¡Mami!

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¡Mami!



–Tabata junto a Rafael y Alberto salieron de prisa del hospital y se dirigieron a la hacienda, Rafael quería irse en su auto pero Tabata y Alberto no lo permitieron estaba demasiado nervioso y ansioso, por buscar en los alrededores de la hacienda a los niños, después de casi dos horas de trayecto, por fin llegaron, Rafael bajo de prisa–

– ¡Soledad! –Gritaba Rafael desesperado–

– ¿Qué pasa? –Soledad terminaba de recoger la cocina y dejar todo en orden para la mañana siguiente cuando escucho los gritos salió de prisa de la cocina–

–Necesito que me reúna a un grupo de personas

–Sí claro –Tabata y Alberto entraron– ¡Alberto! –Soledad se acercó a él abrazándolo– pero mira nada más lo guapo que estás –Alberto sonrió–

–Tú eres la que estás más linda –la saludo dándole un beso en la mejilla–

–Por favor Soledad reúne a las personas –interrumpió Rafael desesperado–

–Sí enseguida –Soledad se alejó de ellos para realizar lo que Rafael le había indicado, Tabata observaba la hacienda–

–el pueblo más cercano está a quince minutos en auto –Rafael observó a Tabata– no creo que Alison haya caminado tantos kilómetros sola

–Tienes razón –Rafael la observó– entonces ¿cómo llegó?

–Yo creo que deben de estar en alguna de las haciendas cercas –Alberto negó–

–No lo creo las tierras cercanas son de una empresa vinícola, no hay más que una construcción que sirve de oficina

–A lo mejor alguno de los empleados es el que los tiene

–Lo dudo los empleados que se quedan ahí lo hacen si familia

–pero la hacienda no sólo colinda con ellos

–La hacienda colinda con dos vinicultores y con el rio –Tabata suspiró–

–Listo –Soledad se acercó con las personas–

–Soledad –miro a Tabata–

–Por dios Tabata que gusto verte –se saludaron mientras Rafael y Alberto le daban indicaciones a las personas, para que buscaran a los niños por el pueblo y las vinícolas la orden era no parar hasta que los niños aparecieran–

–A mí también me da gusto –le dio un abrazo– Soledad aparte de las vinícolas no hay otra hacienda cerca –Soledad negó–

–No –María se acercó con café–

–Solo la cabaña que está pegada al rio –Soledad observó a María molesta–

– ¿Qué cabaña? –preguntó Tabata curiosa–

–Una que está pegada al río esas tierras no son nuestras y mi padre nunca dejó que nos acercáramos ahí –respondió Alberto–

– ¿por qué?

–Decía que los dueños eran muy especiales y que evitaremos tener problemas –Tabata observó a Soledad la cuál ayudaba a María a servir el café pero estaba nerviosa–

–Deberíamos de buscar ahí –Soledad miró a Tabata–

–No esa cabaña está vacía –respondió tajante y María frunció el ceño–

Me SoltasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora