-– ¿Podrías hacerme sexo oral? – Me preguntó.
Su voz alta y serena retumbó en las paredes de la sombría biblioteca. Laurel despegó sus ojos aceitunados del libro que sostenía en las manos. Su sonrisa era tenue, pero parecía más una mueca forzada para ocultar una rabia incontrolable. Volvió al libro mientras me acercaba para tomar un asiento a su lado.
– Ese es el libro que dejó el profesor Bigotes para el parcial– agregué sin perder mi tono de voz aburrido-cortés.
– ¿Eres virgen? – Preguntó ella, esta vez sin apartar la vista del libro.
Laurel estaba sentada en una de esas incómodas sillas de madera, en una mesa marrón tan amplia que bien cabrían seis personas y sus libros, pero se había sentado sola.
La biblioteca de la universidad era un amplio compendio de libros y casi siempre tenían muchas copias del mismo ejemplar, lo cual era muy útil, sobre todo cuando se trataba de un libro clave para un parcial. Me había demorado en llegar hasta la biblioteca por andar divagando y la última copia se la habían prestado a ella, me dijo el bibliotecario.
El semestre apenas empezaba y ya me habían advertido que este profesor era el más complicado de todos.
No entendía por qué me trataba así, pero no iba a permitir que esa enana se quedara con el libro que necesitaba:
– Mira enana cuatrojos, no me importa si tienes el periodo, necesito el libro; no tengo tiempo para discutir contigo...
– Vuelve con tu mami a llorarle. Dile de paso que te dé un beso, se nota que te hizo falta que te besaran de niño.
¿Cómo puede saber algo como eso? Pensé para mis adentros. Empecé a perder la cabeza, si no es que ya la había perdido.
– No entiendo, solo hice un pedido razonable... – Dije, tratando de volver al tono conciliador.
– Muy bien señor tucán – interrumpió mi discurso dejando caer el libro sobre la mesa – todo tuyo, tómalo.
¡Vamos idiota! ¡Di algo! – Dijo una voz en mi cabeza, pero no pude acatar la orden.
Dudé un momento; no fue tan largo como para que pareciera indeciso. Ella se levantó hasta encontrarse a mi derecha y sujetó mi hombro para susurrarme al oído.
– Cuando una mujer te dice que tomes algo, hazlo. No esperes que cambie de parecer.
Sobre la mesa estaba su bolso, el estuche para sus gafas, un abrigo que llevaba siempre consigo y el libro que no pude tomar. Ella recogió sus cosas muy lentamente mientras yo me quedaba ahí sin saber que decir. Se fue con el libro y con mi aliento. Me quedé mirando el bamboleo de sus caderas mientras se alejaba. No sabía por qué la amiga de mi amigo Aníbal me trataba así.
Mi amigo me había advertido que debía prestar mucha atención a la información de Bigotes si quería pasar sus parciales; ahora la única copia que quedaba del libro se estaba alejando lentamente sin yo hacer nada.
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Tres Son Multitud
RomansaWilliam es un joven desafortunado; Aníbal un muchacho intrépido; Laurel una chica atrevida. Los tres nos contarán su historia, cada uno a su manera, de cómo querían hacer un trío. Pero cada uno tiene algo más que contar que solo eso...