Elías había contratado a un Santa Claus para que llevara los regalos en una enorme Jepp a la casa hogar. El sujeto llegó al lugar el veinticuatro de diciembre cerca del mediodía.
Ellos habían llegado poco después enfundados en grandes abrigos y sonrisas al ver la alegría en los pequeños, y no tan pequeños, de esa casa. La mujer encargada les había agradecido, como cada año, con una invitación para comer con ellos, y la pareja había aceptado y disfrutado de una tarde llena de juguetes, niños y sonrisas. Era cierto que los niños no eran una adoración para Lilith, pero no era de piedra y sentía ternura por los niños, además, los pequeños no la hostigaban porque estaban mucho más entretenidos con su juguetes, y con su novio, agradeciéndole lo que hacía por ellos.Elías era una deidad en esa casa, y en la vida de Lilith, también. Después de comer se sentó en las escaleras de la casa y observó como una pequeña niña de bucles negros y grandes ojos azules, que rondaba los cinco años, se acercaba a Elías y le daba en un beso en la mejilla, sosteniendo una muy bonita muñeca de trapo en las manos, y sonrojándose severamente después.
—Es una excelente persona —le dijo Anna, la mujer encargada de esa casa por varios años. Ella misma había recibido en los brazos al pequeño Elías con tan solo dos años de edad, y ahora se enorgullecía por las buenas obras que hacía el hombre en el cual se había convertido; después de todo eso significaba que no olvidaba ni ocultaba o se avergonzaba de su pasado.
—Lo sé —aceptó Lilith, llevándose un dulce a la boca y sin apartar la mirada de Elías, que ya cargaba a la pequeña en brazos y le daba vueltas mientras ella reía.
—Eres muy afortunada. Debes valorarlo, ya no los hacen así —agregó la mujer e inmediatamente se levantó para servir el tradicional ponche.
—Lo sé —repitió ella a nadie en particular, adorando cada vez más a su novio y preguntándose que había hecho para merecer a alguien así en su vida.
También se levantó y en contra de las protestas de Anna, ayudó a que todos los niños tuvieran comida y dulces en las manos, boca y estómago.
En general el día fue maravilloso, ya que mientras cantaban algunos villancicos, alrededor de las cinco de la tarde, comenzó a nevar y esa había sido la cereza en el pastel para que los ojos de los niños se iluminaran más y sintieran una felicidad y paz momentánea que todos los pequeños, en cualquier situación y parte del mundo, merecían.
Pero a pesar de toda la felicidad y orgullo, sintió el día pesado y arduo por el dolor de cabeza que trató de sobrellevar tomando pastillas para la migraña cada dos horas, sin importar lo fuerte que eran, o las consecuencias que pudiera tener. Pero era más que obvio que no le estaban funcionando. Y ya no podía soportarlo.
El dolor no se iba como llevaba deseando, suplicando, desde la mañana, al contrario, aumentaba de forma casi insoportable y antinatural. Nunca había sentido la presión tan fuerte, continua y duradera, por lo que ya comenzaba a preocuparse mucho más de lo debido. Las últimas semanas el dolor era casi diario pero ese día fue mucho más fuerte y peor.
Se negó a quejarse durante todo el día, pues no quería hacer que Elías se preocupara, arruinando así el día de los pequeños huérfanos en la casa hogar donde ambos se habían presentado desde medio día.
En esos momentos Lilith estaba sentada en el borde de la cama, vestida con un refinado vestido color vino, con la cabeza entre las manos y los ojos llenos de lágrimas. ¿Qué carajo podía hacer para no sentir ese maldito dolor que amenazaba con partirle el cráneo?
— ¿Lilith? —preguntó Elías entrando en la habitación que compartían. Ella alejó las manos de su cabeza, se levantó y volteó para mirar a su novio. Se veía tan elegante, tan guapo y varonil con smokin, que suspiró —¿Estas bien? ¿Te sigue doliendo la cabeza? —inquirió y la joven lo miró sorprendía ¿se había dado cuenta?—. Te conozco Lilith, y vi cómo te medicabas. Me preocupas, creo que últimamente el dolor es más frecuente.
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Un Día Más
VampireAhogado en un limbo lleno de recuerdos y dolor, un hombre delira su voz. El pasado, el presente y el incierto futuro se mezclan junto con la pasión, el amor, abandono y desesperación que amenazan con volverlo loco; tirarlo sin anestesia y sin previo...