WILLIAM – ANÍBAL –––––– LAUREL.
– ¿Sabes cuál es el punto G del hombre? – Musitó Laurel mientras pasaba sus manos por mi entrepierna, bajaba a mis testículos y se movía más abajo – ¡Aquí!
– ¡No metas el dedo ahí!
– ¿Te gusta?
– No, no soy marica. – Traté de sonar gracioso al decirlo.
Ella sonreía, una sonrisa amplia que me contagiaba.
– Te gusta, no me mientas. Debes dejar que lo haga ¿Acaso no me amas?
Umbrella. Su canción favorita. Podían haber pasado ocho años, pero ella acababa de descubrirla y le fascinaba. La tarareaba mientras hablábamos.
Sus ojos bajaron, miraba directamente mi hombría.
– Debo ser maga, puedo mover cosas con solo mirarlas.
Me sonrojé, no pude evitarlo. Su mano empezó a acariciarme. Ella se había puesto la ropa y me había advertido que se iría, yo me había quedado desnudo en la cama.
– Quiero probar. – Dijo antes de llenarse la boca.
Dejé caer mi peso sobre la cama a la vez que me sumergía en la sensación más fascinante que había sentido hasta ese momento. Traté de sujetarle la nuca, pero antes de llegar a tocarla sentí un dolor en los dedos. Abrí los ojos para ver como sujetaba mi mano con los dientes.
– Ya me iba, lo siento Aníbal.
– No te vayas – Junté mis manos enlazando los dedos – Al menos no hasta que termines.
– Será hasta que tú termines.
La vi levantarse de la cama y dirigirse a la puerta.
– ¿Qué debo hacer?
Me arrepentí justo al decirlo. Su sonrisa se amplió diabólicamente.
– Así me gusta. Sumiso. Tengo algo en mente. – La última frase la dijo con su dedo en medio de los labios mirando al techo.
Hay muchas cosas que decir y otras que no sabría cómo contar.
Muchas veces me sentí cómo sino fuera parte del grupo. De ningún grupo en general. Dicho sentimiento me acompañó a lo largo del colegio. Siempre sentí que era el último en ser escogido de un grupo para prácticamente cualquier cosa. Para mi fortuna todo eso había cambiado al entrar a la universidad.
A menudo bromeaba con William que nunca me casaría, aunque una parte de mí lo decía en serio. Con el tiempo aprendí que mi actitud no era rebelde, sino la común. Una vez él me dijo que si alguna vez se casaba lo haría el trece de diciembre. Cuando le pregunté por qué, su respuesta fue sencilla: "Sabes que el trece es mi número preferido". De niño me hice preguntas a mí mismo, no tenía nadie más. Con frecuencia creí que encontrar una persona con la cual compartir tu vida sería un poco de felicidad. Como muchos otros deseo volver a ser un niño, cuando las cosas eran más fáciles y eras feliz con tan solo comer un vaso de helado.
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Tres Son Multitud
RomanceWilliam es un joven desafortunado; Aníbal un muchacho intrépido; Laurel una chica atrevida. Los tres nos contarán su historia, cada uno a su manera, de cómo querían hacer un trío. Pero cada uno tiene algo más que contar que solo eso...