Capítulo 38.

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Sin tener más tiempo de espera, retiro rápidamente mi camisa regalada de su torso, con un sentimiento de felicidad al ver que realmente la está utilizando; pero por ahora, era una prenda que estorbaba. Me mantengo unos segundos apreciando su torso desnudo ante mi, observando como la piel suave y pálida se movía debajo de mi cuerpo entre sus respiraciones alternantes. Sin más preámbulos, le doy un ardiente beso en la boca comparable al que compartimos en la cocina, obteniendo los mismos resultados que al anterior, la rubia intenta ahogar los candentes gemidos en mi mientras yo me sentía como una maquina de vapor. Sus manos acariciaban mi cuello y las raíces de mi pelo, para jalarme el cuero cabelludo con fuerza estremeciendo mi cuerpo.

Bajo mi boca por su quijada y ella aprieta sus muslos alrededor de mi cintura. La piel que sentía bajo mis labios era una mezcla perfecta de su aroma y la saladez del sudor provocado por el calor; y sintiendo la curiosidad vencerme, recorrí una parte de la zona de pulso con mi lengua, notando como la rubia se retorcía entre mis labios, mientras su cuello se estiraba impidiendo un gemido. Sus temblorosas manos intentaban quitarme la camisa de mi cuerpo y yo me separo de ella para deshacerme de la camisa de un solo movimiento fluído que era fastidiosa y sudada tanto por estar en la cocina como por el momento del cuál eramos participes. Sus manos pasean intranquilas por mi abdomen dejando un rastro de calor y provocandome un jadeo para luego jugar con la elástica del pantalón chándal que había utilizado para dormir.

- ¿Ansiosa?.- Pregunto algo burlona separándome de ella que al mismo tiempo asiente, y a pesar de que estabamos dentro del ambiente pude ver algo de vacilación en sus iris.- Tranquila, recuerda que si no quieres hacerlo, puedes decirlo.- Murmuro intentando calmar mis pulsaciones. Ella asiente y sus ojos cambiaron a una mirada de seguridad que deshizo todas sus dudas.

- Quiero esto más de lo que tú lo quieres, creeme. Sólo hazme tuya y cállate, Alex.- Ordena y se incorpora, por lo que quedo sentada sobre sus muslos. Sus palabras habían encedido un terrible fuego dentro de mi cuerpo, tan intenso que me hizo mantener paralizada unos segundos. Al sentir sus manos pasar por la piel desnuda de mis caderas reacciono a lo que ella había dicho anteriormente.- Antes de que algo milagrosamente nos interrumpa o que se nos haga tarde para irnos.- Le doy una pequeña sonrisa y nos hice acostarnos de nuevo.

- Con placer.- Acepto con mi voz ronca, deslizando mis labios meticulosamente por su cuello para llegar a su boca y dominarla con un beso intenso, mientras que con una mano le abro el botón de su pantalón corto.

Antes de que tuviera algo que replicar, rápidamente le doy un beso que hizo un desfase en sus pensamientos dándome toda la libertad y poder sobre su cuerpo. Sujeto sus manos con mi mano derecha y con la izquierda le voy bajando el cierre del pantalón, y con la misma mano me las arreglo para comenzar a bajarle los pantalones. Ella se retuerce debajo de mi, y suelta gemidos que yo luchaba por mantener bajo control entre mis labios. Libero sus manos sabiendo que en el mínimo momento en que me tocase perdedería los estribos y bajo mi cabeza por su garganta, sintiendo su dedos enredarse en mis cabellos y sujetarme con fuerza contra su piel. Continuo mi lenta procesión hasta llegar a los huesos de su clavícula. Le doy un beso seguido por un chupón y ella suelta un suspiro con mi nombre impregnado en él haciendome temblar ante el poder del deseo.

Me enderezo y por un segundo me detengo a observar la erótica imagen que tenía lugar debajo de mi. Lucy era la descripción de la excitación y no era comparable con nadie. El pelo castaño claro despeinado y extendido por la cama, sus ojos miel mirándome oscurecidos por el deseo, su pecho cubierto por sólo un pequeño trozo de tela que no podía ocultar lo excitada que estaba por mi, bajando y subiendo irregularmente, intentando llevarle el ritmo a un corazón igual de desbocado. Sus labios inflamados entreabiertos soltando jadeos inestables que me rogaban que volviera, sus mejillas rosadas que me mostraban la calentura que sentía su cuerpo. Y pese a que estaba completamente dispuesta a mi en cuerpo y alma, aún veía un toque de vacilación, pero le demostraría que no debía preocuparse conmigo en lo más mínimo.

She Is My Everything.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora