Tensión

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Rachel, que conocía por algunos años a Nathaniel, sabía que el pelirrojo no era de temperamento explosivo, en realidad era muy suave. Era tranquilo, paciente y cariñoso. Guardando la calma aún cuando ellos (tanto los hermanos como Gustave) eran unos grandiosos altera nervios. Y para cuando el rubio compañero de Nathaniel se fue, y Rachel le preguntó aquello, Nathaniel fue lindo con su respuesta. Éste se retiró a la cocina para lavar las tazas que habían utilizado. Y al salir de ahí les deseó las buenas noches a todos: a Mireille, a Connor, a Rachel, y de cierta manera indirecta, a la señora Tournon. Prosiguió para encerrarse en su cuarto con su hijo.

Gustave estaba mirando a su padre con tristeza. En realidad le había extrañado, y algo que tenían ambos era que eran sensibles, aunque tal vez Nathaniel no lo quisiera admitir, prefería no hacerlo. Nathaniel intentó reconfortar a su hijo hasta que se quedó dormido, y lo arropó en la cama. Pero él se quedó despierto por algunas horas más. Escuchó como cada quien se fue a dormir. Escuchó como los hermanos se pelearon por un par de sábanas y el pedido de Mireille para que guardaran silencio. Era extraño escuchar el francés y el inglés entremezclados en esa discusión. Afortunadamente al final todo salió bien. Nathaniel supuso que Connor se había tenido que dormir en el sillón y Mireille compartiría habitación ahora con Rachel. Ya investigaría después. Estaba pensando en eso para no pensar en lo más importante. No quería pensar en la cabellera rubia del otro irse, retirándose de manera lenta a su propio hogar.

Lamentablemente su subconsciente lo traicionó. Se encontró a sí mismo con la mirada perdida recordando lo que había hecho ese día. Como se había sentido al verlo de nuevo después de esos años. Las bromas que acabaron compartiendo en su ida por el sándwich y el café, y luego lo que él se había atrevido a hacer. Adrien seguía sintiéndose tan natural, como si todos los días estuviese ahí para besar sus labios, para abrazarle cuando lo necesitaba, para hacerlo reír con tonterías. Podían haber pasado nueve años, podían haber pasado todos esos días separados, sin saber nada del otro, pero aún sentía la familiaridad y seguridad en esas esmeraldas, en esos labios, en esa persona.

Nathaniel se había encerrado en el comercio nacional de Estados Unidos, no buscaba nada de otros países, hacia oídos sordos a la moda y a la criminalidad. Ambas cosas le recordaban tan fuertemente a Adrien... prefería evitarlas a toda costa. Esos años se hizo el sordo, se hizo el ciego, y hasta hacía unas semanas atrás se atrevió a salir de su burbuja, y todo regresaba. Regresaba Alya con sus propuestas, Marinette con sus diseños y creatividad, y Adrien con sus chistes malos que aún así le hacían reír, con su presencia que le hacía no pensar en el futuro y con sus labios que le aceleraban el corazón y disfrutaba tanto.

Por un momento se preguntó si en serio había cambiado tanto. ¿Qué había aún del lindo chico que había conocido en el colegio en aquel hombre? No tenía idea. Y se había ido tan deprisa que no le dijo nada, ambos se distrajeron demasiado. ¿Habría sido por Gustave la retirada del rubio? Ahora sabía que tenía un hijo. ¿Qué podría ocasionar eso? La preocupación comenzó a rodearlo.

Cerró los ojos. Suspiró al pasar sus manos por su rostro. Sentía preocupación por lo que sea que Adrien pudo haber pensado. Sentía miedo de que eso fuese un impedimento para hablar con él bien. Pero tendría que explicarle, tenía que decirle de Gustave. Y el momento llegó sin tanto estipulo, sin ninguna preparación. ¿Afectaría mucho su reconciliación?

Y luego recordó otro temor. ¿Y si no era Gustave el asunto, si no él? Nathaniel no sabía si Adrien tenía ya a alguien, y aunque sabía que cuando estaban saliendo nunca le había traicionado con nadie, no podía estar seguro sí ahora por su culpa Adrien había engañado a alguien. ¿Saldría con alguien siquiera? Y si lo hacía, ¿qué estaba haciendo besándolo? El pelirrojo se sintió sumamente mal.

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