|| Doce ||

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Dos días después tuvieron que pasar para que Tom se dignara a hablarle sobre su invitación. Mismo día que Dumbledore murió.

Así no tendrás a nadie que te detenga —dijo el mayor sonriendo mientras Harry bufaba y corría por las calles hasta llegar el límite de los territorios, quedando frente a un gran árbol.

—¿Tom? —preguntó al aire, tratando de ver sobre la enorme rama donde el vampiro solía sentarse.

Unas manos lo atacaron por atrás y le taparon los ojos. No tardó mucho tiempo para que una respiración acariciara su cuello con gentileza y, en vez de hacerlo temblar, sólo le hizo sonreír.

—Hola, Esmeralda —susurró con suavidad, bajando sus manos hasta llegar a su cintura, la cual terminó abrazando—. Muy lindo el sentirte.

Harry concordó con él.

—¿A dónde me llevarás? —preguntó el menor recargando su espalda en el pecho del ojiazul.

—Debes prometer que no le dirás a alguien —ordenó sin dejar su suave tono. Harry asintió—. Te llevaré a un lugar completamente mágico —aseguró destapando los ojos del menor para poder agarrar una de las manos del contrario.

El ojiverde sonrió correspondiendo el agarre, era agradable sentir la fría piel acariciando su mano, dejando un rastro ilógicamente caliente en el tacto.

Justo en el límite de los territorios Harry se detuvo, mirando hacia atrás con cuidado. Tom no tardó en apretar su mano con cariño, alentando a que se moviera.

—Es la primera vez que salgo de los territorios de la manada —susurró sin moverse en lo absoluto.

—No te pasará nada —afirmó el ojiazul sonriéndole—. Yo te cuido.

El azabache sonrió ante eso y, después de darle una pequeña mirada alrededor, decidió dar su primer paso fuera de Gryffindor. Tom le felicitó con una brillante sonrisa y Harry supo que podía ir a cualquier lugar tan sólo para recibir esa sonrisa.

—Ven —comentó el pelinegro después de un tiempo de caminata, acercándolo a sí mismo y tapándole los ojos—. Ya hemos llegado.

Harry oyó cómo el vampiro movió algo frente a ellos para luego sentir un pequeño empujón. Se obligó a caminar sintiendo detrás a Tom, aunque la mano curiosa que acariciaba su cintura no le pasaba desapercibida.

La mano que tapaba sus ojos fue retirada después de unos pasos más, acompañando a la otra a sujetar su cintura.

—Bienvenido a Slytherin —comentó Tom sonriendo.

La luz se filtraba por los árboles que cubrían al cielo, árboles demasiado verdes y frondosos para ser reales. Los vampiros caminaban con tranquilidad mientras hablaban entre sí, conviviendo en armonía.

—Es... hermoso —suspiró dejando que la calidez que desprendía el lugar le llenara.

Sintió a Tom en el hueco de su cuello.

—Lo sé —comentó riendo, antes de impregnarse del aroma ajeno.

—¿Cómo es que hay luz? —cuestionó mirando la poca luz que se filtraba— Es de noche...

—Hadas —contestó sonriendo—, solemos llevarnos bien. Ellas viven en las ramas de los árboles y nos dan luz, también nos protegen de los rayos del sol.

—Genial —suspiró. Se sentía como un sueño, o de esos cuentos que les contaban los padres a sus hijos, hasta que recordó algo—. ¿Tom?

—¿Esmeralda?

—¿No será raro que un licántropo entre a Slytherin?

—No se darán cuenta, no hueles a licántropo —contestó encogiéndose de hombros.

Harry parpadeó antes de agarrar su playera y olerla. Nunca se había dado cuenta de ese ligero gran detalle.

—¡Riddle!

—Oh, oh —susurró el mayor en su oído con un toque de broma. Harry rió por lo bajo ante eso.

—¡Saliste otra vez! ¿Quieres ocasionar una guerra o...? —el vampiro se quedó callado rápidamente al ver que su líder tenía compañía, pero eso no era lo que le importaba— Harry.

El menor frunció el ceño curioso. Esa voz la conocía, sin contar que el cabello negro hasta los hombros y los ojos más negros que la propia oscuridad le resultaban completamente familiares, demasiado como para dejarlo pasar.

—¿Tío Sev? —la pregunta salió mucho antes de que se diera cuenta que estaba en su mente.

El hombre se impresionó ante el nombre, pero Harry juró poder ver como sus ojos se cristalizaron ante eso, antes de acercarse al chico y abrazarlo, claro, después de arrebatarlo de los brazos de Tom.

—Pensé que te había perdido —susurró el vampiro con un leve ahogamiento en su voz.

Eso era muy raro, más las imágenes que empezaban a asaltar su mente, pero, sobre todo, el abrazo le daba un calor que nunca pudo reconocer. El calor de una familia.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora