El que todo lo sabe

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— ¡Adrien! —Nathaniel salió por la puerta del estudio dando directo a un pasillo con divisiones de cristal y muchas personas trabajando y hablando, aunque eso no fue el problema, el problema fueron un par de orbes marrones que lo miraban con sorpresa.

— ¿Adrien? —preguntó Alya sorprendida. Vale, que ella tenía la idea de reunirlos de nuevo (ya que sabía que no se habían visto en años), pero no esperaba que esa reunión se diera antes y sin su presencia.

Nathaniel, por otro lado, tenía la intensión precisa de ignorarla e ir tras la cabellera rubia y en movimiento del que fue el chico que le robaba el aliento. Y Alya lo detuvo, agarrando fuertemente su brazo izquierdo (el cual también usaba para cargar su abrigo).

— ¿Ya viste a Adrien? —preguntó Alya de manera seria.

—Sí, ajá, ¿puedes soltarme?

Turquesas y cacao se mezclaron un segundo, pero no mucho. Nathaniel desvió la mirada y habló con una voz completamente firme:

—Alya, suéltame, por favor, tengo que hablar con Adrien.

La mujer lo hizo. La situación no había podido tardar más de dos minutos, alargando el tiempo, no obstante a Nathaniel le costó distinguir de nuevo la cabellera rubia entre le montón, por no decir que la vio por última vez dentro del ascensor. <<¡Tenía que ser!>> Nathaniel podía agregarle a la exclamación algunas maldiciones, sin embargo se detuvo. Estaba molesto por ser ignorado por él, precisamente él. ¡No se habían visto en nueve años, por todos los cielos!

—Si necesitas tanto hablar con él te recomiendo que estés muy atento en estos días, va a estar rondando por aquí —la voz de Alya se dio a notar a través de los sentidos inmersos en Adrien del pelirrojo—, al parecer —pero la morena no pudo evitar agregar eso entre dientes y viendo algo molesta a la otra mujer que estaba aún dentro del estudio y recargada en una mesa.

— ¿Sabes a qué piso se ha ido? —preguntó el hombre, sin voltear a ver a la morocha.

A pesar de que le daba la espalda, Alya se encogió de hombros. Había dos opciones: a) se ha ido a la oficina de Félix o b) se retiró del edificio. Ahora con el encuentro de ellos dos todo podía ser posible, excepto que volviera a ese piso en cinco minutos.

—Ni idea.

Alya escuchó una palabra altisonante saliendo de los labios del pelirrojo que le hizo preguntarse si se la diría a la cara al Cabellos de Princesa. El hombre volvió sobre sus pasos y entró de nuevo al estudio con la morocha siguiéndolo de cerca.

*<*>*

Para las personas era fácil decir lo que quisieran de Adrien, porque no lo conocían, era sólo un bonito rostro (y cuerpo) más entre toda la publicidad de una empresa de ropa. Pero algo que no le habían dicho era: cobarde. Pero ahora así se sentía. Porque había acabado huyendo aún cuando Marinette le advirtió que se llevaría una buena sorpresa ese día. No obstante cuando alguien le decía que una sorpresa le esperaba, él pensaba en algo así como un diseño extraño y difícil de ponerse encima, pero no a Nathaniel. Todo menos Nathaniel.

Al verlo ahí, estático, en el umbral de la puerta, le hizo recordar tantas cosas que pasaron juntos, y le revolvió mil y un cosas más. No podía ser cierto que era Nathaniel. Y lo mejor de todo es que el pelirrojo lo había reconocido al instante. Aunque, su nombre estaba en muchos volúmenes de revistas y hasta artículos (¿el pelirrojo sabría sobre ello o no?), que él lo dijera era muy distinto. Lo primero que quería hacer era abrazarlo, para verificar que estaba ahí, que no era un sueño, que por fin volvían a verse. Pero, no podía actuar así, ni aún cuando sólo eran: Marinette y ello dos, porque estaban en el trabajo, y tenían que seguir trabajando. Y, de igual modo, en cualquier momento podían entrar o Chloé, o Alya, o hasta sus primas para echar un vistazo al avance. Así que acabó por acomodarse la camisa y actuó como si nada. Como si no le sorprendiera en lo absoluto que Nathaniel se encontrase ahí. Porque con Nathaniel a Adrien le costaba pensar con claridad y necesitaba concentrarse con más fuerza.

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