22- ANIBAL - PIENSO TERMINAR CON ELLA

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LAUREL Y ANÍBAL.

Nunca le pedí que hiciera las cosas que hizo por mí. De igual forma las hizo.

Irónicamente fue él quien le puso María Dientes a mi novia, porque me decía el Dientón y quería que fuéramos pareja.

– Pienso terminar con ella– Le dije aquella vez.

– Es una buena chica– Me aconsejó William.

– Es muy fea.

– Así nadie te la mira y te va a ser fiel toda tu vida si le quitas la virginidad.

– Si tanto te gusta deberías quitarle tú la virginidad.

– Si yo tuviera una novia y me pidieras tener sexo con ella, te dejaría, sin pensarlo.

– Tienes un tono de voz aburrido, pero cortés. ¿Lo dices en serio? – No me respondió.

Me quedé mirándolo. No me dejó claro si estaba bromeando o lo decía en serio. Supongo que no hablaba en serio. Él fue siempre así de cerrado con todos, conmigo más que nadie. Algo me quedó claro y era que él no sentía necesidad de explicar las cosas que hacía. Él creía firmemente en que sus acciones demostraban todo lo que quería decir y que, por ende, a veces las palabras estaban de más.

El día que aposté con Laurel yo dije que si perdía me vestiría de mujer, con maquillaje y todo. Ella apostó que si perdía haría un trío con William y conmigo ¿O fue al revés? Lo importante es que no me vestí de mujer.

Los días se convierten en semanas y luego en meses. Yo era su amigo y no fui capaz de llegar a su casa y mostrarle mi apoyo cuando más lo necesitó. Meses antes del accidente William había perdido a su padre, justo en el momento en que Laurel lo dejó por mí. Yo era su amigo y tenía que estar con él, pero no pude hacerlo y me arrepentía con toda mi alma.

Yo conocía el dolor de perder a mis padres, el más grande dolor de mi vida y que nunca se borrará y, por más extraño que pueda sonar, la única persona que estuvo conmigo en esos momentos fue William. Ahora cuando la situación había cambiado no pude devolverle el favor. ¿Qué clase de amigo era? La peor clase de seguro.

No hubo un momento en que no haya tenido ganas de pedirle disculpas y volver a hablarle, pero las fuerzas para hacer tal cosa nunca fueron suficientes. En cambio, me sorprendió tremendamente cuando Laurel me dijo que habían vuelto a hablar. Era la oportunidad que esperaba, si es que había soñado con que tendría la oportunidad de volver a hablarle.

Días difíciles vienen siempre disfrazados.

El día después del cumpleaños diecisiete de Laurel.

Salí temprano en la mañana. Nunca me gustaron los hospitales, ni visitar gente enferma, me había resignado a tener que ir cuando mi abuela se enfermera, pero ese evento se le sale a uno de las manos.

Llamé a la señora Nubia para saber en dónde estaba. Al oírla serena y calmada me volvió el alma al cuerpo. Llegué lo más temprano que pude en la mañana, en el horario de visita.

Caminé por el pasillo en dirección a la recepción para preguntar por él. Su mamá venía de brazos de su hermano. Ella lloraba desconsoladamente.

Me detuve y me quedé estático.

Caminaban lentamente sin mirar a nadie en particular. Me quedé viendo como pasaban a mi lado. Danilo estaba en silencio y en seriedad. La señora Nubia lloraba y sollozaba. Caminaron lentamente hasta salida y yo permanecí como una estatua.

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora