17- ANIBAL - SOLO QUERÍA TENER SEXO CONTIGO

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ANÍBAL ––––––– WILLIAM Y LAUREL

Ese sábado recordé la navaja suiza que le di a William. Se la había dado unos meses antes de empezar en la universidad, pero no puedo recordar por qué. Pensé en pedírsela ya que fue un regalo que me dio mi padre cuando cumplí quince, pero eso significaba tener que devolverle su cargador y por ende hablar con él.

La mañana era fría como el trasero de un pingüino, me desperté en mi pequeña habitación. Mi abanico se había apagado y el calor me había despertado. Mi cuarto era minúsculo, había sido mío cuando era un bebé, pero ahora se veía muy pequeño. No tener ventanas me molestaba tremendamente, me sentía como un ave en una jaula. No sé bien por qué pensé eso.

En días anteriores había hablado con Laurel todos los días, con frecuencia escribía mensajes de buenos días y trataba de preguntarle cómo había sido su día, ella me pidió que lo dejara y yo me había negado, pero esa mañana realmente pensé que no valdría la pena. Con frecuencia ella mencionada continuas discusiones con William, cada vez más frecuentes y me sentí muy bien sabiendo que volvía a confiar en mí como para contarme.

Me fui a bañar y noté que la mitad de mi ropa estaba sucia. Al alistarme aquel día salí al cuarto de lavado y me organicé para hacer la ropa sucia. Mi abuela estaba en el patio arreglando sus flores.

Por primera vez en mucho tiempo, creo que debido a que me sentía solo me acerqué para hablar con ella, pero no me atreví a decirle nada. Ella parecía hablar sola.

– Estos geranios están marchitándose. Siempre he dicho que estos botones de oro necesitan más sol. Las aves están dañando los laureles.

– Espera ¿Laurel? ¿Hay una flor llamada Laurel?

Ella asintió con la cabeza un poco asombrada por mi repentino interés y señaló hacia un lado. Yo miré esperando ver una hermosa flor, pero no vi nada que pareciera un laurel, no para mí.

– Solo veo hojas. ¿Acaso no da flores?

– Son pequeñas, muy pequeñas, no es una planta para flores y cómo puedes ver están muy dañadas. Voy a arrancarlas.

– Bueno, creo que le daré la comida a Rocky, ¿Dónde la dejaste?

– Búscala, no le he dado comida estos días.

– Vamos Rocky, despierta dormilón. – Toqué su jaula una vez encontré el saquito de maíz – Hora de la comida. Vamos.

El loro se encontraba en el fondo de su jaula de un metro de alto, lo que no era común. Estaba a un costado lo que lo hacía parecer dormido. Toqué su jaula con un poco más de fuerza mientras trataba de recordar la última vez que le di comida.

– Rocky, pequeño. Despierta.

Abrí su jaula, aún con la esperanza de que se moviera. Metí mi mano y lo tomé. Sus plumas estaban aún suaves, pero había muerto. Recordé a William y su acto de cuando le dio respiración boca a boca al muchacho en el cine, pero me pareció estúpido hacer lo mismo con el loro.

Le pedí a mu abuela que me dejara enterrarlo en su patio y ella accedió. Me prestó una pequeña palita e hice un hueco para meterlo. Sin caja, ni bolsa, solo puse su cuerpo en el agujero en la tierra y lo tapé. Me aseguré de dejarlo a una profundidad considerable. Había sido un regalo de William, más o menos, y ahora había muerto, seguía repitiéndome que la vejez lo había alcanzado, aunque no podía recordar la última vez que le había dado comida. Me pareció que así sería nuestra amistad. Que un día despertaría y simplemente no se encontraría más a mi lado.

Mi celular tenía un solo mensaje. Era de Laurel y en él decía que quería que llegara a su casa. Volé para cambiarme y dirigirme a su casa.

Una vez llegué entré a su cuarto y nos acostamos en su cama. Ella empezó a hablarme de su más reciente discusión. Resulta que ella le había pedido que se reunieran en su casa y él le había dicho que tenía que hacer un trabajo de la universidad. Entonces surgió la pelea porque era precisamente eso lo que Laurel le iba a pedir, pero él ya había quedado con Largo y el Chino en hacer los trabajos juntos. También me contó como ella intentó meterse en el trabajo, pero él no la dejó. Ella estaba enojada porque sentía que William la sacaba de sus cosas y terminaron discutiendo. Poco antes de llegar habían tenido una conversación por mensajes que había resultado en otra discusión.

– No me parece que deban enojarse por esas bobadas ­– Solté al final, tratando de sonar gracioso – ustedes se quieren, simplemente deben ponerse de acuerdo. La verdad yo puedo ayudarte en el trabajo de la universidad si quieres.

– Gracias. Siempre que te necesito estás aquí. Pensé que no vendrías, ya sabes, por lo que pasó.

– ¿Y qué pasó? – Mi voz se puso ronca

– Hemos hablado un poco al respecto. – Laurel se sacudió en la cama y se puso de medio lado para hablarme. Llevaba un pijama azul que dejaba ver sus piernas espléndidas y el escote. En ese momento noté que no llevaba sujetador. – Me trataste como si solo querías cogerme.

– Solo quería tener sexo contigo.

– Eso pensé. – Sacó casi en un suspiro mientras se volvía a colocar bocarriba. Yo adopté la misma postura así que la conversación siguió sin mirarnos.

– ¿Es en serio? – Solté levantando la voz – Recuerdo que eras tú la que me buscó. La que siempre me buscaba y me culpas por tratarte como si solo quería sexo cuando era para lo único que me buscabas.

– No era para lo único que te buscaba. ¿Olvidas el billar? ¿El cine? Quería conectar contigo, pero estabas muy distraído buscando acostarte conmigo.

– Eres una descarada, te recuerdo lo que hiciste en el bus, o lo que hicimos en el baño, pero más aún te recuerdo en mi casa la vez que nos mojamos. Me resfrié ese día, me porté bien y te fuiste.

– ¡Porque necesitaba hablar! No quería tener sexo, pero no te preocupes si quisiera alguien con quien acostarme te buscaré a ti.

– Me imagino que con el Narizón tienes una conexión y hablan de todo con naturalidad.

– Bueno... – Hizo una pausa– No.

–Conmigo no lo hacías, con él tampoco lo haces. Eres la que no quiere conectar con nadie y parece que usas el sexo para mantener a los hombres a un nivel inferior al tuyo. Te basas en muchas cosas para alejarte de todos y cuando uno trata de entrar lo alejas. Me lo hiciste a mí y parece ser que también lo haces con él.

– Tienes razón. – Su voz bajó, hasta volverse casi un susurro – Solo quería tener sexo contigo. Aun así, estas aquí.

– Y seguiré estando aquí.

De repente la puerta se abrió sin aviso.

William entró y en su cara pude ver que no estabaalegre de verme.     

Tres Son MultitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora