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Esa tarde creí que todo sería tan normal como siempre, pero en realidad, estaba muy equivocado.

Aquella tarde decidí ir caminando hacia mi casa, eran cerca de las seis de la tarde, había pasado toda la tarde con mis amigos después de la escuela. La verdad es que nos habíamos estado divirtiendo mucho en los videojuegos y se nos pasaron las horas demasiado rápido. Cuando me di cuenta era ya esa hora y comenzaba a oscurecer.

Vaya no debí quedarme tanto después de la escuela – me dije a mi mismo – pero que más da, me divertí... ¿Qué hora será? – Me pregunte a mí mismo, saque el celular de la bolsa de mi pantalón para poder checar la hora - ¡sí que es tarde!, ¡ah! Mi mama me había dicho que cuando saliera de la escuela no me tardara tanto por que saldría con ella, ¿Cómo es posible que lo olvidara! Que tonto soy, ¡correré!, - me echo a correr pero pronto me detengo – no tiene caso, por más rápido que corra no creo que la encuentre en casa.

Seguí mi camino hacia mi casa, la cual ya no me quedaba muy lejos, tan solo unas cuantas calles más. Al doblar en la siguiente esquina conforme avance por la calle, de pronto se escuchó como si dos metales chocaran, fue un sonido muy estruendoso y fuerte, pero se escuchaba lejos de donde yo me encontraba en ese momento.

¿Qué fue eso? – Me detuve un momento para verificar si seguía escuchándose, lo cual si sucedió, pero esta vez se escucho un poco más cerca - ¿un herrero tal vez? O alguien golpeando algún trozo de metal – dije para mí mismo, pronto volvió a sonar el choque de los metales otra vez pero más fuerte y más repetidamente, me empezaba a asustar un poco así que decidí avanzar. Mientras avanzaba los golpes se escuchaban cada vez más cerca y fuertes; de pronto de la esquina de la calle vi caer al suelo a alguien, inmediatamente reaccione y corrí hacia él para ayudarlo a levantarse; para mi sorpresa era un hombre mayor de unos ochenta y tantos años. Lo levante un poco, pero al sostenerlo sentí que un cálido liquido recorría mis dedos. Sostuve al hombre para poder ver que era lo que había en mi mano. Cuando lo vi me quede frio.

Sangre. Lo que había en mi mano era sangre, el anciano estaba herido y para su mala fortuna no había absolutamente nadie cerca para ayudarlo y yo ni siquiera conocía los métodos de primeros auxilios, de inmediato pensé en mi celular, llamaría al número de emergencias, para que enviaran una ambulancia. Como pude traslade al pobre hombre a la pared mas cercana y lo recargue en ella para poder hacer la llamada, saque al celular y me volví a ver al anciano, fue hasta ese momento que me percate que el anciano llevaba algo en su mano. Una guadaña. La cual tenía fuertemente agarrada, pero no era una guadaña normal esta parecía tener plumas en la hoja, mejor dicho, que la hoja estaba hecha de plumas colocadas una sobre otra dando su forma a la hoja del arma.

¿Por qué trae eso con usted señor? – le pregunte al anciano.

De que... hablas niño – me respondió lentamente, parecía estar apenas consiente. Como si ese momento de conciencia no duraría mucho por que se estaba desangrando.

De esa...esa... guadaña – le dije señalando el arma en su mano.

El anciano me miro por un momento pareció sorprenderse por lo que acababa de decirle, para ese momento ya me había olvidado de la herida del hombre y más de preguntarle ¿cómo fue que se había herido? Note que los sonidos de metal chocando se habían detenido por completo.

¿La... puedes ver? – Pregunto cómo pudo - ¿puedes ver mi arma niño? – abrió los ojos, hasta casi salirse de sus cuencas.

Estaba por responderle cuando de pronto. Un escalofrió recorrió mi espalda, seguido de una enorme presión en el aire, era como si el mismo aire intentara aplastarme contra el suelo, en ese instante me costaba mucho respirar y comenzaba a inundarme un terrible e inexplicable miedo. En ese preciso instante el anciano de levanto como pudo a poyándose en la guadaña como si fuera un enorme y filoso bastón.

CegadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora