6

2 0 0
                                    

Hacia un hermoso día. La temperatura era perfecta, ni mucho calor, ni frio tampoco. Justo uno de esos días para salir de paseo con la familia, en mi caso con mis amigos.

Con mis amigos decidimos parar el día en el bosque cercano al centro de la ciudad. Concurrido como siempre tanto por familias como por muchachos que vienen a disfrutar de un día tan hermoso.

Los deberes de la escuela los había comenzado durante la mañana, unos cuantos problemas matemáticos y otras cuantas cosas. Justo empezaba a resolverlos cuando Sam mi mejor amigo me invito a salir al parque con los demás para pasar la tarde juntos. Invitación que no rechazaría. Terminaría mis deberes escolares después. Solo le mencione a mi madre que saldría ya que muy temprano recibí una reprimenda por no avisar de mi llegada tarde la noche anterior. La noche en que conocí el lugar en el que los segadores  se reúnen, bueno al parecer uno de tantos lugares y también a las amables personas que lo administran.

Al principio me reuní con mis amigos cerca de la escuela en la avenida principal de la ciudad. Caminamos desde ahí hasta el bosque donde pasaríamos el resto de la tarde. Compramos unas  bebidas y algunas frituras en unas de esas tiendas de auto servicio de las que hay una casi en cada esquina de la ciudad.

Ahora estaba tranquilamente sentado en el césped, aun un poco húmedo; Sam y Andrea habían decidido ir a dar una vuelta, mientras yo me quede solo con Paulina y Enrique. Paulina está ocupada con su teléfono, mandando mensajes y de vez en cuando buscando algo de que charlar con nosotros. Miro a Enrique, parecía un tanto distante. Lo cual me extraña ya que el siempre es alegre. Decido preguntar.

Oye quique – su mirada estaba perdida. Mirada a la nada – Quique – vuelvo a llamarlo. Entonces regresa.

Que...que  pasa Erik – aun parecía ausente, pero al fin había prestado atención a mi llamado. Su mirada mostraba estar  nervioso.

No, que te pasa a ti, estas raro – mas que raro diría yo, jamás lo había visto así. Lo conozco desde la  escuela secundaria, siempre nos había tocado estar juntos en cada grupo. Por un momento su mirada se perdió de nuevo pero hablo.

Erik  – el muchacho tragó saliva, era claro que algo lo tenía nervioso – tú... ¿crees en fantasmas? – un escalofrió recorre mi espalda apenas hace mención de la palabra. El hueco en la boca de mi estomago reaparece. Doy un suspiro, debía escucharlo pero no decir nada – crees que son reales.

Porque preguntas eso Enrique – su mirada parecía perdida de nuevo, era más que obvio que estaba asustado, me pregunto que habrá visto.

Es que... - no terminó la frase, se sentó, recogió sus piernas y las rodeo con sus brazos como si tuviera frio – creo que vi uno – me estremezco. Sería posible que mi amigo habría visto un espíritu o a un espectro.

¿Qué... fue lo que viste? – cuestiono a mi amigo,  parecía abstraído.

Creo que – hiso un pausa para buscar las palabras – vi a la muerte.

Estas seguro de lo que viste, quizá viste a alguien disfrazado, quizá alguien te jugo una broma de mal gusto – muy mal gusto a mi parecer.

No, estoy seguro. Estoy completamente seguro que era la muerte. O un fantasma no lo sé estaba oscuro – agacho la cabeza pegando su frente con sus rodillas.

No era posible que los humanos vivos pudieran vernos. Me daba otra razón para ser más cuidadoso, ahora que recuerdo la otra ocasión no había nadie cuando el espectro ataco al niño. Sería posible que si pudieran vernos.

Cuéntame qué paso – me acerco a él, paso mi brazo a su alrededor, para darle confianza y que hablara. Paulina ni se molesto en escucharnos, hizo una llamada se levanto y se retiro. Enrique negó con la cabeza – dime – le dije con voz serena – debes sacarlo para que el miedo que tienes termine o al menos para ayudarte – mi amigo lentamente saco la cabeza de entre sus piernas. Comenzó a hablar.

CegadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora