24 el descanso

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Tenía frio, mucho frio. Quizá así es como se siente la muerte, no podía ver nada en lo absoluto, ¿tenía los ojos cerrados? No lo sé. Oscuridad era todo lo que podía percibir.  Estaba en la nada. A qué lugar van los cegadores de almas cuando ellos fallecen. Eso no me lo explico Tecno, quizá tampoco el mismo lo sabe. 

Ya no sentía dolor en absoluto. No sentía nada  de hecho. El frio que sentía quizá me había entumido. Si había muerto y este era el lugar donde yo me quedaría para la eternidad sabía que mi muerte había valido la pena. Había intentado ayudar a mi mejor amigo. Tan solo me quedaba la esperanza que el supiera lo que había hecho por el y que el viviera por ambos. Que fuera feliz. Hacia más y más frio, pero no era un frio como el que te mata congelándote, este se sentía extrañamente relajante. Tan relajante, que volví a sumirme en la oscuridad.



Abrí los ojos de golpe. Con un gran suspiro llene de aire mis pulmones como si no hubiera estado respirando por un largo tiempo. Mire a todos lados, lo primero que vi fue el rostro de Sandra sobre mi  sus manos estaban en mi pecho.

No te muevas – ordeno Sandra y aunque lo hubiera deseado, no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo. Así que no tuve más opción que quedarme ahí tumbado.

Suspire nuevamente tan profundo como mi dolorido pecho lo permitió. Una vez con los pulmones llenos de aire lo deje salir de forma lenta. Voltee mi cabeza hacia un lado, en la mesa contigua estaba mi mejor amigo también dormido aunque parecía mas muerto que vivo. Sonreí. En serio me alegraba verlo de nuevo. El sr. Ramón lo estaba atendiendo los tatuajes le recorrían los brazos y refulgían. Mas al fondo sentado en una silla estaba Alberto el padre de Sam.

Tenía la certeza que mi amigo seguía con vida, podía ver su pecho subir y bajar al compás de su respiración, uno de sus brazos caía por el lado de la mesa. Me sentí realmente feliz de saber que se encontraba bien y que pronto se mejoraría si Ramón lo ayudaba. Pronto volví a sentir mucho sueño. El frio que salía de las manos de Sandra me relajaba mucho. Pronto volví a rendirme ante los brazos de Morfeo.



Desperté, abrí los ojos ahora estaba casi completamente solo, con excepción de que Sam seguía dormido en la mesa contigua. Lentamente me levante de la mesa donde me habían recostado.  El Bella Vita lucia perfecto, como la primera vez que lo vi. No había rastro de la destrucción que se había causado hacía apenas unas horas antes.

Camine hacia la barra donde se encontraban Tecno, Tiburón y Ramón.

Ya era hora de que despertaras – comento Ramón al verme acercarme, saque uno de los bancos y me subí, recargue ambos brazos en la mesa y apoye mi cabeza en ellos.

¿Cómo esta Sam? – pregunte. Era lo único que en verdad me importaba saber en ese momento. Lo demás  no me parecía relevante en lo más mínimo. Mire a Ramón ya que fue el quien lo había estado atendiendo.

El incub...

Sam – lo interrumpí, odiaba que lo llamaran así, no importara el tipo de ser que fuera, para mí siempre seria Sam. – su nombre es Sam.

Tu amigo  se encuentra bien – pronuncio con mucho cuidado cada silaba  quizá esperando que no volviera a interrumpirlo. Sus palabras fueron buenas noticias, por fin me sentía relajado, tranquilo de saber que mi mejor amigo se encontraba mejor. – perdió mucha de su energía, por eso aun no despierta, fue un gran esfuerzo por parte de Sandra y mío, pero si pudimos ayudarlo. Es la primera ocasión en que nosotros a un  - se interrumpió el mismo como buscando una mejor palabra aunque era más que obvio la que definía bien lo que él quería decir – una persona de su especie. Las necesidades de su cuerpo y sus energías son muy distintas de los humanos normales.

Me di la vuelta y me quede mirando a mi amigo recostado en la mesa por un momento. Alberto ya no se encontraba en el bar, al parecer y con mucho esfuerzo habían logrado convencerlo que dejara a Sam al cuidado de Ramón y su hija. Que ahí estaría protegido de cualquier otro ataque.

Esa misma tarde trasladamos o bueno más bien Tiburón cargo Sam a una cama en la parte de atrás del bar.

Ramón y su familia vivían en la parte de atrás del bar o quizá el bar estaba en la parte trasera de la casa. La casa era enorme. De al menos tres plantas de altura. De escasa decoración pero la hacía lucir bastante bien, la persona que había decorado tenia buen gusto y se notaba en cada detalle.

La esposa de ramón y madre de Sandra era mujer muy hermosa, nos recibió y nos dirigió a una habitación que parecía que nadie la había ocupado en mucho tiempo, pero estaba limpia.

Era de Eduardo – dijo la mujer cuando mientras corría las cortinas y abría las ventanas de la habitación, sin duda era una mujer amable – aquí se puede quedar el tiempo que sea necesario.



Baje a la sala después de un  rato. No quería alejarme de Sam. No permitiría que le pasara algo mas por mi culpa o descuido.

Tecno y Ramón charlaban tranquilamente en la sala, el televisor estaba encendido pero nadie le prestaba atención, ellos estaban enfrascados en una plática que no le puse mucha atención. Sandra estaba con su madre en la cocina y Tiburón se había retirado hacia un rato solo subió a despedirse de mí y se fue ya que tenía cosas que hacer. Al verme la esposa de Ramón me ofreció algo de comer, le agradecí el  gesto pero me negué. La verdad no tenía apetito. Me senté en uno de los mullidos sofás, aun me sentía algo cansado, el pecho me dolía justo donde Colibrí me había cortado con su guadaña.

Lo hiciste bien – comento Tecno al tiempo que pasaba su mano por mi cabello despeinándolo. Voltee para verlo y sonreí.  – deberías descansar, ve a casa. Te lo has ganado.

Cierto, no había puesto un pie en casa hacia casi un día entero o un poco más, había perdido la noción del tiempo por completo. Pero lo que menos quería era alejarme de mi amigo.  Aun con todo eso tenía que repórtame con mi familia o se preocuparían en serio. Hasta ahora no me había ausentado tanto y sin haber una explicación de por medio.

No quiero dejar a Sam – confesé.

Tú más que nadie sabes que está en buenas manos. – Señalo Tecno para intentar tranquilizarme – además en el estado que te encuentras, no puedes ayudarlo. Ahora. Si el despierta y te ve con esa facha lo único que lograras será preocuparlo. Y no es eso lo que quieres o sí.

Tenía razón. Aunque no quisiera reconocerlo. No había nada en lo absoluto que yo pudiera hacer para ayudar a Sam. Tan solo esperar.



La noche ya había caído cuando por fin me encontraba en la puerta de mi casa. Las luces estaban encendidas, el auto de mi padre estada afuera lo que quería decir que ya se encontraba en casa.

Abrí la puerta y entre a la casa sin mas. Salude a todos. Mi madre y padre saludaron casi al unísono sin hacer preguntas, como si acabara de llegar de la escuela. Sin tan solo supieran por todo que lo que acaba de pasar. Pero creo que es mejor que no lo sepan. Que nadie sepa nada. Están todos sentados frente a la televisión. Cuan pacifica es la vida de los vivos. Me alegre de verlos a todos juntos.

Me dirigí hacia mi habitación, me sentía sumamente agotado. Al abrir la puerta la encontré tal cual como la había dejado. Tenía la sensación de que habían pasado mil años no estaba ahí aunque había solo unas cuantas horas.

Me recosté en la cama. Me quede mirando al techo. Apenas caía en la cuenta de todo lo que había pasado. Puse mi mano en mi pecho justo donde me había cortado Colibrí. Había estado a punto de morir.

Me quede mirando al techo por un momento. Suspire y cerré los ojos.

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