D I E C I N U E V E

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Me doy un pequeño pellizco en la piel para cerciorame nuevamente, que esto no es una alucinación

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Me doy un pequeño pellizco en la piel para cerciorame nuevamente, que esto no es una alucinación.

―¡Tan sólo ha pasado casi un día y ya me tienes envuelta en la dulzura de tus palabras que parecen ser sacadas de libros! ―exclamo ―hasta podría admitir que lo nuestro ya estaba predestinado.

Estamos tan cercanos que cada uno puede respirar las exhalaciones del otro, desde este ángulo puedo ver unas pequeñas marcas de acné. Sus cejas son extremadamente oscuras, su nariz tan perfecta que se adapta a su cara, esas pestañas que acarician sus parpados; pero, lo que realmente es un imán que atrapa completamente mi atención, son esos bellos ojos color café que reaccionan a mí de la manera más involuntaria e inocente posible, provocando que mi poca cordura ante él flaquee; me pican los labios, y ese instinto incontenible de tenerle cerca y acariciarle inundan la poca razón que aún queda.

―Tu sencillez, inocencia e inexperiencia me hicieron darme cuenta de algo; que mi hilo rojo termina justo en ti, que podemos ser la mejor combinación que la evolución pudo crear, efectivamente Julie, ―la manera en que se mueven sus labios al pronunciar mi nombre derrite mis entrañas, provocando que mi zoológico se convierta en un perfecto desorden ―fuimos hechos para estar juntos. ―un suspiro se escapa de mis pulmones. Sus antebrazos rodean con más tensión mi cintura, moviendo miles de reacciones químicas en mi interior, mi irresistible deseo de unirnos de todas maneras posibles hace acto de presencia.

La calma se manifiesta en el exterior, pero dentro de mí se forma una gigantesca guerra civil: por un lado luchan por tomar la situación con tranquilidad y del otro bando me exigen a gritos que restriegue mis labios en su boca cuanto antes.

Risas, ruidos y la reconocible voz de mi mejor amiga, me hacen inclinarme al primer bando. Tengo una vida por delante con él, juntos; puedo esperar un poco más para esto ¿verdad?

―Sabía que te abalanzarías sobre mi hermano como una cualquiera ―dice Jay a mis espaldas y suelta una risa igual de tonta como la de Abad; me enfurece, decir que estoy llena de rabia es una verdadera mentira, ya que ni mi madre había levantado tanta ira en mi interior. Deseo voltear a verlo cara a cara, dejarle en claro que él no es el humano más adecuado para juzgarme, que está equivocado respecto a nosotros; pero Zach suelta mi cintura y toma mi cara entre sus manos con el fin de detenerme. Él lo logra, y su mirada ruega mi atención.

―Yo lo arreglo ―susurra, apenas y mueve los labios al hablar, sólo quiere que escuche yo; estoy a punto de abrir la boca para protestar cuando deposita un pequeño y tímido beso en mis belfos. Desaparece su agarre de mi rostro y hace un gesto indicándome con el dedo índice que guarde silencio. ¡Buena manera de callarme, Zach! ¡Hasta lograste que olvidara por unos mínimos segundos que detesto a tu hermano con cada latido de mi existencia!

―Jay, te pido de la manera más amable posible, que no te expreses así de ella, tú no la conoces ―doy media vuelta para captar lo que sucede a mis espaldas. Zach le habla muy cordia a su hermano, hasta podría decir que Jay es adoptado, no tiene ni una pizca del bello carácter de mi caballero; aunque, para no decir mentiras, ellos dos son como dos gotas de agua limpia: la misma estatura, las facciones casi idénticas, el cabello del mismo tono, excepto por su manera de ser y su indiscutible vestimenta. Mariel le toma la mano a Jay, y le mira como si fuese un maldito Dios del Olimpo aquel bad boy; mi amiga parece estar en un trance, perdida completamente en la esencia de aquel chico amenazante. Me pregunto si yo miro de la misma forma a Zach, si luzco igual, perdidamente enamorada de mi chico lleno de maravillas.

―Sólo estaba bromeando ―responde mi futuro cuñado con una sonrisa en los labios.

―Pues deja esas bromas para ti mismo ―responde mi caballero, defendiéndome.

―¡Vaya que el trabajo de hacerla de niñero, a una niñata de veinticinco años te está volviendo un cascarrabias! ―exclama y una risa se escapa de la garganta de Mariel. Lo que acaba de decir Jay podría causarme todo, menos gracia.

¿Qué pasa con Mariel? Creí que ella me defendería de aquel comentario vulgar de su, lo que sea que él sea para Mariel. ¿O qué sucede conmigo? ¿Me he vuelto un limón viejo?

―Lo que tú digas Jay ―responde Zach un poco molesto conforme a su tono de voz, da media vuelta y regresa a la cocina.

Y yo sólo puedo observar como Mariel no le despega la vista a su chico malo.

De un momento a otro tengo a Jay tan cerca de mí como lo estuvo Zach hace unos momentos en nuestra soledad. Extiende sus brazos en mi dirección y puedo sentir los latidos de mi corazón resonando en mis oídos, su emanante calor remplaza mi frialdad ante él. Me abraza y hunde su cara en mi cuello, esto definitivamente no puede estar pasando.

―Que quede claro que yo ya te he perdonado ―menciona en voz alta, ¿él no tenía nada que perdonarme, verdad? ―pero no olvides mi advertencia ―murmura, su voz es casi imperceptible ante mí, así que para los demás las palabras que acaba de formular es simplemente es algo que jamás sucedió, el miedo sube a mi cuerpo, cierro los ojos con fuerza en busca de que esto sea sólo un momento pasajero que termine cuanto antes, después los abro en busca de ayuda, mi mejor amiga está al frente pero sólo me dedica una sonrisa ladina y se vuelve hacia la puerta de entrada haciendo una seña de despedida y lanzándome un beso con sus manos. ―no se te ocurra lastimarlo o lo pagarás muy caro, Morris ―la amenaza se graba en cada rincón de mi ser, deseo que en verdad sólo esté bromeando. No sería capaz de lastimar a la única persona que me ama mis defectos, que me quiere sin pedir nada a cambio.

―¡Valla que eres genial, Julie! ―lanza un guiño, se aparta de mí y camina hacia donde Mariel, y en realidad me empieza a dar arcadas su hipocresía aunque, la use para proteger a Zach de mis supuestas y malvadas intenciones de ocasionarle algún daño ―Espero que te sientas un poco más tranquila con mis palabras, que son miel para tus oídos ―responde Jay al notar que me he quedado completamente estática, no sé cómo reaccionar ante esa amenaza. ―Mañana vendré por ti, Jorge. No se te ocurra irte por tus propios medios ―advierte, le señala con el dedo índice aunque él se percató de que Zach no puede mirarle; en verdad que Jay tiene un complejo de hermano mayor bastante desarrollado. Se aleja de nosotros para reunirse con Mariel que parece estar mirando el exterior, el "badboy súper amenazante y que tiene complejos de dar órdenes a cualquiera que se cruce en su camino" le propina un golpe a palma abierta en los glúteos a mi mejor y única amiga. Ella sólo grita y le proporciona un beso muy sonoro en el pómulo derecho para después cerrar la puerta y dejarme con la incertidumbre, nuevamente, si Mariel estará a salvo con aquel hombre que le pega sin su consentimiento.

***
Capítulo dedicado a: LeemeEstaPerro por su cumpleaños (cof  súper atrasado, cof cof)

Casate conmigo |PAUSADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora