Capítulo VI

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Después de que el doctor termina de realizar su fatigoso, pero heroico trabajo se despide con un «regresaré pronto» y se marcha; dejándome completamente aturdida, hundida en una marea de nervios incontrolables. ¿Cómo es posible que terminara siendo cuidada por ÉL, Steve Brown?

Han pasado tantas cosas en un par de horas y ni siquiera he sido capaz de asimilarlo completamente. Pero aquí termina todo, ¿no? Ya no volveré a verlo nunca más y esto será un extraño y feo recuerdo que borraré de mi memoria fácilmente, ¿no creen?

Chasqueo la lengua cuando mi celular comienza a sonar, el sonido se propaga en cada espacio de la habitación, generando molestia súbita en mis oídos; mediante la cual mis pensamientos se alejan sin decir adiós. Me muevo sobre las sábanas sin hacer ningún movimiento que pueda causarme dolor, y a regañadientes, extiendo mi mano para buscar el aparato parlanchín en mi cartera.

«Ojalá sea alguien importante», ruego mentalmente.

En cuanto lo encuentro, respondo la llamada, lo pongo a la par de mi oreja, lleno de aire mis pulmones y aclaro mi garganta antes de hablar.

-Amor.

-Hola -saludo animadamente... y esa voz que muchas veces me hizo sentir en paz, aunque mi alma se resquebrajara una y otra vez, se sumerge no sólo mis oídos sino también en mi alma. Evocando una de las razones principales por las que acepté ser su novia.

-¿Está todo bien? -inquiere en tono suave. La preocupación es claramente notoria en su pregunta. Intuyo que está frotando su nuca de manera versátil, o tal vez, deteniendo su barbilla con un gesto de tristeza impreso en su rostro. Lo hace siempre que se inquieta por alguna situación que no puede resolver por sí mismo-. Te extraño un mundo. Te llamé, te envié muchos mensajes e incluso te escribí al correo, me comuniqué con tus padres y tu hermana y no obtuve información.

Me quedo en silencio por unos segundos, buscando las palabras adecuadas para justificar mi ausencia.

-Estoy muy preocupado por ti... ¿Hice algo malo? -prosigue con la tristeza nadando en su voz, suelta un suspiro de frustración y se centra en esperar por mi respuesta.

-No, no... para nada, Roberto.

-Me apresuro a decir.

-¿Entonces?

-Es una larga historia, cariño.

-Tengo todo el tiempo del mundo, mi vida. Sabes que me encanta escucharte.

-Está bien, solo no te preocupes, por favor -pido.

-De acuerdo -asegura con un toque dulzura y comprensión.

Tomo una profunda respiración antes de relatar lo sucedido, le cuento sobre el accidente, la atención en el hospital, la fractura y el golpe en mi cabeza.

Sin embargo, evito comentarle acerca de Steve, puesto que Roberto sabe toda la historia, y no deseo que se altere innecesariamente. Sé que Roberto haría hasta lo imposible para protegerme, él sabe cuánto sufrí y me ayudó a superar las cosas sin siquiera notarlo. Quizás tengo que contarle, pero no le estoy mintiendo solo oculto detalles insignificantes. O eso es lo que me limito a creer.

-Perdóname por no estar ahí contigo, mi amor. Te debes estar sintiendo tan sola -se lamenta, y no es hasta este momento en el que descubro cuanto lo extraño, quisiera uno de sus abrazos, un beso y lo imagino a mi lado, cuidando de mí. No obstante, la realidad me golpea fuertemente y una pequeña lágrima se fuga de mis ojos.

El sello de nuestro amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora