Capítulo XIV

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PARTE II

❇❇❇

»STEVE«


Rose nos observa por debajo de sus oscuras y finas pestañas, aclara su garganta, alza un poco la cabeza y con un destello de inseguridad titilando en sus pupilas, asiente afirmativamente.

—Esta bien, acepto.

Como reacción a su respuesta, me invade un enorme impulso de saltar de alegría, de cantarle una canción o besar su brillante melena ondulada. Sin embargo me esmero en plantar tranquilidad en cada facción de mi cara y sonrío a boca cerrada.

—Gracias —Mi voz suena neutra por fuera, pero en mi interior resuena la felicidad.

Tengo que exhibir un semblante indiferente para que no descubra mi plan. ¿Qué cuál es? Ya lo verán. Esta noche tengo pensado desnudar mi alma entera ante ella y así obtener su perdón. Espero lograrlo. Ya no deseo seguir sin conciliar el sueño por las noches frías o cálidas; al saber que ella me detesta por las idioteces que cometí en el pasado. Cuánto no daría por retroceder en el tiempo y hacer las cosas bien, luchar por acrecentar el amor más puro que alguien tan noble como ella me ofreció en bandeja de oro.

Pero es inútil retornar al pasado y cambiar lo que está hecho. Solo nos queda enfrentar las consecuencias de nuestros actos y aprender del error que cometimos. De eso se trata la vida, así avanzamos en nuestro desarrollo personal.

Refreno un resoplido de decepción y sacudiendo mis pensamientos fuera de mi mente, me apresuro a abrir la puerta y con un ademán le señalo la salida después de pedirle que nos vayamos, empleando un tono suave y amable.

Atravesamos la estancia, descendemos por las relucientes escaleras en silencio y al cabo de unos minutos nos internamos en el estacionamiento. Caminamos hacia el centro y en la tercera hilera de autos se encuentra mi camioneta. Nos dirigimos hasta ahí y al llegar abro la puerta para Rose. La hermosa chica entra con lentitud, cierro la puerta con cuidado, entro al auto y enciendo el motor.

Mi mejor amigo se aleja de nosotros discretamente y se marcha en su automóvil sin despedirse, tal como se lo pedí.

—¿Dustin no irá con nosotros? —La escucho preguntar, en un susurro aterciopelado, poco audible. Enfoco mi atención en ella, apartando mi vista del espejo retrovisor. Despega su mirada de la ventanilla e inclina la cabeza hasta toparse con mis ojos, evaluándome con preocupante seriedad.

Bufo mentalmente. Aquí viene lo difícil; convencerla.

—No, hermosa. Él irá a visitar a su novia.

—Entiendo —dice con voz plana, pestañeando constantemente—. Entonces es mejor que me vaya por mi cuenta. No me apetece ir en el mismo auto contigo... Buenas noches.

Joder, eso dolió.

Rose hace el intento de abrir la puerta, inmediatamente enrosco mi mano en su antebrazo para detenerla. Pero cuando mi mano choca con su suave piel, un escalofrío se pasea velozmente por mi espina dorsal, me parece ver chispas magnéticas flotando alrededor de nuestros cuerpos; indiscutiblemente todo es obra de mi imaginación.

De pronto nuestras miradas se encuentran. El ambiente incómodo se transforma en calidez. El silencio se torna abrumador. No obstante, siento la boca demasiado seca como para apagarlo. Así que me limito a contemplar esos pozos oscuros, capaces de hacerme perder la cabeza por verme reflejado en ellos.

—Suéltame, Steve —Me fulmina con la mirada y aparta mi mano con desdén.

—Perdón.

—Lo siento, tengo que irme.

El sello de nuestro amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora