Este día termina

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Todo estaba listo. El local con la pasarela, las luces, los adornos florales, los asientos. Todo en su lugar. Las personas llegaban, reporteros, fotógrafos, algunas personas representativas de la alta moda de Francia. Todo estaba listo. Esa noche se acababa, esa noche se mostraría al mundo su trabajo.

Adrien sabía que Nathaniel intentaba hacerlo bien, que lo intentó todo el tiempo. Ahora lo que había hecho se mostraría, él tenía el trabajo de enseñárselo al mundo. Adrien sabía que su jornada sería mucho más larga que la de Nathaniel, él daría la cara por algo mucho más grande que sí mismo o su familia. Como siempre pasaba, tenía que dar la cara por la empresa.

Adrien se dejó acomodar la ropa, arreglar el peinado, y que le subieran la barbilla, recordándole que pirata al frente neutral como si nada malo hubiese ocurrido ni tampoco algo feliz. Su trabajo era la apariencia, sabía manejarlo.

Los modelos se colocaron en sus lugares, eran cuando mucho diez. Todos tendrían que pasar como tres veces, en realidad. Cómo a Félix le gustaba presionar a todos.

Adrien vio de reojo a Chloé, como siempre se veía segura de sí misma. A Adrien le parecía estar rodeado de maniquíes, pero así era su vida, tenía que convertirse en uno para el mundo.

La música sonó. Adrien podía imaginarse los asientos en penumbras y la pasarela iluminada. Félix, sus primas, Marinette y Nathaniel estarían en la primera fila en algún tramo de la pasarela, observando atentos que la presentación quedara bien. Después de aquel show tendrían una tipo fiesta, en sí la gran mayoría de los empleados estaban invitados, pero casi nunca iban esa mayoría. Después de tanto trabajo lo que uno quería era más dormir que festejar. Félix seguro había invitado a personas importantes de la prensa, daría mayor información sobre la ropa o algo así.

En realidad a Adrien no podía importarle menos todo el show. Sólo lo hacía por su familia. Sus primos se esforzaron en subir a la empresa de su padre de nuevo a la cima. Un trabajo algo complicado considerando que Gabriel Agreste había terminado en prisión al casi matar a su propio hijo en una pelea por los miraculous.

Había tenido al villano de la historia frente a él todo el tiempo y no lo había visto. Fueron años siendo superhéroe de cierta manera mal gastados. Después de quitarle su miraculous a Gabriel Marinette había tenido que curar a Adrien con algo del poder del miraculous creador. Al final de esa pelea decidieron que ya no era necesario que Paris tuviese superhéroes, Adrien le dio su miraculous a Marinette y ella los seguía teniendo bajo su cuidado. Cuando verdaderamente la cuidad necesitara un par de superhéroes ellos estarían ahí.

La fila avanzó. De la nada se encontró a sí mismo casi al frente, sus compañeros regresaban a cambiarse con rapidez y volver a la formación. A veces Adrien se imaginaba así el ejército, tal vez no eran mundos tan diferentes. Cuando fue su turno, tomó aire y salió con la vista en alto.

Ahí porque he importaba era la ropa, no él, ni su pasado, ni su familia, no importaban las personas que amara, él estaba ahí para mostrar ropa y ya. Nadie fuera de su círculo más cercano sabía nada sobre él. Nadie fuera de esos muros en los que siempre estaba encerrado sabía sobre su padre y la locura que lo envolvió por devolver a su madre de entre los muertos. Nadie sabía sobre la verdadera razón por la que iba a bares para perderse de sí mismo. Ni sabían porque los superhéroes más queridos y aclamados de Paris no habían vuelto a salir a las calles. Nadie sabía, mas que él y alguien más. Alguien como Marinette, quien había siempre soñado en ser diseñadora pero había sido una justiciera detrás de un antifaz mágico. O como Chloé, a quien todos creían la peor persona del mundo pero no sabían que tan buena amiga era ni que tanto quería a sus cercanos. O Alya, a quien si le decías algo dejaba de ser un secreto casi al instante pero que siempre conocía a alguien que pudiera ayudarte a resolver tus problemas. O sus primos que se preocupaban demasiado por él a pesar de que esa empresa era como su hija. Y sobre todo, nadie conocía a Nathaniel, la persona que le robó el aliento y le podía hacer sufrir tanto como darle vida. Nadie sabía de lo que el pelirrojo era capaz, ni en lo que se había metido. Pero no importaba, al mundo lo único que le importaba era el materialismo. Y ellos se lo darían. Él lo haría.

Las luces lo deslumbraron pero siguió caminando, hizo lo de siempre, caminar hasta llegar al frente y posar un momento para regresar sobre sus pasos. No había sentimiento en su rostro, no era necesario. Aunque al estar ahí en frente de todos, de las luces, las cámaras, los ojos de personas que en su vida vería de nuevo, le hizo sentirse bien. Porque ahí, en la primera fila a un lado de Marinette que a su vez estaba del lado derecho de Félix, estaba la persona que más amaba en el mundo. Estaba Nathaniel con su cabello pelirrojo y largo perfectamente arreglado, en un traje azul que le quedaba genial, y su vista turquesa estaba encima de él, solo de él.

Esa era la única mirada que quería encima de todo ese show capitalista. Su mirada turquesa que encerraba miles de sentimientos y un sin fin de posibilidades, que ocultaba un gran y maravilloso secreto que  ambos ahora compartían, que le querían a él y a nadie más. Adrien estaba seguro que amaba esa mirada.

Regresó sobre sus pasos y fue a cambiarse, y el espectáculo volvía a repetirse. Salió tres veces. Todo estaba saliendo perfectamente, pronto todo eso terminaría, pronto podría volverse a poner sus prendas y podría estrechar a Nathaniel entre sus brazos. Pronto le diría algo descabellado. Pronto haría un plan, tal vez no el plan perfecto de vida, pero uno que funcionaría porque lo trabajarían juntos.

Pronto Nathaniel podría ser suyo. No. Nathaniel ya era suyo, lo era desde hacía mucho. Pero eso sólo lo sabían ellos dos. No. Nathaniel sería suyo para los ojos del mundo, porque sabía que compartirían el resto de su vida juntos. Encontrarían una forma. Permanecerían juntos.

Eso estaba perfectamente. Eso sonaba genial, hasta que una explosión a su espalda movió su mundo. Las personas gritaron, se levantaron y comenzaron a huir. Al edificio entraba algo que asemejaba una araña gigante o una mujer araña gigante. Adrien estaba en la plataforma, a mitad de camino. Y vio que era el momento. Comenzó a correr hacia el final de la plataforma, saltó al suelo. Marinette, con su vestido rojo y su peinado perfecto, también lo sabía. Ella le aventó una pequeña joya, un anillo que atrapó al vuelo. Se lo puso en el dedo. Estaba a punto de transformarse hasta que lo vio, vio sus turquesas preguntándole qué hacía. Adrien sonrió, seguro de sí. Iba a acabar el show, iba a terminarlo ya.

—Te amo. ¡Corre! —Le gritó antes de él salir corriendo hacia el lado opuesto por el que las personas iban.

Adrien fue a por la mujer araña. Terminaría con eso y le diría a Nathaniel. Le pediría que se casara con él para asegurarse que no volviesen a alejarse. En ese momento el espectáculo terminaba. Su vida como la conocía, lo hizo.

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