Escucho el martilleo del agua de la bañera, hace que me duela la cabeza, aún más. Tomo aire lentamente y mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Las palabras de mamá dan vueltas y vueltas en mi cabeza; quiero que se esfumen, pero no puedo controlarlo.
El piso del baño está frío, pero llevo un largo rato sentada como para que me importe ya.
“Christina está muerta. Muerta”
Y yo no puedo hacer nada para traerla de vuelta. Me siento inútil ahora mismo.
Mamá dice que no es mi culpa, me ha estado diciendo desde que entré al baño y me encerré, que no pude haber hecho nada incluso si la hubiese acompañado.
Christina es mi mejor amiga. O lo era, no lo sé. Si está muerta supongo que deja de serlo.
La noche anterior habíamos discutido por teléfono, ella quería que me escapara de casa para ir a una fiesta, porque no quería ir ella sola. Le dije que estaba harta de hacer lo mismo siempre y que además tenía mucho sueño, no quería salir. Antes de cortar me dijo: “Eres tan aburrida, te detesto.” Y yo respondí con un: “Vete al infierno”.
Estaba enojada, con ella, con mis padres por no dejarme ir a ninguna fiesta, conmigo por estar cansada y no poder divertirme un rato. Estaba enojada porque se molestó.
Y vaya despedida… “Vete al infierno”
Sinceramente, espero que no lo haga, irse al infierno, digo. Era una buena chica, algo alocada, pero buena. Era muy generosa y amable, me hacía reír y me cuidaba mucho.
Mis ojos se están cerrando justo ahora, para reprimir las lágrimas. No quiero pensar que ha sido mi culpa por no ir con ella. Pero simplemente mientras más lo analizo más creo que pude evitar lo que pasó.
Mamá ha dicho que un tipo en la fiesta estaba demasiado drogado como para darse cuenta de lo que hacía y le disparó a varias personas, pero sólo las hirió, a Christina le llegó la bala asesina. Le atravesó la cabeza.
Imagino la escena y comienzo a temblar. No puede ser, ella no puede estar muerta.
AYER HABLAMOS POR EL AMOR DE DIOS. AYER.
Sigo llorando, siento que me han dado a golpes en el pecho del lado izquierdo. Lo reconozco como angustia.
¿Por qué ella?
Ella no hizo nada malo, no lo merecía, tan solo tenía dieciséis años… a veces fumaba pero no con frecuencia y era buena alumna en la escuela. No tenía razones para morir.
Ni siquiera pude decirle que la quería como a una hermana y que era una de las personas más importantes en mi vida.
“Christina está muerta”
NO PUEDE ESTARLO.
Aprieto ambos puños y golpeo el piso del baño mientras sigo llorando. Me duele, pero el dolor me distrae. Caigo de bruces en el suelo, cansada, físicamente por haber llorado durante horas y mentalmente porque no entiendo nada. No es justo.
- Kels – la voz cansada de mi madre se escucha desde el pasillo – Kels, ¿Sigues ahí?
Como no respondo, ella intenta abrir la puerta.
- Kels cariño – golpea.
- ¿Qué? – digo con la voz temblorosa. Tanto que no me reconozco, cierro los ojos e intento respirar con normalidad.
- Tienes que salir de ahí algún día bebé – dice mamá. También está triste, puedo notarlo.
- No – digo en un susurro.
Comienzo a llorar otra vez, no puedo evitarlo. Jamás me había sentido tan perdida y culpable en la vida. Yo debí estar ahí cuidando de ella, quizás la bala me habría atravesado a mí y ella estaría viva en estos momentos, llorando como lo hago yo, pero viva.
- ¿Por qué no abres la puerta y hablamos?
- Vete – gruño.
Mi mejilla derecha está contra el piso. Está frío y mi cara caliente. Me pongo de pie y me miro al espejo. Estoy hecha un desastre. Tengo la cara y los ojos hinchados y rojos. La máscara de pestañas ha dejado una marca a lo largo de mis mejillas y estoy sumamente despeinada.
Mi vista se va directo a mi cuello, y el collar de plata resplandece. Cierro los ojos y caigo sentada en el piso. Con la mano derecha tomo el collar y lo examino. Tiene forma de estrella, es del porte de un centavo.
“Mejores amigas por siempre.
C & K.”
Christina y Kelsey.
Dentro de mi cabeza escucho como un cristal se cae y se rompe, rasgando las paredes de mi interior.
Es mi corazón.
Tomo el teléfono celular de mi bolsillo y marco el número de Christina, me niego a seguir creyendo que está muerta. Pongo el teléfono contra mi oído y con ansias espero oír su voz.
- Hola, soy Christina, si no he respondido es porque estoy ocupada. Deja tu mensaje y si eres importante, te llamo luego.
-Pip-
El teléfono se resbala por entre mis dedos y se me va el aire. Escucho como suena al chocar contra el piso de cerámica. Trago saliva y me pongo de pie, abro la puerta. Del otro lado está mi madre con la vista perdida, intentando no llorar. Me lanzo sobre ella y sigo llorando, como si no hubiese llorado nunca.
- Ella se fue – gimoteo. Mamá me acaricia el cabello.
- Tranquila bebé…
- No va a volver mamá – sigo llorando – se fue para siempre. Es mi culpa… debí acompañarla mamá.
- No es tu culpa Kels.
- Debí estar ahí… – mi voz se quiebra.
Jamás pensé que la perdería, no puedo caer en cuenta de que ya no está. Se ha ido y no va a volver.
----♥
Me ha costado un mundo escribir esto. Lamentablemente me tocó perder a una de mis mejores amigas hace un tiempo y fue difícil para mí hablar del tema, me ha ayudado para desahogarme un poco. Espero que les guste, me esmeré en hacerlo bien.
ESTÁS LEYENDO
Escritos cortos
Teen FictionEstos escritos son completamente originales y está prohibido tomarlos.