21- LAUREL - ¡TE ODIO! ¡OJALÁ TE MUERAS!

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Ese viernes fue mi cumpleaños número diecisiete. Para ese entonces ya había entendido que los regalos de cumpleaños no eran algo que debía esperar con ansias. Después de todo solo la infancia disfruta regalos y mi infancia había terminado a los once años.

Los pocos familiares que sabían la verdad me miraban y pensaban –lo ha superado– es una chica normal–. Mis padres eran los más contentos. Me preguntaban mucho acerca de mi vida. Me cuidaban mucho. Mi abuela una vez me dijo: No tengas miedo a hacer algo, si te equívocas en un futuro te reirás, pero si no lo haces, vivirás con la incertidumbre de ¿Qué tal si lo hubiese hecho?

William estaba callado como de costumbre. Siempre me molestó que se quedara callado. No al punto de sacarme de quicio, solo me molestaba. Estaba recién rasurado como nunca, con su mirada perdida en quién sabía qué. Los tres estábamos sentados en las escaleras, en silencio.

– ¿Te gustó? – Le pregunté al Narizón.

– ¿Tienes que preguntar?

– Como no dijiste nada, ni una palabra, pues no leo la mente...

– Hay que repetirlo– Bromeó Aníbal.

Claro que no hay que repetir nada. ¿Qué gusano le picó a este bicho? Le di una palmada en el hombro a Aníbal. Mientras que el Tucán decía algo. No le presté atención y me quedé mirándolo con cara de no saber de qué hablaba. Repitió sus palabras amablemente.

– Me voy.

– ¿A dónde? – Le pregunté después de una pausa.

– A estudiar medicina, es lo que de verdad quiero estudiar.

– Si es lo que sientes que debes hacer, pues hazlo. No te preocupes, podemos seguir hablando...

– No – Me interrumpió William – no seguiremos hablando, esto es una despedida.

¿Alguien podría inventar un lector de mentes? Solo necesitaba cinco minutos para saber que pensaba ese idiota. Se acercó a mí para besarme. Por un momento pensé que mi novio haría algo, pero si a él no le importaba por qué habría de importarme a mí. Su beso fue diferente. Era como besar otra persona. No le correspondí. Debí haberlo hecho.

– Adiós– Dijo al despedirse de mí.

Debí haberle dicho algo más. No lo sé. «Gracias por haber sido una parte importante en mi vida» Si, sería lo perfecto a decir en un momento como ese. Aunque ahora que lo pienso jamás le había dicho algo como eso. «Dañaste mi mundo... y me alegra que lo hayas hecho porque así pude construir algo nuevo de las cenizas».

– Vaya novio que tengo– Le dije al dientón.

– No iba a arriesgarme a otro golpe, ya sé que pega duro– Volvió a decir en tono burlón.

Cobarde, como siempre. Era bueno saber que no pelearía por mí, tampoco me hubiera gustado que se dieran golpes, fue lo mejor. Nunca entendí ni compartí el ideal machista de pelear por una mujer.

Aquella vez que lo habían golpeado fue el detonante necesario para darme cuenta que había cometido un error al estar con William. Esa noche luché conmigo misma y al día siguiente también. Pensé muchas cosas. Hablé de muchas cosas.

William había estado conmigo en momentos muy importantes, pero no había tenido el coraje de hablar con él. Aníbal estaba conmigo en su casa y su abuela, como siempre, no estaba.

Me llevó a la habitación, al principio pensé que quería sobrepasarse conmigo o que me propondría recordar viejos tiempos. Se acercó más a lo segundo.

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora