– Dañaste mi mundo – Me dijo con frecuencia.
Durante las tres siguientes semanas sus padres se esforzaron en agradarme y conocerme. A Lau le molestaba y preguntaba si iba a visitarla a ella o a sus padres.
Recuerdo que me ofrecí a sacar a Papillón, mi archienemigo, a pasear; quiero que quede escrito en el acta de la lista de mis errores.
Por un momento pensé que me dejaría solo, pero me sentí aliviado de que decidiera acompañarnos. Me ofrecí a darle su comida, incluso la puse en mi mano para que comiera de ahí, pero el engendro de Satanás intentó morder mi mano, a lo que respondí golpeándolo ligeramente, en serio no fue tan duro como para que saliera chillando hasta donde su dueña, quien lo cargó y consintió como si se tratara de un bebé, mientras me regañaba por hacerle daño a su hijo. Pude ver la sonrisa malévola del perro, casi podría jurar que se burlaba de mí.
Fuimos a un parque cercano. Lau llevaba a su perro con la correa y a Papillón del otro lado. Soltó la correa del can y también la mía.
– Aníbal habló conmigo– Soltó de repente.
– ¿Qué te dijo? Si se puede saber.
– Que le gritaste en la universidad en el baño de hombres.
– Se escucha a que dijo algo más– Inferí yo llevándome la mano a la barbilla.
Nos sentamos en unas bancas mientras su perro paseaba alegremente olfateando en todos lados, como si buscara un lugar específico, quién sabe para qué.
Era un parque pequeño con varios lugares para perros. Había otras personas paseando a sus perros esa tarde. Había unas hojas recogidas en un lugar y el perro de Lau se tiró sobre ellas regándolas por todo el sitio.
– Me pidió perdón por la forma como me trató– Soltó finalmente mirando al piso. Me pareció un poco gracioso que yo haya tenido que tratarlo así para que reaccionara. – También me dijo lo que hiciste por él, eso fue muy... ¡Papillón! – Gritó ella.
El engendro de Satanás se había montado encima de una de las bancas vacías y había hecho allí su gracia... con tantas zonas verdes y tierreros cerca había hecho encima de una de las bancas como en la que estábamos sentados. El perro vino de inmediato moviendo la cola y se subió a la banca donde estábamos sentados, justo en el medio. Me gruñó un poco, pero Laurel lo regañó.
– ¿Seguirás hablando con él? – Pregunté sin mirarla.
– El me pidió que no dejara de hablarle, y que tú tampoco lo hicieras– Respondió mientras volvía a ponerle la correa a Papillón.
– ¿Y qué piensas hacer?
– Podemos seguir jugando con él, podemos hablar en la universidad, podemos hablar en mi casa... También me contó lo que hiciste por él. – Ella sonreía.
Me sonrojé de solo recordarlo.
En una época atrás, Aníbal y yo estudiamos en el mismo colegio; yo estaba un año arriba de él, cursando el último año. A él lo molestaba mucho un chico mayor llamado Carlos, pero apodado "Corozo". Corozo era un tipo alto y grueso, de piel morena y cabello enredado como esponja. Siempre molestaba a Aníbal diciendo que era marica y lo trataba muy mal, pero a un nivel mucho peor... le faltaba al respeto y lo acosaba. Una vez se encerró con él en el baño y ahí dicen que lo violó, o bueno, eso dicen las malas lenguas.
Recuerdo que un día en plena cancha principal Corozo tomó a Aníbal para obligarlo a quitarse los pantalones, pero como se resistió y debido al forcejeo los pantalones del Dientón fueron rotos y el pobre tuvo que dirigirse a su casa con los pantalones en las manos.
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Tres Son Multitud
RomanceWilliam es un joven desafortunado; Aníbal un muchacho intrépido; Laurel una chica atrevida. Los tres nos contarán su historia, cada uno a su manera, de cómo querían hacer un trío. Pero cada uno tiene algo más que contar que solo eso...