12

2 0 0
                                    

Las cosas son más graves de lo que creímos – dice Ramón, con la vista fija en Tecno – al parecer han muerto varios íncubos y súcubos jóvenes.

Y ¿eso porque es grave? – pregunto.

Fueron asesinados por segadores – señala Sandra.

No entiendo – digo, miro a Tecno. El suspira y comienza a hablar.

Hace unos mil años, se llego a una tregua con los de su especie tanto íncubos como súcubos, esto para evitar una guerra en la que sabíamos no ganaríamos tan fácilmente. Nosotros, los segadores dejaríamos de dar caza a su especie siempre y cuando ellos no tuvieran más de un hijo y no mataran a los humanos. Tregua que hasta el día de hoy se ha mantenido – explica Tecno.

Se había mantenido – corrige Ramón, truena los nudillos. Es evidente que estaba nervioso – con estos sucesos, no creo que se mantenga mucho tiempo. Debemos hacer algo.

Que podríamos hacer – dice Tiburón – protegerlos, ellos no están bajo nuestro cuidado.

Por cierto que hacen ustedes aquí – cuestiona Sandra, se acerca a mí, señala mi camisa manchada de sangre – ¿qué te paso?

Justo a eso venimos – interviene Tecno antes que yo pudiera responder – fuimos atacados por una  horda de espectros.

Cuéntenme que paso, Sandra, encárgate de Águila. – Ordena  Ramón a su hija.

Ella asiente y me toma de la mano me guía hasta una mesa y me pide que me quite la camisa y  me recueste. Mientras Tecno y Tiburón se quedan hablando con Ramón de lo sucedido,

Ahora chico – dice Sandra con voz dulce, ella se mantiene de pie por un lado de mi – quiero que te relajes o esto no funcionara.

Que vas a hacer – inquiero, la chica me mira y me guiña un ojo.

Ya lo veras.

Hago lo que me pide. No puedo evitar sonrojarme cuando pone sus manos sobre mi pecho desnudo, Tiburón por un momento me mira pero cuando nuestras miradas se cruzan ambos las desviamos. Eso me pone más nervioso, Tiburón me pone nervioso.  Intento relajarme pero aunque lo intentaba me costaba mucho trabajo olvidar las palabras de aquel muchacho. Amenazando a mi familia y mis amigos. No se lo iba a permitir.

Una vez en la mesa y con el pecho descubierto pude ver la herida. Un minúsculo agujero en mi pecho, aun brotaba un poco de sangre. Sandra puso su mano sobre mi pecho, era cálida. Cierra los ojos, el calor que antes había sentido provenir de su mano ahora era frio, una fresca brisa que refrescaba la herida, pronto el frio comenzó a aumentar, pero se sentía bien, la mejor sensación que había experimentado en mi vida. El frio comenzó a cubrir poco a poco todo mi cuerpo, eso me relajo, distrajo mi mente de todo pensamiento. Solo podía sentir aquel relajante frio. De pronto paro. Tan rápido como había comenzado también se detuvo.

Listo – exclama la chica y se retira – ponte la camisa y ven con los demás tengo que ayudar a los otros dos.

Me levante lentamente de la mesa, ya no tenía ningún dolor, mire mi pecho, la herida había desaparecido por completo, como si nunca hubiera estado ahí. Me puse la camisa y fui con los otros que estaban aun de pie frente a la barra, la tención no parecía disminuir ni un poco. Más bien todo lo contrario.

Quien sigue – exclamó Sandra apenas llegó a mesa, Tiburón se giro en seguida abandonando la conversación  entre Ramón y Tecno.

Yo – exclamo la chica y se sentó en una mesa. Entonces Sandra poso su mano sobre el pecho de la muchacha, el brillo verde que brotaba de la mano de Sandra era hermoso. Nunca había visto nada parecido.

CegadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora