Las nubes opacan el resplandor del astro rey por la ventana, mis párpados comienzan a reaccionar a la luz. Del otro lado de la puerta se encuentra alguien haciendo ruido, entra y aún con los encantos de Morfeo sobre mis sentidos puedo percatarme que es Abad.
―Levantate costal de huesos flacos. ―arranca la manta que cubre mi cuerpo e inmediatamente me coloco en posición fetal para conservar el calor de mi cuerpo. ―No dejaré para después mi venganza, levantate floja. ―toma mis tobillos con la palma de sus manos y tira de ellos. No me gusta que me despierten, seguramente si Abad continua así tendré un humor de perros durante toda la mañana.
―Ya. ―murmuré. ―Deja de molestar y vete para que pueda dormir.
―Son las siete cincuenta y seis de la mañana. En cuatro minutos debes estar afuera o nuestra nave se irá. ―se vuelve hacia el closet y saca ropa al azar, unas cuantas las lanza a la cama y otras las guarda en una mochila.
―¿Nave? ―pregunte. ―No quiero navegar; quiero dormir, Abad. ―protesté tapando mi cara con las manos.
―No hay nada divertido en estas cuatro paredes, dormir no es entretenido ¿Te levantas y te cambias por tu cuenta o comienzo por quitarte la pijama? ―aún con la cara cubierta pude imaginar su mirada picara sobre mí, burlándose como suele hacerlo todo el tiempo. ―Me fascina tu iniciativa pequeña princesa holgazana, sería un placer ver lo que escondes debajo de tu ropa santurrona e invernal. ―Abad toma las orillas de mi pantalón de pijama y comienza a jalarlo logrando su objetivo, deja al descubierto la orilla superior de mi prenda interior. Esta situación me está tocando las costillas, causando que pierda los estribos, me levanto tan rápido como puedo y lanzo mi almohada contra él. ―¡Vaya que la princesa está de buen ánimo! ―ríe mientras toma la mochila que ha sacado de mi closet. ―Te quedan dos minutos, pelos de elote. ―se desternilla a carcajadas de su maldito chiste al que sólo él puede hallarle sentido, y le lanzo otro almohadón. Lo tomo por los hombros y logro sacarlo de mis dominios. No hay más remedio que seguir con esto y cumplir la parte de la apuesta que me corresponde.
Me coloco el pantalón que Abad ha sacado para mí, la blusa lisa color blanco que está tendida en la cama cae por mi dorso, tomo una sudadera que se cuela por mis brazos aliviando mi perdida de calor; busco mi par de tenis por toda la habitación pero no hay rastro de ellos.
―Te quedan cuarenta segundos. ―grita del otro lado de la puerta.
―No encuentro mi par de tenis. ―protesto exasperada por su odiosa manía de contar el tiempo.
―No estamos en la ciudad Julie, ponte sandalias. ―recomienda, aunque su voz en mi cabeza suena como un sermón de mamá. Sin embargo aunque quisiera no obedecer su conveniente consejo, finalmente declino por ponerlo en práctica aunque me sienta estúpidamente sumisa.
Reparto besos para mis gatos que tienen la dicha de seguir durmiendo, luego me dirijo hacia mi mejor amiga que está profundamente dormida entre sus sabanas.
―Si en once segundos no sales por esa puerta, te sacaré a mi manera. ―advierte, llevando al límite mi paciencia, es como tener a mi madre versión masculina: siempre dando órdenes.
En la mesita de Mariel tomo un lápiz y escribo una nota con mi típica caligrafía rápida y difícilmente legible en su libreta:
No sé la hora de mi llegada. Cuida a Holmes y Watson. Estaré bien, saldré con Abad a dar un paseo, mi celular está muerto así que si necesitas algo ya sabes que hacer.Jul.
La puerta comienza a abrirse justo cuando coloco mi recado en la mesita de Mariel. Camino rumbo a la salida con parsimonia, con toda la intención de provocar la cólera en Abad. Me lanza la mochila cuando estoy cerca, con rápidos movimientos que aún no logro calibrar por mi repentino despertar, me toma por las caderas dejándome recostada en su hombro derecho, meciéndome al compás de su ritmo al bajar las escaleras como mi único ángulo visual: su espalda baja.
―Te odio. ―dije, al notar que mi lucha contra su espalda con mis puños no surtía efecto.
―Eso me dicen todas al principio, pero siempre terminan amándome como loquitas. ―dice como si estuviera alardeando su último premio nobel de la paz frente con la intención de impresionar con sus inexistentes logros.
―Deberías bajar dos cosas en estos momentos. ―tomo aire, ya que esta posición me está dejando sin oxígeno. ―Para empezar mi cuerpo y tu elevado e irrazonable ego. ―sugiero con tono publicitario, como el que usan las chicas de marketing en los anuncios para convencerte que compres sus productos.
***
Volví 7u7
Gracias a todas las que se preocuparon por mí, gracias a ustedes recibí la motivación necesaria para volver.
Creo que merecen saber mis motivos por los que me desaparecí por más de un mes pero no quiero aburrirlos :vDejando de un lado mi comercial, hace como dos meses me inscribí en unos premios que organizó una editorial (por primera vez estaba participando y para ser sincera no creí que ganara los primeros lugares) en la categoría "más leída de tu perfil". Y hoy entregaron los resultados de las tres mejores historias (gracias Allery por avisarme :v) y quedé en segundo lugar 7u7, fue maravilloso y sorprendente (no me lo esperaba, la verdad) y todo gracias a ustedes.
Agradezco infinitamente a ustedes que esperan y leen, comentan y me dan felicidad a grandes dosis.
Acá les dejo el link de los premios:
https://my.w.tt/UiNb/nctAYeinfHLamento haberme extendido tanto :'v
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Casate conmigo |PAUSADA|
Romansa>. >. Julie Navidad Morris Dasher una aficionada de tiempo completo a la literatura se encuentra en un grave problema cuando su madre la obliga a casarse. Pero contraer matrimonio es la ilusión de toda mujer ¿no? Definitivamente no, para Julie no l...