Capitulo 1. Excesos

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Todos hemos sentido ese ardor en el pecho, como un fuego tibio de llamas ardientes que nos hace suspirar. Este fuego se enciende en los momentos mas importantes de nuestra vida. Nuestra primera verdadera amistad, cuando aprendemos algo nuevo, cuando vemos sonreír por primera vez a nuestra madre, a nuestro padre, a nuestros hermanos, cuando superas tus miedos, cuando una etapa difícil se cierra, cuando reímos a carcajadas con nuestros seres queridos, cuando nos sentimos tan felices que el tiempo es irrelevante, haciéndonos desear que esa felicidad se mantenga estática en nuestros corazones... Y sobre todo...

Cuando conocemos a nuestro verdadero amor...

Ese ser que nos hará reír, llorar, sonreír, gritar, enojarnos, dudar... Miles de sentimientos que florecen a medida que pasa los días... Pero sabemos en nuestros interiores que eso es amor, que el cosquilleo en el estomago son los nervios, la ansiedad. Que ese sonrojo en nuestras mejillas es la felicidad de momentos tiernos y acaramelados, o por la vergüenza de nosotros mismos, o la vergüenza de la situación, pero la otra persona nos quita los malos pensamientos...

Aprendemos, nos caemos, volamos y crecemos...

Eso es amor verdadero.

No palabras dulces todos los días, a todas horas, en todos momentos.

Es crecer, encontrarnos a nosotros mismos, avanzar a pesar de todo.

Esa persona que nos ayuda mirar el futuro, olvidar el pasado y saborear el presente...

El amor es agridulce; ni dulce, ni agrio.

Y ese fuego nos avisa, nos enseña, que la persona es la indicada, que no tenemos que temer, que no tenemos que dudar...

Que tenemos que amar...

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- Harry -

Vueltas.

Todo da vueltas.

Se mueve.

Gira.

Tiembla.

Tenía un horrible sabor amargo en mi boca.

Un sabor a hiel.

Quería vomitar.

¿Como es que había sido tan idiota?. Había traspasado mi limite de copas con creces.

Caminaba.

Sin saber exactamente a donde.

Era algo involuntario, como un instinto.

Como si mi cuerpo por si solo supiera la dirección para llegar a mi desconocido destino.

Simplemente caminaba.

Calle tras calle la noche helaba aun mas, el frío llegaba hasta mis huesos, mis dedos estaban entumecidos y mis labios resecos, mi vista escocía y mi cabeza cada cierto tiempo daba unas dolorosas punzadas.

Mis pisadas eran arrastradas y lentas.

Joder, estar borracho a veces era una mierda.

Solo a veces.

Sobre todo cuando tu cuerpo no respondía a tus pensamientos.

El resto del tiempo era el mejor somnífero para tus pesadillas, un potente analgésico para tu dolor y sufrimiento, un amigo con quien compartir penas... el alcochol... mi gran confidente desde tiempos inmemoriales.

-. ¿Por qué Él? .- {Larry Stylinson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora