Mucho trabajo...

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Sí, el mejor momento del trabajo era el bendito descanso. Afortunadamente tenían uno, aunque no lo pareciese con la mirada de Félix sobre sus diseños, examinando cada detalle.

Les había dicho que podían darse veinte minutos, pero parecía que nadie quería respirar bien siquiera. Esperaban la aprobación o el rechazo. Se supone que los diseños habían pasado por una serie de aprobaciones anteriormente, pero cuando se iba del papel a la prenda de verdad, y de ésta a estar sobre un modelo era algo sumamente distinto. Félix tenía que asegurarse de que estaba bien, de que se veía bien, de que podría presentarse sin retraso. Y ahora no paraba de mirar a Adrien detenidamente por una camisa que traía y Nathaniel había diseñado.

El pelirrojo estaba con la espalda casi pegada a la puerta. Nadie había salido y nadie se atrevería a entrar, todos lo sabían, hasta él. Sus ojos turquesa estaban intentando no mirar lo similares y diferentes que eran el par de primos. Debía de mantener un semblante serio y cuidar de que su mirada no se volviera pesada, para evitar llamar la atención. No obstante era bastante difícil.

Nathaniel los había visto a los dos, aunque individualmente. De a primeras, al entender su parentesco, se puso a compararlos, que si uno era más alto que el otro o si tal tenía una mandíbula más fuerte. Por supuesto eran ideas algo vagas, y servían para distraerlo un poco del trabajo de vez en vez. Sin embargo ahora podría no ser lo mejor. En primer lugar se había portado bastante mal cuando volvió a ver a Adrien, quien parecía no preocuparse en lo absoluto por haber perdido a su hijo de vista por todo el día. Y luego estaba Félix no parecía de humor para lidiar con su escrutinio.

— ¿Quién la confeccionó? —Sus fríos ojos azules se dirigieron a él. Félix no tenía que preguntarlo pero igual lo hizo. A Nathaniel le recorrió un escalofrío, ¿ahora qué había hecho mal?

Tomando valor dio un paso al frente, con la barbilla en alto y diciendo un claro: 'Fui yo, señor.' El pelirrojo se esperó un comentario mordaz, alguna burla a su trabajo, o una crítica fría. No conocía a Félix. Él no había estado presente en los demás chequeos. Entonces no tenía ni idea de qué esperar. Tal vez hasta podía esperar a que le arrancase la camisa a Adrien para aventárselas en la cara y decirle que estaba haciéndolo pésimo.

—Ah, el nuevo. —Nathaniel intentó guardar la compostura, no dejar que su imaginación lo pusiese nervioso, mantenerse firme dijera lo que dijese a continuación—. No esperaba menos. ¡Siguiente!

Y eso fue todo. Los cuarenta segundos más tensos en toda su carrera. Casi pudo volver a respirar, era más fácil cuando el jefe te decía que lo habías hecho bien. Volvió a su posición anterior, e intentó convencerse internamente en prestar atención a la prensa que examinaba su jefe y no en quien la portaba.

Le expusieron un par de camisas más, algún abrigo y otro saco, y un par de pantalones y accesorios. Ya se tenían algunos conjuntos planeados, aunque Félix se encargó de dejarle claro a Nathaniel que aún no era el momento de verlos. Pero casi.

En un par de semanas más sacarían la colección, y Nathaniel habría terminado con el trabajo. Si la señora Tournon se recuperaba de milagro, o se moría (por realismo), el asunto sería tendido inmediatamente. Tal vez en un par de semanas después de que sucedieran las dos cosas podría regresar a Boston. Lo que más le preocupaba era Gustave, que bien había interrumpido su ciclo escolar por venir a buscarle. Tenía que regresar cuanto antes para que no se perdiera de nada.

Casi se sonrió a sí mismo. Si su yo de dieciséis años lo escuchase creería que estaba loco. ¡Obligar a un niño a ir al colegio cuando prefería estar con su padre, ¿por qué?! En sus años de universidad acabó por comprender que no podía quedarse sin estudiar. Costara lo que costase.

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