|| Nueve ||

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—¿Señor? —preguntó Harry entrando a la habitación, dejando a la pequeña chica que le acompañó sola en el pasillo.

—Oh, Harry, mi muchacho —saludó el hombre sonriendo lo más que su dolor le dejó. El ojiverde casi sonríe al ver cuánto sufrimiento experimentaba el vegete—. Me alegro de verte... Ven, siéntate a mi lado.

El joven hizo lo que le pidió sin ninguna replica, casi aburrido por estar ahí o, más que nada, aburrido de la presencia que había ahí.

—Bueno, Harry, como ya sabes: quiero hablar contigo —el nombrado sólo asintió sin interés—. Me voy a morir, todos lo saben, por más que lo intentemos ocultar. Sé que no estás preocupado por eso, y lo entiendo. Sé que no te sientes cómodo en esta manada, Harry, pero debes entender que es por tu propia seguridad...

Harry bufó.

—Ya que, al parecer estamos sinceros, espero que entienda lo que voy a decir —decidió hablar Harry con algo de burla—. Se va a morir, bien, no me interesa, pero no trate de fingir que se preocupa por mí, todos sabemos que usted y toda la manada temen más por sí mismos que por mí.

—Muchas veces...

—No —interrumpió con frialdad—. Sé que lo que saldrá de su boca sólo serán mentiras y, se lo aseguro, estoy harto de ellas.

Dumbledore miró al ojiverde un largo segundo antes de suspirar y asentir con la cabeza, mostrándose derrotado.

—Bien, no trataré de ocultarte algo —empezó el mayor mirando con seriedad. Al Harry se le hizo raro no ver la sonrisa bonachona del mayor—. Sabes de la profecía, una parte, pero sabes de ella. No sé quién te lo dijo, pero creo que ya es hora de que sepas la verdad —Harry levantó una ceja ante eso, curioso por lo dicho—. Un pequeño niño, curiosamente descrito como tú, con un gran peso en tus hombros. Un vampiro, capaz de destruir por todo lo que has luchado... Harry, mi muchacho, debes tener cuidado con los vampiros. No confíes en ellos.

El nombrado simplemente asintió, dejando una expresión neutral en sus facciones. Dumbledore suspiró ante eso antes de volver a su antiguo papel y sonrió amigablemente, como un abuelo le sonríe a su sobrino.

—Espero volverte a ver, Harry —se despidió el mayor, levantando su brazo hacia la puerta donde minutos antes había llegado, señalando con su manos hacia la susodicha. El joven asintió despidiéndose y se levantó de su silla, saliendo de la habitación—. Y recuerda: No confíes en los vampiros.

Harry cerró la puerta con suavidad, dejando a su mente volar una vez estuvo lejos de la enorme mansión.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora