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»ROSE«
Cansada y desorientada, abro los ojos con extrema lentitud, suelto un bostezo pausado, elevo mis manos a la altura de mi cara, cierro mis párpados y comienzo a frotarlos con mis manos en un vano intento de desperezarme.
Segundos después, acepto que es inútil continuar intentándolo, y a pesar de ello, me niego rotundamente a seguir durmiendo por dos razones.
Uno: No sé dónde estoy.
Dos: Siento que un camión ha aplastado mi cuerpo.
Estoy tan débil que podría dormir por lo menos durante dos días enteros o hibernar como un oso, debido al cansancio albergado en mi cuerpo. Sin embargo, no soy de esas personas que practican el acto de dormir por horas y horas sin descansar un milisegundo.
Despejando mi mente de esos pensamientos, abro los ojos nuevamente, mientras que siento como si mi cabeza fuese a explotar en cualquier segundo, los latidos de mi corazón se intensifican; hay algo muy cerca de mí que lo produce, quisiera explicarles el motivo. No obstante, lo desconozco completamente.
Mi cerebro comienza a trabajar como una máquina, evocando lo que sucedió después de mi huida hacia aquella plaza, en la que nunca puse un pie. Recuerdo la luz que cegó mi vista, el automóvil que impactó contra mí, y esa voz gruesa, varonil que pronunció mi nombre en un grito desgarrador. Me pregunto de quién sería esa voz.
Llevo ambas manos a mi cintura, y descubro una venda enroscada alrededor de mi abdomen, deslizo mi mano izquierda al objeto en el que estoy reposando.
—Creo que es una camilla —pienso. Ladeo mi cabeza y confirmo mis sospechas.
Pero... ¿qué hago en una de estás? ¿Y por qué me duele tanto la cabeza?
Traslado la otra mano a la zona afectada de mi cabeza cuidadosamente y el dolor aumenta a niveles inimaginables.
Diablos, duele como si me hubieran perforado con algo muy caliente.
Ignorando el inclemente dolor, escaneo minuciosamente cada cosa a mi alrededor, las paredes blancas, la aguja sobre mi mano y el suero del que caen lentas gotas por una guía transparente, la puerta marrón claro, el chico que está concentrado leyendo el periódico... ¡Esperen! ¡¿Qué?!
Estupefacta, observo como se levanta de la silla como si su vida dependiera de ello, avanza dos pasos y sus ojos se detienen en los míos. ¡Dios! Esos ojos oscuros, su cabello, sus hombros anchos, y esa altura que no puede pasar desapercibida. Definitivamente, es Él.
¡Por Dios, es Steve!
Esto debe ser un sueño. Mejor dicho, una pesadilla.
—Hola Rose, ¿cómo te sientes? —inquiere con espesa tranquilidad y esa voz que en el lejano pasado, me hacía perder la cabeza y volar en nubes de algodón. Sus labios se curvan en una sonrisa fresca, los míos se transforman en una perfecta línea recta y junto mis dientes con fuerza innecesaria.
Los recuerdos golpean mi mente, haciendo que la nostalgia taladre mi ser y el rencor —que tiempo atrás, no quería sentir— fluya por mis venas, velozmente y sin retroceder.
Steve coloca una mano sobre la mía, causando que mi corazón se acelere alocadamente y una chispa de alegría se encienda en mi alma. Por instinto, aparto su mano como si la mía fuese un trozo de hielo y la suya una llama de fuego.
Enseguida, mi ceño se frunce y arrugo mi nariz. Un silencio tóxico, aplastante se expande en toda la habitación.
Steve me escudriña con un dejo de tristeza y confusión. Estoy segura de que no esperaba esa reacción de mi parte. Siempre fui amable con él.
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El sello de nuestro amor ©
Romance[Segunda parte de Ilusiones Rotas] Rose tiene un novio atractivo, una familia que la ama y un sueño por cumplir, ha decidido seguir adelante y no permitir que vuelvan a herir sus sentimientos, resguardándolos tras una coraza de orgullo; el escondit...