Capítulo XVI

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***

»ROSE«

Aclaro mi garganta para captar su atención, ambos ladean su rostro hacia mí y enarcan una ceja. Acto seguido, me observan inquisitivamente. El pelinegro esboza una sonrisa torcida, Dustin se limita a evaluarme.

—Eh... Disculpen que los interrumpa pero necesito otros auriculares, porque estos no funcionan correctamente —Al percatarme de que Steve está abriendo su boca para replicar, enfoco mi atención en Dustin e ignoro, a toda costa, sus pozos oscuros—. Dustin, ¿dónde puedo conseguir un par? —Me apresuró a preguntar antes de que ÉL responda.

—Creo que tenemos unos en la bodega, puedes buscar en una caja que está en el estante más alto —me informa el rubio de hermosos ojos azules con su tono tranquilo de siempre.

—Gracias, ahora regreso.

Apoyo las manos sobre la mesa para impulsarme, sin embargo, su irritante voz masculina congela mi movimiento.

—Permíteme, iré a traerlos por ti —apunta Steve, irguiéndose en tan sólo un parpadeo.

—No gracias, no necesito tu ayuda —replico seriamente con voz excesivamente plana antes de abandonar mi, no tan cómodo, asiento. Ni siquiera lo vuelo a ver. No deseo hacerlo.

Aún no estoy segura porqué, pero desde aquella noche que estuvimos en el parque, sus palabras se han colado permanente en mi mente. Mi  subconsciente no ha dejado de cuestionarme si estaría bien perdonarle. Por un lado, considero que hacerlo me desconectará de todo lo que sucedió entre nosotros, que me quitaré un peso de encima y podré avanzar con facilidad en mi relación con Roberto. Pero por el otro lado, aún sigo desconfiando de él, quizás el no hacerlo me ahorre muchos problemas.

Interrumpiendo mis cavilaciones de golpe, me dirijo hacia la bodega cuando recuerdo que era lo tenía que hacer.

En cuanto localizo el objeto, me pongo de puntillas porque estoy segura no conseguiré alcanzar la caja sin hacerlo.

Rayos, ésta es una de las desventajas que más desprecio de ser pequeña.

Me inclino un poco más. Fallo. Lo hago de nuevo y lo mismo.

Golpeteo mis dedos en mi barbilla, escaneando el reducido cuarto en busca de algún objeto cualquiera que me facilite las cosas.

Esbozo una sonrisa victoriosa al ver un pequeño banco de madera en una esquina.

Voy en su búsqueda, lo pongo justo donde estaba hace un par de segundos y me subo al instante.

Entonces, cuando estoy a punto de tomar el objeto, pierdo el equilibro.

Mis ojos se cierran por inercia, en mi mente se reproduce el momento en que mi espalda se estampa dolorosamente contra el duro y frío suelo.

Aprieto los párpados con fuerza y trago saliva con dificultad al mismo tiempo que unos fuertes brazos me atrapan en el aire.

Suelto un suspiro de alivio.

Los latidos de mi corazón se aceleran como nunca. Un delicioso perfume masculino se inmiscuye en  mis fosas nasales.

¡Diablos! Huele tan bien que dejo de pensar por unos instantes hasta que siento la respiración de mi héroe en mi mejilla derecha.

Separo mis párpados para averiguar de quien se trata, los golpeteos dentro de mi pecho continúan con su descontrolado martilleo.

Oh... debí imaginarlo.

Steve Brown.

—¿Te encuentras bien? —inquiere, evaluándome con sus oscuros ojos. 

—Claro, gracias. Ahora... ¿Podrías soltarme, por favor?

—Si, por supuesto, lo siento.

En silencio, camino hacia la salida, olvidando porqué estaba aquí. Quizás huir de su presencia sea lo más adecuado, quizás ayude a que mi corazón vuelva a su ritmo normal.

—Aquí está lo que buscabas —menciona, colocando un par de auriculares en mis manos.

—Gracias —Es lo único que digo antes que su mano se pose en mi codo y detenga mi andar.

—Espera, por favor.

Me volteo automáticamente, él se acerca invadiendo mi espacio personal; son pocos centímetros los que nos separan el uno del otro.

—¿Qué quieres? —espeto a la defensiva, cruzándome de brazos. Gesto que utilizo como una barrera evasiva ante su inadecuado acercamiento.

—¿Te gustaría ir a almorzar conmigo? —inquiere mientras frota su nuca con una mano.

Sonrío con falsedad. Un destello de esperanza se asoma en sus pupilas.

—Escucha muy bien lo que voy a decirte, Steve, porque no te lo repetiré: No soy tu amiga, tampoco deseo serlo y no me interesa nada que tenga que ver contigo. Deja de hacerte el caballero conmigo porque me irrita, tuviste tu oportunidad y no la aprovechaste. Así que invita a alguien mas porque yo nunca saldré contigo —Mi tono frío y seguro sumado a mi mirada furibunda lo dejan atónito, un poco boquiabierto también.

Rio maliciosamente en mi interior.

Doy la vuelta, caminando a pasos firmes, con el mentón levemente alzado y los hombros rectos.

—Rose, ¿tienes un minuto? —me cuestiona Dustin en cuanto me ve llegar—. Necesito hablarte de algo.

—Por supuesto —Me siento frente a él—. ¿De qué se trata?

—Quiero pedirte disculpas.

Mi frente se arruga.

—¿Disculpas?

—Sí, es que por mi culpa estuviste en el hospital.

Mi ceño se frunce aun más, si es posible.

—¿A qué te refieres?

—Es que fui yo quien te atropelló aquella noche, Rose. De verdad lo lamento tanto. —Entrelaza sus manos sobre la superficie y niega lentamente. El arrepentimiento es palpable en su tono. Exhala pesadamente y continúa—: Ya hasta lo había olvidado.

Me mantengo en silencio, sopesando su confesión a profundidad.

—Pero la ropa que usas hoy, es la misma que usabas ese día —afirma en un susurro audible, como si quisiera convencerse él mismo y no a mi. Vuelve a mirarme.

Le doy un rápido vistazo a mi vestimenta, y sí, efectivamente, es la misma que usaba ese día.

—No te preocupes, eso quedó en el pasado. En realidad, yo no fui precavida al cruzar la carretera.

Suelto una risita, intentando hacerle entender que ese asunto ya no posee importancia alguna.

—Bien, en ese caso. Ven a almorzar con nosotros y mi prima.

—Te lo agradezco, pero...

—No aceptaré un no por respuesta, Rose; te lo debo —me interrumpe.

Cuando estoy a punto de rechazar su invitación, algo inesperado, locamente inesperado sucede; la puerta se abre y una muy sonriente Kelly aparece de la nada.

—Rose, ella es mi prima, Kelly.

***

Seh, las vidas de estos chicos están conectadas. :p

Les dejé a Dustin en multimedia.

P.D. Rose sacó a relucir su lado malvado que ni yo sabía que poseía jajaja

Nos leemos pronto (:

El sello de nuestro amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora