Llegué a mi casa tarde otra vez. Encendí la luz de la cocina sin encender las demás, moverme en la oscuridad por la casa se había vuelto un hábito para mí. Ese día no había ollas sucias, pero tampoco comida por lo que opté por el plan b. La nevera tenía la comida del mes, como era mitad de mes todo estaba a la mitad. Tomé un pedazo de queso frío, un pan medio rancio y una gaseosa que ya había perdido la efervescencia para calmar mi hambre. No tenía ánimos para cocinar ese día. No estaba Nubia, tampoco estaba mami, el gordo debía estar en su cuarto encerrado como siempre. Me dirigí a mi cuarto a encender el computador preparándome para acostarme a altas horas de la noche al igual que el día anterior.
A la mañana siguiente mi hermano me despertaba. No lo hacía frecuentemente, pero de vez en cuando le picaba el gusanito de la preocupación y se acercaba, más por su ego que por demostrar que yo le importaba. Después de tantos años odiándome no hacía muy bien actuando de papá.
Mi hermano era un hombre regordete, con dos papadas y una barriga peluda y voluminosa que siempre dejaba ver en la casa, pues nunca usaba camisa estando dentro. Si me preguntan por qué, yo diría que debía ser un símbolo de su orgullo. Era un poco más alto que yo, con lo que se veía temible a simple vista. Su cabello era corto y con unas entradas enormes que me recordaban diariamente que en unos años a mí también se me caería el cabello y terminaría irremediablemente en lo que siempre había evitado y todos los demás habían querido: parecerme más a él. Su voz pausada y aguda entraba de forma molesta en mis oídos medio dormidos.
– ¿No tienes que levantarte? – No le respondí, pero era evidente que no me levantaría, aunque tuviera que hacerlo.
Pensé que se iría, pero por alguna razón extraña esa mañana él quería jugar a su mal papel de papá.
– Mira que ahora estas estudiando, tu carrera está siendo pagada con mucho esfuerzo...– Empezó su discurso.
Al cual él no aportaba nada, había sido mami, como siempre, la única que de verdad se preocupaba por mí; quien había hecho los trámites para el crédito necesario; pero claro mi nombre estaba en todos los papeles, conque al final ni ella se había hecho cargo; toda la responsabilidad sería mía una vez terminara de estudiar una carrera que nunca había soñado para estudiar, pero tuve que hacerlo porque no tenía otra opción.
–...debes empezar a ser responsable...
Estuve a punto de mencionarle lo responsable que era él pagando las facturas. Pasaba en su cuarto casi todo el día trabajando en su computador y no era capaz de dignarse a pagar las facturas.
–...debes sacar buenas notas, deberías levantarte y colocarte a estudiar... ¿A qué hora tienes clases hoy? – Preguntó.
– Los miércoles estaré libre– Dije con voz aburrida.
Volví a taparme con la manta y traté de juntar el sueño que me hizo perder mi querido hermano, sin embargo, yo era de esas personas que una vez pierde el sueño le es difícil volver a conciliarlo.
Mi cuarto era un nido de ratas como decía Nubia con frecuencia. Mi cama solo era arreglada cuando era necesario, es decir, a la hora de dormir. Muchas veces me acosté sin siquiera molestarme en ponerle una manta encima al colchón.
Bajo la cama estaban los cinco pares de zapatos que usaba, uno para cada día de la semana. Ahora había olvidado donde se encontraba el betún y todos empezaban a perder su tono negro para tornarse grisáceos. Tenía un closet lleno de desorden, con la ropa revuelta y sin organizar. Al lado de mi cama, estaba lo que más amaba, mi computador con una silla reclinable de cuero y dos pantallas. La segunda se había dañado hace poco, así que solo podía usar una de ellas.
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Tres Son Multitud
RomantizmWilliam es un joven desafortunado; Aníbal un muchacho intrépido; Laurel una chica atrevida. Los tres nos contarán su historia, cada uno a su manera, de cómo querían hacer un trío. Pero cada uno tiene algo más que contar que solo eso...