Capitulo 27

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Sebástian regresó al terminar la lluvia. Estaba empapado de pies a cabeza. Ahora le sigo en silencio por el bosque de camino a la enorme casa. Ninguno dice una palabra. Los silencios con este hombre me vuelven loca, aunque creo que es mejor así. Ahora no quiero hablar con él. No después de lo sucedido. ¿Cómo se atrevió hacer semejante idiotez?

Admite que te gustó –dice mi vo interna a lo que yo le contesto que ese no es caso, sino que él sabe que mi corazón le pertenece a Jason y él no tenía ningún derecho a besarme.

Al llegar a la gran mansión, Reené O'Donell nos ve llegar estupefacta al notar que Sebástian está empapado y yo estoy seca. El señor Arthur, el señor Franklin, Daniel y Paige también están presentes y se sorprenden por el espectáculo.

- Hijo, ¿qué les sucedió? ¿Dónde estaban? –pregunta la señora Reené. Sebástian le ignora y se dirige a su habitación. Ella me vuelve a ver–. ¿Qué les pasó? Estábamos preocupados.

- Nos agarró la lluvia y decidimos esperar a que parara en el quiosco que está en el bosque –Respondo con la mirada abajo–. Con permiso –digo sin más y me dirijo a mi habitación rápidamente.

Cierro la puerta de la habitación y me apoyo contra ella. La luz del sol entra por las ventas y la cama está ordenada. Miro a mí alrededor y encuentro mi maleta. Me dirijo a ella para buscar algo de ropa limpia. Agarro lo primero que encuentro: una camisa verde de cuadros y un jeans azul. Busco mi ropa interior y luego me dirijo al baño a darme una ducha. Sujeto mi cabello con una prensa.

Dejo caer el agua caliente sobre mis hombros. Comienzo a frotarme el cuerpo con el jabón con olor a lavanda y me quito el barro y el sudor. Repaso cada palabra de Sebástian, perdida en mis pensamientos. Cierro mis ojos mientras pienso en la sensación de sus labios sobre los míos hace unas horas. ¿Qué diablos está pasando? ¿Porqué no le detuve?¿Porqué...? Me detengo y me sorprendo a mí misma deslizando delicadamente mis dedos por mis labios. Sacudo mi cabeza y termino de ducharme.

Salgo del baño con mi ropa puesta. Me tumbo en la cama con el brazo sobre mi frente. Recordando nuestro beso me hecho maldiciones a mí misma. –¡Estúpida! ¿Qué estabas pensando? Nada, absolutamente nada– me respondo, –¡Idiota!–. Alguien toca la puerta y yo me levanto de la cama, camino hacia la puerta para ver quién es. La abro sin muchas ganas y me encuentro con el señor Franklin.

- Erika –dice con una sonrisa amable.

- Señor O'Donell, ¿qué puedo hacer por usted?

- Necesito tu ayuda, querida.

- Pase adelante –le invito a pasar–. Tome asiento –se sienta en el sofá que está a los pies de la cama.

- He venido porque quiero pedirte un favor –se pone serio de repente. Le escucho atentamente–. Como psicóloga te pido que por favor hables con mi nieta menor, Nathy. No sé si estás al tanto de esta situación.

- Sebástian algo me comentó al respecto. Sin embargo, ¿qué puedo hacer yo? –digo frunciendo un poco el ceño.

- Quisiera que hablaras con ella para salga de su habitación y pase la navidad con nosotros este año. Ha estado deprimida y ausente de todas las actividades familiares. Ya ni siquiera quiere comer o hablar con nosotros.

- Señor yo no tengo suficiente experiencia aún.

- No importa, lo único que quiero es que alguien hable con ella.

- Y ¿por qué no se lo pide a Sebástian? Tengo entendido que ellos tienen una buena relación.

- No es lo mismo. Tú puedes detectar cosas que ninguno de nosotros puede. En sus palabras, en su voz. Tal vez si te conoce y pasas más tiempo con ella, te tenga confianza y por fin logre abrirse. Yo lo único que quiero es... –se detiene afligido–. Te puedo pagar, si quieres, por tus servicios –me sorprenden sus palabras y le detengo de inmediato.

¿Enamorarme de ti?... Imposible [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora