13- WILLIAM - SÓLO QUERÍA SABER COMO ESTABAS

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Estábamos armando el grupo para preparar la partida, solo estábamos el Chino y yo conectados, esperando a Largo y al Dientón. Hablábamos de ciertos detalles y jugadas que haríamos. Para entonces había convencido a Laurel para descargar la aplicación a su computadora y jugar desde su casa y pensé incluirla en nuestro grupo como el elemento faltante, aunque bien sabía que ella no era muy buena.

Estaba sentado en la comodidad de mi habitación, como siempre que quería jugar. Había unos trabajos de la universidad que no había terminado, pero después tendría tiempo para leer.

– Hey Chino, ¿puedo invitar a una amiga? – Le pregunté a Pedro.

– ¿A quién? ¿A tu novia? – Me preguntó de regreso.

– No tengo novia, no. A Laurel que está en el mismo semestre que yo.

– Por eso.

– Si es Aníbal quien le está cayendo, no yo.

– Pero parece más novia tuya que de él.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de que era verdad.

Al final el Chino accedió. Fue gracioso ese día, pues naturalmente todo son groserías y malas palabras cuando estamos jugando, pero una chica de ingeniería entre estudiantes de ingeniería producía ese efecto de calmar la multitud. Como era de suponer ella era mala, malísima, pero nadie la criticaba. Ella tomó el carril inferior junto con el Dientón. Yo me encargaba de señalar los puntos en que se equivocaba y que cosa debía hacer para mejorar, ella estuvo en silencio total la primera partida, la cual perdimos. A partir del segundo juego empezó a hablar como uno más del grupo, a dar los mismos insultos y el ambiente del grupo mejoró, ella seguía jugando mal, pero al menos ganamos varias partidas.

Los tres éramos muy unidos; en ocasiones hablábamos de cómo resolver la apuesta de Aníbal, pero yo nunca inicié el tema. Surgía de la nada.

La Chiquitica bromeaba al respecto, diciendo que comenzáramos nosotros y que ella se uniría más tarde. Cada vez que nos referíamos al tema usábamos la expresión «eso».

Al día siguiente hablamos con la usual normalidad sobre las partidas, recordando quien hizo qué en cada momento. Era divertido hablar con ella y que por fin entendiera. No los aburriré con la jerga que usábamos.

Ese día hacía más frío de lo común. Ella se había puesto su abrigo crema y llevaba el pelo suelto. La fragancia de su perfume me invadía las fosas nasales. Puso sus cosas sobre la mesa y sacó sus notas. Le había pedido que me ayudara a completar el trabajo que no había terminado el día anterior por andar jugando. Ella accedió con extraña amabilidad.

– ¿Cuándo vamos a hablar de eso?

– ¿Con cuántos chicos has estado? – Le pregunté una vez que estábamos solos en la biblioteca.

– ¿Es importante para ti saberlo?

– No, solo es curiosidad– No sé bien porqué, pero si era algo que me preguntaba a menudo.

– Puedes meterte tu curiosidad por el culo.

– ¿Con cuántos te has besado? – Decidí cambiar de pregunta.

– Eso depende– La miré esperando que explicara – Si te refieres a solo chicos– Por un momento no entendí.

– ¿Te gustan las chicas? – Imagínala besando a otra chica.

– Más que a ti, te lo puedo asegurar– Dijo sonriendo.

– No lo creo. – Se está burlando de mí.

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora