15- WILLIAM - ESTAR JUNTOS

242 7 0
                                    

Volví a llamarla y enviarle mensajes, esta vez no fui tan insistente, solo intenté cinco veces y utilicé veinte mensajes.

Pasado el mediodía recibí un mensaje del mismo número desconocido, otro tímido hola. Pensé que era ella y me apresuré a contestar. Pero de inmediato noté que no era ella, entonces seguí la conversación como si supiera a quien le hablaba, pero no tenía ni idea.

WILLIAM: Hola

DESCONOCIDO: Hola ¿Qué has hecho? Volví ayer al país; no sé cuánto tiempo estaré.

W: ¡Qué bien!

D: ¿Quieres que nos veamos?

W: No lo sé, ando un poco ocupado con los parciales. Yo te aviso

D: Estaré esperando tu mensaje.

W: Seguro.

D: Este es mi nuevo número, guárdalo. Liz.

Mi corazón dio un vuelco en mi pecho; no me atreví a contestar. ¿Volvía justo en ese momento? Siempre me había dicho a mí mismo que si ella volvía la iba a ver de inmediato y la besaría y la abrazaría, pero no, todo había cambiado para ese momento.

Volví a escribirle a Liz, le pregunté por su vida y ella preguntó por la mía. Cada vez que leía sus mensajes lo hacía usando su voz, recordando su voz. No le hablé de Laurel, no supe cómo decirle, pues ella me dijo que no había salido con nadie desde que se había ido, eso ya hacía más de un año. Pero se hizo difícil la conversación cuando se refirió al motivo que la había llevado a volver: su tía había fallecido. En otras palabras, supe que no se quedaría mucho tiempo. Quedamos en vernos a la noche.

Pese a que hablaba con Liz pensaba en Laurel. En la tarde no soportaba la angustia, había contactado a cada persona que pudiera decirme donde vivía. No obtuve ninguna respuesta positiva.

Golpeaba cada tecla como queriendo asesinar al jugador tras la pantalla, tenía que distraerme para no pensar en ella, pero da la casualidad que había un personaje en mi equipo idéntico a aquel con el que ella jugaba, ahora entendí por qué Aníbal nunca la invitó a jugar este juego, para no tener que extrañarla en todo momento. Como era de suponer mi suerte de ese día, perdimos irremediablemente.

Estaba histérico, discutí con la loca, con el gordo y con mami por estupideces. Quería desquitarme con alguien y no me importaba quien fuera.

A las cinco de la tarde recibí por fin el tan esperado mensaje.

LAUREL: Voy a tu casa; tengo algo que pedirte.

El mensaje era corto, pese a los cincuenta mensajes anteriores y los tres posteriores que preguntaban la hora no me dio más detalles. Entonces me senté en la puerta de mi casa, esperándola.

No pasó mucho tiempo cuando apareció en la esquina. Al verla caminando a lo lejos salí corriendo rápidamente a su encuentro, llevaba puesto un vestido negro sin mangas que le llegaba por encima de la rodilla y unos aretes de oro preciosos. Era la primera vez que la veía usar maquillaje, estaba preciosa, era como ver un ángel caminar en la tierra, la criatura más hermosa que haya visto. La abracé con todas mis fuerzas mientras la tomaba de la mano y la hacía caminar en sentido contrario para alejarnos de mi casa.

– Dañaste mi mundo– Empezó diciendo ella.

– Me declaro culpable de todos los cargos.

– ¿No podrías simplemente tener sexo conmigo?

– ¡Cállate y bésame! – No la besé, pero lo intenté. Supongo que no dejó que le dañara el labial – veo que no te gusta.

– Antes tendrías que hacer algo por mí, William.

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora