Capitulo 30

28 5 1
                                    

Trato de curar las heridas de Sebástian con un poco de alcohol y un trozo de algodón que Miles nos dio del botiquín de primeros auxilios que estaba en la cocina.

- Señorita tome, un poco de hielo –me dice el cocinero.

- Gracias.

Se lo pongo a Sebástian abajo del ojo derecho con mucho cuidado. Se queja un poco. Lo muevo lentamente para no lastimarlo. Ninguno dice una palabra de lo sucedido. Aún no puedo superar todo lo que pasó, ni siquiera sé de donde saqué tanta fuerza para enfrentar a Jason en el estado en el que estaba. Mis manos temblaban a pesar de la fuerza de mi voz. No titubé en decir aquellas palabras, no vacilé en actuar para tratar de defender a Sebástian. Él fue muy valiente, pero fue muy peligroso. Por dicha no pasó a mayores, me hubiera sentido peor de lo que ya me siento por todo lo ocurrido si algo malo le hubiera pasado a Sebástian por mi culpa.

Se me escapa una pequeña lágrima con tan sólo pensarlo.

- ¿Estás bien? –dice con voz ronca. Asiento con la cabeza sin mirarlo a los ojos. Reprimo algunas lágrimas sin mucho éxito. Sollozo–. ¡Hey! Tranquila, tranquila. Todo está bien –acaricia mi cabello mientras lloro en su pecho.

- Tenía mucho miedo –digo sollozando.

- Tranquila. Ya pasó todo –besa mi cabeza, luego la levanta suavemente y limpia mis húmedas mejillas con sus pulgares–. Ven conmigo, hay un lugar al que quiero llevarte –asiento con la cabeza. Me planta un ligero beso en la frente.

Llegamos a Kinsale en silencio. Pasamos por las hermosas luces del pueblo. El viaje fue largo pero tranquilo. Desearía que mi vida fuera como la de esas personas que caminan felices por las calles, sus vidas se ven tan tranquilas: preocupándose solo por los impuestos, la colegiatura, por saber qué cocinar para la cena o adónde irán de vacaciones. Una vida normal sin tanto drama. Suspiro.

- ¿Ocurre algo?

- Nada, sólo... –me detengo un momento sin despegar mi vista de la ventana– quiero mi vida de vuelta.

Seguimos el recorrido por un kilómetro más hasta que damos vuelta a la derecha y Sebástian se detiene frente al mar. Todo esta oscuro, pero puedo escuchar el agua besar la arena con suavidad y rugir con fuerza contra el risco a unos cuantos metros.

- ¿Qué hacemos aquí? –le pregunto confundida.

- Ya lo sabrás.

Sale de auto y lo rodea para abrirme la puerta haciendo una extravagante reverencia que me hace reír un poco. Salgo del auto y me quito los zapatos para no llenarlos de arena. Sebástian cierra la puerta detrás de mí y luego pone la alarma del auto. Toma mi mano con delicadeza y caminamos sobre la arena tomados de las manos. De repente ese contacto me hace sentir un poco incómoda así que la suelto rápidamente con timidez. Miro al suelo y sujeto el borde del vestido levantándolo hasta la altura de las rodillas. No sé por donde empezar. Llegamos hasta unas rocas grandes y tomamos asiento en ellas. Miramos al mar. Escuchando sus olas moverse, oliendo el aroma salado del agua, sintiendo la fuerza de su rugir. Cierro mis ojos y dejo que el sonido invada mis oídos e inunde mi mente.

- Lamento lo que pasó –Sebástian interrumpe mi trance. Lo miro sorprendida–. No pensé en cómo te iría afectar nuestro... conflicto.

- Su pelea, querrás decir –levanto una ceja.

- Sí. Pelea –baja la cabeza con una media sonrisa.

- No fue tu culpa –miro de nuevo al mar– Yo lo lamento. Todo fue culpa mía. Esa era mi batalla y tu peleaste por mí.

- Yo haría eso por ti y mucho más –dice sin aparta la mirada de mí. No respondo–. Además, no fue tu culpa. Tu no hiciste nada.

- Claro que sí. Él se enojó porque le dije que tú y yo nos besamos. No debí haberlo hecho. Lo hice sin pensar, yo sólo... –me detengo un momento–. Yo solo quería él sintiera un poco de dolor como él me causó a mí.

¿Enamorarme de ti?... Imposible [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora