|| Cinco ||

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Harry llegó a su casa cansado. Ese día habían sido treinta y cinco vueltas sin descanso, Dumbledore dijo que era mejor ir elevando con el pasar del tiempo para que la fortaleza fuera mayor, pero no le dio importancia.

—Harry, cariño...

No le prestó atención a su madre, quien se encontraba en la cocina con una pequeña hoya de comida en manos.

—No, gracias, no quiero comer —respondió subiendo las escaleras y entrando corriendo a su habitación, mirando por su ventana hacia el gran árbol que se encontraba a lo lejos.

Miró su despertador, faltaban cinco minutos para que llegara. Tal vez, si se bañaba rápido, saliera a las ocho en punto, justo a la hora que él llegaba.

Decidió arriesgarse, desvistiéndose y entrando corriendo al baño con la toalla en mano. Ya habían pasado cuatro semanas desde la primera vez que se encontró al apuesto joven balanceando sus piernas en una gran rama. Cuatro semanas desde que su costumbre de verlo a través de los metros que los separaban. Sólo hacían pequeñas pláticas sin importancia, pláticas sencillas ya que les era imposible poder entender una frase larga o palabras complicadas sin poder oírlas... pero eso no les impedía verse.

Sus sonrisas se habían hecho más constantes hacia el vampiro, mientras que el ojirojo dejaba de sonreírle con burla, dando paso a un poco de cariño. Le agradaba ver al joven, su pecho se llenaba de calidez aún cuando las noches empezaban a darle la bienvenida al invierno. No sabía porqué, pero todos los días tenía la necesidad de verlo.

Salió de la regadera mientras se secaba el cuerpo, mirando a su alrededor para buscar su pijama, ¿por qué no estaba su pijama dentro del baño? ¡Ni su ropa interior!

—Maldición —gruñó como todo un lobo. Necesitaba salir de su habitación para agarrar sus cosas, tal vez no había llegado. Asintió y se amarró la toalla en su cadera.

Rezó para que así hubiera sido mientras salía del cuarto de baño hacia el mueble donde tenía su ropa, abriéndolo para agarrar el pijama que usaría. Hasta que sintió una mirada en su espalda, causándole un escalofrío.

Dio una mirada hacia atrás y se encontró con el vampiro mirándolo con una sonrisa burlesca, casi deseosa, el sonrojo no tardó en aparecer en su rostro mientras miraba al de ojos azules con reproche, era como si... Alto, ¿azules?

Se acercó a la ventana curioso, sin importarle sólo tener una toalla que le tapara de ojos curiosos, ojos como los del vampiro, quien frunció el ceño ante la repentina atención que recibía.

"Tus ojos." aclaró señalándose a sí mismo para que pudiera entender más fácil.

"¿Qué?"

"Azules."

Tras eso el mayos lució sorprendido antes de invocar un espejo sin varita -cosa que sorprendió al azabache, pensaba que sólo él y Dumbledore podían hacerlo-, el vampiro vio su reflejo y, sin decir, nombrar o mencionar algo, se despidió con la mano y se fue.

Harry se empezó a decepcionar, antes de ver cómo volvía a aparecer y señalaba una cajita, la cual dejó en el tronco del árbol sólo para volverse a ir.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora