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-¿Cómo está Lilith? -preguntó tan pronto como estuvo frente a Leandro.

Elías estaba seguro que estuvo a punto de sufrir un ataque de pánico al no encontrar a su novia en casa minutos atrás. Su mente se bloqueó al querer pensar en dónde estaría Lilith en tal estado y condiciones, que si no fuera por su hijo que escuchó el teléfono de la casa, se hubiera vuelto loco.

James contestó la llamada y le informó que la persona que lo buscaba era Leandro. Por un momento pensó que su suegro los estaba presionando para asistir a la cena a la que se habían comprometido y estuvo muy tentado a rechazar la llamada. Sin embargo, y aunque la relación de su pareja con su progenitor no fuera la mejor del mundo, eran padre e hija y Leandro tenía a cargo la seguridad de la Reina, algo podía hacer para ayudarle a localizar a Lilith.

-No te preocupes. Tengo a Lilith -fue lo primero que escuchó del padre de su novia y una parte de él sintió alivio-. Estamos en el hospital.

No hizo falta preguntar porqué ya que Elías estaba perfectamente consiente del estado en la que la había dejado. Había odiado tener que irse dejándola sola en tales condiciones pero él simplemente no podía no ir por su hijo. Ni siquiera tuvo el control de la situación en ningún momento. Todo lo había planeado Lilith para que él fuera más feliz de lo que era en aquella navidad. Y la amaba por ello.

Sólo había preguntado en qué hospital estaban e inmediatamente condujo ahí con James en la parte trasera de su auto.

El niño comprendía perfectamente lo que pasaba e incluso se mostraba preocupado por la novia de su papá, pues si bien no convivían con frecuencia, las veces que se veían, ella lo trataba muy bien y jugaban e incluso le ayudaba con las tareas. Además, había convencido a su mamá para que lo dejara ir con ellos toda una semana. Y eso era emocionante.

En la sala de espera de aquel hospital privado sólo estaba Leandro y una mujer que, sin presentación, Elias supo que era la prometida de su suegro. Vestía un ostentoso vestido color negro con detalles en rojo que dejaba a la vista la piel de la pierna derecha y un abrigo carmín, mientras que Leandro portaba un traje hecho a medida y perfectamente planchando. Ambos eran la representación de pareja perfecta y madura.

-Aún no lo sabemos -contestó Leandro con voz plana-. No han salido a informarnos. Pero dime, ¿porqué estaba sola? -en aquella pregunta se pudo reconocer el reproche.

Elías había convivido con Leandro durante cinco años, no de manera constante ni cercana, pero lo había observado y se había percatado de un par de cosas: una de ellas era que evitaba, a toda costa, hablar de Rachel, su ex-mujer. Otra cosa muy importante que había descubierto era que nunca exteriorizaba sentimientos o emociones y que, a pesar de todo, aunque lo negara en voz alta, o no estuviera presente en la vida diaria de Lilith, se preocupaba por su hija.

-La primera persona que lamenta ese hecho, soy yo -habló con voz firme, dando un paso adelante, pues otra cosa de la que se había dado cuenta, era que si te mostrabas débil ante Leandro Ellison solo una vez, él no lo olvidaría y no te respetaría-. Pero tenía que ir por mi hijo, fue una sorpresa que ella decidió darme -contestó empujando levemente a su hijo para que lo notaran-. Estaba fuera de mi alcance, y dime ¿qué hacías en casa?

-Iba por ustedes -dijo sin más antes de disculparse para realizar un par de llamadas.

Era obvio que Leandro sospechaba que Lilith no tenía la intención de asistir a una navidad con la nueva pareja de su papá. Y no se equivocaba pues Lilith había estado buscando cientos de escusas para faltar.

-¿Es una enfermedad crónica o sólo le cayó algo mal? -le preguntó la mujer de cabello azabache y piel pálida.

-Ha estado mal por un tiempo -contestó con sinceridad y se presentó -. Mi nombre es Elías y soy la...

Un Día MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora