WILLIAM - ¿QUIERES TENER SEXO CONMIGO, PERO NO HABLARME?

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Pocas veces tuve la oportunidad de hablar con chicas. No me refiero a que fuera apático, sí hubo chicas con quienes salí y compartí, pero fueron muchas menos de lo que hubiese deseado. Lo único que me ponía incómodo al hablar con ella era decir en voz alta las cosas que solo me atrevía a pensar en los momentos más mórbidos mientras veía porno. Sí, ella era muy específica en cuanto a temas sexuales. Es posible que empiecen a pensar que soy un depravado, pero todos los hombres estamos acostumbrados a cierto tipo de plática, y, como aprendería luego, las mujeres también.

La chiquitica siempre fue muy directa, no tenía reparo en usar palabras fuertes y decir las cosas como las pensaba; no era que tratara de sorprender a nadie, siempre fue así. Pero yo era un triste idiota que siempre buscaba todas las respuestas, y había una que me daba vueltas la cabeza.

– ¿Por qué lo haces?

– ¿Hacer que?– Habló bajando la voz como si hubiera alguien más en la maldita biblioteca.

Después de nuestra conversación habíamos cruzado unas cuantas palabras. Ella me reveló que no había terminado de encontrar las preguntas que había dejado Bigotes, así que estábamos trabajando juntos para estudiar para el parcial. Claro que Bigotes era la menor de mis preocupaciones en ese momento.

– Hablar conmigo... – Hablé tratando de aclarar mi voz.

– ¿Quieres tener sexo conmigo, pero no hablarme?– Iba a repetir la pregunta de otra manera, pero al verla a los ojos pude notar como se esforzaba por no reírse, aun así, sentí la necesidad de hacerme entender.

– Me refería a...

– Sé a lo que te refieres– Me interrumpió Laurel haciendo un gesto con la mano.

– No lo creo.

– ¿Por qué te hablo en primer lugar? ¿Eso es lo que no entiendes?

Llevaba poco conociéndola, pero llegó el momento en que trataba de aparentar que nada de lo que ella dijera me sorprendía, pero costó mucho ocultarlo cuando escuché su respuesta. ¿Cómo pudo entenderme? Ahora que lo pienso si me hubiese callado todo habría sido muy diferente.

– ¿Por qué?– Asentí.

– Me gustan calladitos– Hice un silencio esperando una respuesta, imaginé que diría algo como «los calladitos en público se vuelven una fiera en la cama» pero no, no dijo nada más.

¡No le mires el escote! ¡No le mires el escote! ... ¡Mírale el escote! ¡Mira maricón, mírala!

No era necesario que dijera otra cosa pues me quedó mirando a los ojos con una sonrisa disimulada, apretó los labios lentamente mientras yo sentía que algo dentro de mí quería explotar, sí, a eso mismo me refiero. Solo ella sabe la cara de idiota que debí poner, porque se empezó a reír estrepitosamente haciéndome despertar de mi pequeña fantasía para contagiarme de su risa.

Esa vez llevaba el cabello suelto y unos aretes grandes con unas piedras de fantasía verdes que hacían resaltar sus ojos. Habíamos reído tan fuerte que tuvo que volver a recogerse el cabello que se le había despeinado.

– Has estado con muchos me imagino– Dije una vez que nos recuperamos del ataque de carcajadas que duró varios minutos.

– No– Su voz había cambiado, ahora reflejaba aquella frialdad con la que me había tratado antes. Me di cuenta que no debí preguntar algo como eso.

– Me caes mejor que María Dientes– Dije.

– ¿Quién carajos es María Dientes?

– La ex de Aníbal.

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora