9- LAUREL- ¿CÓMO ES ÉL? -ES VIRGEN

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Estúpido. Estúpidos los dos. Estúpida yo.

Me sentí rechazada. Era como obtener el poder de cambiar de vida para darme cuenta que solo era una ilusión en mi cabeza. Aníbal solo me quería para sexo y William no me quería para sexo. Solo me hubiese gustado tener claro que quería yo.

Habían pasado dos semanas desde la última vez que había estado con el Dientón. Más o menos la misma cantidad de tiempo que había estado en casa del Narizón.

– ¿Te va bien en la universidad?– Me preguntó mi abuela al llegar a la casa.

– Sip – Me senté en la sala, ella vino de la cocina y se sentó a mi lado, estábamos solas en la casa.

– ¿Estás así por un chico?

– Más o menos – Eran dos, pero mi abuela no necesitaba los detalles.

– ¿El mismo que te deja bañarte en su casa? – La miré aterrorizada – La próxima vez no te mojes el cabello, tu mamá pudo haberlo notado.

– Lo tendré en cuenta. ¿Le dijo a mamá, vieja Cristina?

– Como se te ocurre, tu mamá no tiene tacto para estas cosas, es mejor que nadie se entere. Dime ¿Estás teniendo sexo? ¿Te estás protegiendo?

– Claro – Supongo que era obvio la respuesta de la primera pregunta.

Era extraña la confianza que tenía con mi abuela, pero a la vieja Cristina no le podía mentir. Necesitaba un consejo y solo podía obtener uno bueno siendo honesta.

Me miró un momento, lo hizo de pies a cabeza, como tratando de aceptar que ya era una mujer. Se levantó y se dirigió a la cocina, la seguí. Sentí algo extraño, fue como un presentimiento.

– ¿Puedo hacerte una pregunta?– Esperaba que dijera que sí.

– La vejez me ha hecho sorda y sabia. Dime, si no sé la respuesta fingiré no haberla escuchado.

– Hay un chico que me gusta, pero no me hace caso. No se cómo llegarle– Bajé la voz, como si contara un secreto.

– Hay mija... un hombre es difícil, no te metas con dos, no querrás perder a ambos.

Así de fácil era para mi abuela leerme. Ya lo sabía todo. Esperé que hablara. Sentí que tardó una eternidad.

– ¿Cómo es él?– Me preguntó.

– Es virgen.

– Querrás decir casto. Vírgenes son las mujeres.

– Es una niñita... a veces.

– Antes los hombres nos conquistaban y caíamos ante el primer halago, ahora nosotras tenemos para escoger. Abriendo los ojos se aprende más que abriendo la boca o las piernas. Todos los chicos tienen algo en común, no entienden indirectas. Debes fijarte bien y te darás cuenta que quiere. Espero haberte ayudado, ya sabes que dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo y ya yo estoy vieja.

No entendí nada. Quería que me dijera que hacer, pero mi abuela no me diría nada. Supuse que me dejaba la decisión final.

Deseé ser igual a mi abuela cuando tuviera su edad.

Aníbal me había mandado mensajes todos los días. Le respondí varios, haciéndole notar que no saldría con él o que no llegaría a su casa. Entre más lo ignoraba más intenso era.

Por fin ese día accedí a ir a su casa. Estábamos solos y él intentó besarme y acariciarme, lo rechacé y le pedí que fuéramos a jugar billar. Al menos era algo que aún sentía que tenía bajo control. La primera mesa la terminamos casi en absoluto silencio, gané como siempre, aunque esta vez sentí que me dejaba ganar.

– Tú y William son amigos hace mucho– Empezamos la segunda partida.

– Si – Dijo como si hubiese sido una pregunta – Es mi mejor amigo.

Ciertamente lo era. Continuamos nuestra conversación.

– ¿Por qué no tiene novia?– Metí la primera bola.

– Supongo que extraña a su ex.

– Liz. Me habló de ella – Metí la segunda - ¿Estaban muy enamorados?

– Yo creo que ella le era infiel– Fallé y él tomó el turno.

Podía ser cierto. No la conocía, pero podía ser cierto. Una parte de mí se repetía que el Narizón aun sentía algo por aquella chica y esa había sido la razón para rechazarme, debía ser eso. Me sentí un poco mal por el Tucán, pensar en él me dio una idea. Pensé en quitarme al Dientón de encima y ya que el otro me había rechazado no me importaba que pasara entre ellos, al fin y al cabo me daba igual que dejaran de ser amigos.

– William es caliente– Dije justo antes de que tirara. Aníbal falló su turno y volvía a ser el mío.

– ¿Te gusta William?

– ¿Estás celoso?

– No – Era malo mintiendo. La sangre se le subió a la cabeza.

– Lo estás – Metí la otra bola – Y este juego está aburrido, al menos no más que tú.

– Hagámoslo interesante, apostemos algo.

– Estoy de acuerdo, pero si quieres podemos iniciar un nuevo juego– Iba ganando, era lo justo.

– No, está bien. Puedo ganarte. – Se mostró confiado.

Quise quitarle su confianza. Pensé en mentir, pero la verdad podía ser suficiente.

– Estuve en casa de William, estuvimos los dos solos ¿Quieres saber los detalles?

Su expresión cambió. Se tornó con una seriedad que nunca antes había visto. Ignoró mi comentario y acordamos la apuesta.

Sonreí y reanudamos el juego. 

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora