Capítulo IX

46 12 4
                                    

PARTE II

❇❇❇

—¿Y entonces ahora si vas a decirme cómo es que conociste a Rose? —inquiere Dustin elevando una ceja con un dejo de picardía vagando en sus ojos verdes. Al ver que no respondo a su interrogante, me observa expectante, pero esta vez con ambas cejas alzadas.

La reunión concluyó hace apenas un minuto y mi amigo luce muy interesado en saber la historia entre Rose y yo. Esta es la quinta vez que me pregunta lo mismo. ¿Y qué les puedo decir? Me tiene harto con su inoportuna persistencia.

Bufo con cansancio y le lanzo una mirada de reproche. A veces los amigos pueden ser tan fastidiosos que es inevitable evadir ese impulso de sellar sus bocas con un ziper y colocarles un candado por si se atreven ha abrirlo.

Deseo contarle todo, pero no se por donde empezar. No me agrada para nada quedar como el villano de nuestro breve "cuento de hadas" y aunque me cuesta demasiado reconocer que me equivoqué, que fui yo el que echo todo a perder; me duele rememorar los acontecimientos que nos condujeron a destruir el amor que iba creciendo fielmente entre nosotros.

—Steve, ¿no vas a responder nada? Es la misma a la que atropellamos, cierto? —me presiona. Respiro hondo y dejo que el aire se escape de mis pulmones por entre mis fosas nasales. Rendido ante su insistencia, planto mi vista en el techo como si eso fuera lo mas interesante en este lugar y acepto con la siguiente condición:

—Esta bien te lo voy a contar todo. Y si es la misma a la qie atropellamos. Pero primero vamos a buscar algo de comer a mi restaurante favorito —sugiero cuando me percato —gracias al reloj que se encuentra colgado a unos centímetros de la puerta principal— que es la hora del almuerzo.

—Vale, sólo dame un minuto para guardar estos papeles en la oficina. —pide mi amigo antes de dejarme solo a medio pasillo y marcharse trotando escaleras arriba.

—Claro, no hay problema —vocifero sarcástico encongiéndome de hombros, aunque quizás no ha escuchado ni una palabra de lo que dije.

Introduzco las manos en los bolsillos de mi pantalón de mezclilla y mi vista se clava en el suelo.

Aproximadamente tres minutos mas tarde Dustin se planta a mi lado y palmea mi espalda, despego mis ojos de la cerámica y sonrío levemente.

—Hay que irnos, brother. Mi estómago me esta exigiendo ser alimentado inmediatamente.

Muevo la cabeza en un acuerdo ante su propuesta. 

—El mío igual.

Al salir del edificio, nos dirigimos al aparcamiento, y cuando localizamos mi auto, caminamos los tres metros de distancia que nos separan de el, enciendo el motor y conduzco nuestro medio de transporte sin ningún inconveniente. Veinte minutos más tarde, llegamos a nuestro destino: Swan Terrace Restaurant.

Aparco el auto cerca de un frondoso árbol, nos bajamos con tranquilidad y con pasos firmes caminamos hacia la entrada e ingresamos con facilidad al restaurante. Barro con mis ojos cada espacio intentando encontrar una mesa vacía.

Sin embargo, una señorita estropea mi cometido cuando Dustin le pide ayuda, ella nos provee opciones en cuanto a las mesas disponibles con formalidad y elegancia, seleccionamos la que está cerca de una ventana inmensa, en donde fácilmente se pueden contemplar las calles de Virginia.

El sello de nuestro amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora