Parte ll

29 3 0
                                        

Como si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró.


Gritó tanto, tan duro y durante mucho tiempo que sintió su garganta desgarrarse, literalmente; sin embargo aquel dolor no superó a los demás, sólo se anudó haciéndolo sufrir de manera sublime. Haciendo insoportable tolerar su propia piel. Su propia carne. Sabía que si tuviera las manos libres la arrancaría con placer.

Todos los músculos de su cuerpo estaban tensionados al máximo, estirando cada vena, cada poro, llevando al límite su cuerpo y mente, haciéndolo tambalearse al borde de la inconsciencia, sin lograr aferrarse a ella. ¿Por qué era incapaz de perderla y conseguir así un poco de alivio?

La inconsciencia se negaba a invadirlo y ni los rezos o maldiciones estaban ayudando.

La sangre lo cubría por completo; su vista trataba de distinguir algo en tal oscuridad, sin lograrlo. Sopesaba seriamente la manera de terminar con su vida pero él mismo lo había planeado tan bien y durante tanto tiempo que no existía manera. Estaba condenado a sufrir cada segundo de esa metamorfosis... y las consecuencias de está misma por siempre.

Aulló una vez más pero los sonidos le habían abandonado; estaba afónico. La desesperación y ansiedad se arraigaron de forma más cruel a él, cosquilleando en su piel como cientos de arañas u hormigas, logrando que su cuerpo lo traicionara y una humedad se instalara entre sus muslos; no hubo tiempo para la vergüenza o si quiera para captar este hecho, sintió de nuevo filosos cuchillos atravesando su piel, su alma, tratando de vencer.

La bilis subió a su garganta y se ahogó entre gruñidos, dolor y mierda. Se asfixiaba con sus propios fluidos, odiando y maldiciendo cada cosa que conocía.

¿Cómo pudo aceptar eso? ¿Cómo brindó la autorización para ultrajar su cuerpo, vida y futuro? ¿Cuándo mandó a la mierda su humanidad y aceptó soportar tal dolor? ¿Por qué lo había hecho? Todas esas preguntas tenían respuesta pero la última era la mas importante. La única relevante y que a pesar de estar muriéndose no podía olvidar.

Pronto —según su tiempo— no recordaría tal motivo. Pronto perdería de vista todo su existencia. Pronto nada importaría. Pero no por siempre.

Ese hombre que gemía, sufría y sollozaba, tenía un motivo. Y lucharía por él.



Chicos / chicas que leen esto, déjenme decirle que estaré actualizando cada viernes. Para que preparen sus emociones.

Por otro lado ¿Qué les parece la historia? ¿Cuál creen que sea el tema principal? Hablemos ¡!

—Graciela Hipolito.

Un Día MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora