Duele

318 24 1
                                    

Duele. Mirarle duele. Cada segundo que pasa, estoy más cerca de perderle. Estamos más cerca de separarnos, más cerca de morir.

Por ello, duele.

Y no le llamaríamos amor si no doliera el alma, si no me doliera cada hueso, cada extremidad de tan solo mirarle. Y es que todo su ser es abrumador. Es demasiado, y no estoy segura de poder cargar con ese peso, con el peso de tener que mirarle tan seguido.

Y como todas las cosas bellas, duele. Y como todas las cosas que puedo amar, duele. Su mera existencia es dolorosa para mí.

Quiero amarle hasta que se me seque la piel, hasta no tener aire, hasta no poder pronunciar ni una sola sílaba. Hasta morir.

Lástima es que nunca sabré si él siente lo mismo. Ni siquiera sé si cuando me mira, ve lo que yo veo.

Yo lo veo todo. Veo mi pasado, mi presente, y el incierto futuro. Y por algún motivo, eso duele todavía más.

Es tonto, esto es muy tonto. Porque el amor fue creado para ser felices, para disfrutar, sin embargo, es amargo a veces, porque amar de verdad conlleva sacrificios. Y lo juro, he dado todo lo que soy capaz de dar a mi corta edad, y no parece ser suficiente. Nunca es suficiente.

Increíblemente, me controlo a mí misma para no molestarle, abro puertas para hacerle sentir especial, escribo mensajes esperando que cuando los lea, sonría. Lo busco, lo beso, lo acaricio, lo abrazo y hago todo aquello que siempre me prometí que nunca haría, y todo es porque lo quiero. Aunque duela.

Dice quererme y quiero creerle.

No estoy segura de poder aguantar demasiado, y me pregunto: ¿Estoy presionando las cosas? ¿Estoy tratando de demostrarle algo, o demostrarme algo a mí misma?

No lo sé.

Solo sé que cuando lo veo, las cosas a mí alrededor se desvanecen, el tiempo se detiene... y yo caigo completamente.

Y no es nada sano. El dolor, aunque es necesario, puede matarme. Puede matarnos. Lentamente.

Y quizás no debería seguir intentando esto. Una parte de mí quiere renunciar, grita: ¡Ya probaste tu punto! Da la maldita vuelta y aléjate de él. No es bueno para ti.

Otra parte de mí susurra, con voz débil y temblorosa: Si te vas, nunca sabrás lo que pudo haber sido. ¿Te quieres dar por vencida? ¿Estás asustada? ¿No eres capaz? ¡Pendejadas! Si lo quieres, pelea por ello.

Y aquella batalla interna me desgarra el alma y sí, duele.

Él duele.

Sus ojos duelen.

Quererle duele.

Y no quiero que deje de doler, porque es cuando sé que estoy viva. Porque lo épico jamás será pan comido, porque lo bueno está destinado a doler, porque soy humana, y a los humanos... nos gusta el dolor.

Escritos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora