que me siento acosada ―pero ese no es el punto ahora. Te quiero ―valla, mi corazoncito reacciona rápidamente ―pedir disculpas ―ya me había ilusionado ―por lo tonto que puede llegar a ser mi hermano.

Su hermano... el chico malote de la cafetería el que traía una pistola. ¡UNA PISTOLA! ¡UNA PISTOLA! Entonces él es Zach... ¡dios mio! Casi olvido la nota que escribió para mí.

―¿Tú eres? ―sin querer me tomo mi tiempo para hablar, y aunque ya me sé su nombre de memoria me atrevo a preguntar para ganar tiempo para pensar.

―Zachary, pero dime Jorge ―sonríe y su dientes brillan aún en la oscuridad.

―Muy bien Zach, disculpa Jorge, ya todo está bien no tienes que disculparte por lo que hace tu hermano.

―Siento que debía, y puedes decirme "Zach", en ti suena lindo ―y deja caer la barbilla mientras camina mirándose el calzado. Al igual que yo hace unos instantes.

Asiento y siento incomodidad y a la vez una energía que me atrae a él.

Sin pensarlo miro mi mano que está próxima a la suya y siento una extraña necesidad de tomarla. No es como lo que sucedió hace rato con el chico malo, está vez es algo aún más raro, es como si en verdad mi vida dependiera de tocarle la mano y enredar mis dedos entre en los suyos como en las novelas.

―¿Lo sientes? ―pregunta, aún con la mirada por los suelos.

―¿El qué? ―contesto relajada, me hago la loca, aunque por dentro ruego a que se refiera a este magnetismo que me mantiene cerca de él.

―La química que hay entre nosotros ―debe ser muy valiente para decirlo, no como yo, toda una cobarde que huye cuando siente algo extraño ―debo admitir que me cautiva esta fuerza que me obliga a estar cerca.

―Yo siento lo mismo ―confieso ―sé que debo alejarme porque todo esto me asusta pero al mismo tiempo quiero saber si esto es correspondido ―mi lado valiente sale a flote y por primera vez tengo una "química correspondida".

Toma mi mano entre la suya, su áspero tacto me hace reaccionar y sentirme más viva que nunca.

Casate conmigo |PAUSADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora