10- WILLIAM - NECESITAMOS HABLAR

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El mensaje de Aníbal era conciso.

YO: ¿Para que soy bueno?

ANIBAL: Es mejor hablar en persona, necesitamos hablar.

El texto me puso nervioso. La diferencia en un mensaje escrito es que no puedes descifrar si la persona que lo escribe estaba feliz, triste, o enojada cuando lo escribió. Mi mente repitió las dos últimas palabras con un tono de frialdad, como si fuera el ultimátum que envía un gran conquistador al dirigente de una ciudad que tiene sitiada. Necesitamos hablar.

Traté de calmarme repitiendo que se podría tratar de cualquier otra cosa, pero no pude conciliar bien el sueño. En parte se debió a que por mi mente no pasó ninguna otra razón por la cual mi amigo me enviaba un mensaje un domingo por la noche para hablar al día siguiente antes de entrar a clases.

Desvelarme me favoreció, definitivamente. Me levanté tarde y corrí a bañarme, pero en mi afán no encontraba la toalla. Cuando al final la encontré, Nubia había entrado y me tocó esperarla; al cambiarme no encontraba una de mis medias y opté por solo ponerme una; Llegué corriendo a la iglesia para ver al bus irse frente a mis ojos, corrí tras el vehículo como un idiota y lo único que logré fue perder mi dignidad; tomé el siguiente que tuvo un desperfecto mecánico a mitad del camino y nos tocó hacer un trasbordo al siguiente, pero este último iba tan lleno que habría que esperar un tercero. No estaba dispuesto a quedarme para ver cuándo pasara y, como pude, me monté en el atestado bus. Cabe recalcar que la mayor parte de mi cuerpo estaba fuera del bus, pero iba en camino. Como era de suponerse, llegué tarde; tanto así que el tiempo que se suponía que usaría para hablar con Aníbal ya lo había perdido. Entonces acordamos encontrarnos a la salida para hablar.

Necesitamos hablar.

A la salida me estaban esperando. Sí, los dos, estaban sentados hablando en una de las bancas de concreto que tenía la universidad a la sombra de un árbol de mango. En ese momento temí lo peor. Por mi mente pasaron algunas imágenes de las telenovelas que algún día había visto y armé todo un drama en mi cabeza. Casi tropiezo y caigo al pisarme los cordones del zapato, pero recuperé el equilibrio. Lo único que me faltaba ese día era que un pájaro me cagara encima.

Aproveché las bancas de concreto para amarrar los cordones de mis zapatos, mientras lo hacía Laurel notó que me faltaba la media.

– ¿No tenías papel higiénico, Narizón? Siempre he dicho que usaría una media como medida de emergencia.

Me calmé cuando se empezaron a burlar de mí y se levantaron. Comenzamos a caminar con la naturaleza habitual hablando de cualquier cosa, nuestra corriente marcha de la universidad al paradero del bus.

– Pero dile – La voz de Laurel, que se dirigía a Anibal, era calmada.

Como siempre que caminábamos Aníbal iba en el medio. Imaginé que ella se había encargado de inventar alguna historia y hacerme quedar mal, o, pero aún... Le había dicho toda la verdad.

– Somos amigos ¿Verdad? – Empezó Aníbal.

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora